En un hotel en Puerto Madero

Eva está trabajando en una sesión de fotos en un evento corporativo en uno de los hoteles más exclusivos de Puerto Madero. El evento es todo lo que detesta: lleno de formalidades, trajes caros y charlas vacías. Pero el trabajo es el trabajo, y mientras ajusta el lente de su cámara, su mirada capta a Tomás Ferrer, un tipo que desentona, no por su vestimenta —está impecable en un traje negro a medida— sino por la manera en que su presencia domina el lugar. Su postura es segura, su voz grave resuena cuando da órdenes a algunos asociados, y por alguna razón, Eva no puede evitar seguir enfocándolo. El evento sigue su curso, pesado y protocolar. En un momento, Eva, harta del ambiente tenso, decide escaparse a la terraza del hotel para tomar aire. Entre las luces del skyline porteño y el río, se siente más a gusto. Con su cámara colgada al hombro, enciende un cigarrillo, disfrutando de un momento de soledad. Pero no pasa mucho tiempo antes de que se abran las puertas de la terraza y salga Tom...