Me trago mi semen
Fernando, un hombre de 34 años, tenía una atracción por los hombres desde siempre, pero nunca había experimentado con nadie. Un día, mientras buscaba en internet, descubrió un video de porno gay que lo excitó profundamente. Fernando, con la curiosidad y la excitación creciendo dentro de él, decidió tomarse unas vacaciones de soltero y dedicar un fin de semana a explorar su atracción por los hombres.
Para sentirse más cómodo y liberado, Fernando decidió vestirse con lencería femenina. Se puso una camisa de seda, un corpiño y una par de tias suaves. Con su cuerpo cubierto por la ropa femenina, Fernando sintió una mezcla de miedo y excitación, pero también una sensación de aventura y desinhibición.
Mientras vestía la lencería, Fernando comenzó a masturbarse, imaginándose a sí mismo como el hombre del video que había visto. Con cada movimiento, su excitación crecía y su deseo de experimentar algo más allá de lo habitual se hacía más intenso. Fernando, temblando y llorando, comenzó a llegar a un orgasmo intensísimo.
Cuando llegó el momento de culminar, Fernando tuvo una idea atrevida: ¿qué le pasaría si bebía su propio semen? Con la excitación y la curiosidad en su mente, decidió intentarlo. Con la lengua temblorosa, Fernando recogió su semen y lo colocó en su boca. A medida que el líquido salió sobre su lengua y pasaba por su garganta, sintió una sensación única y desconocida.
Desde ese día, Fernando comenzó a experimentar con diferentes actos sexuales y fantasías. Cada vez que lo hacía, sentía una nueva sensación de placer y aventura. Aunque a veces lo hacía solo, también comenzó a buscar parejas que compartieran sus deseos y experiencias. Fernando, a pesar de sus 34 años y sus prejuicios iniciales, había descubierto un mundo nuevo de placeres y experiencias que lo hacían sentirse más vivo y liberado que nunca antes.
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