Elena siempre había sido una mujer un tanto peculiar, con gustos que muchos considerarían extraños. Por suerte, tenía un marido que la apoyaba en todas sus aficiones, aunque algunas fueran un tanto atípicas. Una tarde, tras una dura jornada laboral, tuvo una idea que no podía sacarse de la cabeza. Se dirigió al armario de su marido, Juan, y comenzó a revivirlo todo. Sacó sus mejores galas, las que solo se ponía en ocasiones especiales. Empezó por afeitarle las piernas y los brazos, dejándolos suaves al tacto. Luego pasó a maquillarle la cara, usando una base para igualar su tono de piel y ocultar cualquier impureza. Le delineó los ojos con cuidado, resaltando su mirada, y le puso un rojo pasión en los labios que le quedabafantástico. No podía faltar un buen manicura, así que se dedicó a pintarle las uñas de las manos y los pies con esmalte color rosa chicle. Quería que estuviera perfecto de la cabeza a los pies. Una vez listo, le ayudó a ponerse un vestidito negro, ajustado y corto,