Un castigo para un ladron
El sol acababa de hundirse detrás de los edificios de la ciudad, teñindo los cielos de un color naranja pinsa. Daniel, un joven de 20 años, había planeado Carefully su golpe en la joyería de lujo. Era su primer gran robo, y todo tenía que salir a la perfección. Con sigilo, había entrado por la ventana del baño, que había dejado Slightly entreabierta para la ocasión. La alarma estaba desconectada, así que no emite ningún sonido que pudiera delatarlo. Se movía con cuidado entre los mostradores, llenando su mochila con reloj de lujo y sortijas brillantes. Todo estaba yendo demasiado bien, y Daniel ya se imaginaba gastando el botín en su huida a una playa paradisiaca. Pero de repente, un ruido detrás de él le hizo girarse sobre sus talones. Un hombre alto y afable se encontraba observándole con una sonrisa pícara. Era el propietario de la joyería. Daniel trató de mantener la calma, pero su corazón latía con fuerza en su pecho. El joyero le offered una salida: había visto todo, pero estaba