Voyeurs
Al principio ni siquiera reparé en su presencia. Invariablemente, a las 16:00 horas de lunes a viernes salía de la facultad y me dirigía al parabús ubicado enfrente de la Rectoría para esperar el transporte público y dirigirme a casa. Eran dos chiquillos, como de 15 años, con uniforme de secundaria, sentados a la espera del camión o del pesero. Bueno, eso creía yo. En realidad eran dos hábiles cazadores. A veces, los seres humanos platicamos en algún sitio o caminamos muy quitados de la pena y de repente algo nos hace dirigir la mirada a un punto específico. Y es que alguien nos está viendo. Se sienten esas miradas, a veces furtivas, a veces carentes de vergüenza alguna. Así me pasó con esos muchachos. Una tarde, sentados en los bancos de los cinco lugares con los que cuentan los parabuses, ahí estaban, entre los universitarios que también a esa hora, y también de lunes a viernes, esperan el transporte. De espaldas a ellos, tuve esa sensación y volteé a verlos. De inmediato dirigiero