Un trio con dos jovencitas

El cuarto de Agostina era un caos, pero eso solo aumentaba la diversión. Las prendas estaban esparcidas por todos lados: sobre la cama, las sillas y hasta el suelo. —¡Este vestido me hace ver como una abuela! —se quejó Pilar, sosteniendo una falda floreada que apenas le cubría las rodillas. —No es el vestido, son tus medias —bromeó Agostina desde la cama, mientras estallaba de risa. —¡Qué simpática! —Pilar le tiró un almohadón—. Dame algo negro, Agos. Necesito verme como una femme fatale. Lucía, por su parte, miraba su reflejo en el espejo, ajustándose una blusa brillante. —¿Seguro que esto no es demasiado? —preguntó, con las mejillas sonrojadas. —¿Demasiado para quién? —respondió Agostina, divertida—. Vas perfecta. ¿O quieres volver a ponerte ese suéter aburrido? —¡Oye! A mí me gusta ese suéter —protestó Lucía, aunque no podía evitar sonreír. El reloj del escritorio marcó las 7:15, y Agostina dio un salto. —¡Se nos hizo tardísimo! —exclamó, recogiendo ropa del suelo y metiéndola en el...