Travistiendo a mi primo



Juan entró en el cuarto de su primo Demian, mirando alrededor con curiosidad. Era un cuarto típico de adolescente, con pósters de bandas y deportistas en las paredes y un escritorio desordenado en un rincón.


—¿Qué pasa, primo? —preguntó Juan, acercándose a la cama donde Demian estaba sentado, jugando con su teléfono.


Demian levantó la vista y sonrió.


—Nada, nada. Solo jugando un poco. ¿Y tú? —respondió.


—Nada, solo pensaba en ti —dijo Juan, sonriendo con picardía.


Demian se ruborizó ligeramente y bajó la vista hacia su teléfono.


—¿De qué manera? —preguntó, intentando sonar indiferente.


Juan se sentó en la cama a su lado y lo miró con curiosidad.


—Bueno, te has dejado crecer el pelo, primo. Estás empezando a parecer una chica —dijo Juan, acariciando suavemente el cabello largo y rubio de Demian.


Demian se rió incómodo y se alejó un poco.


—¿Qué dices? ¡No es cierto! —protestó.


—Sí, sí lo es —insistió Juan, sonriendo—. Pero no te preocupes, te queda bien. De hecho, creo que podrías pasar por una chica si te vistieras adecuadamente.


Demian se rió de nuevo, pero esta vez había una chispa de interés en sus ojos.


—¿Adecuadamente? ¿Qué quieres decir? —preguntó.


Juan se encogió de hombros.


—Bueno, te diré. Quiero que te vistas como una chica. Puedes usar la ropa de tu hermana, ¿verdad?


Demian lo miró con sorpresa.


—¿Qué? ¡No puedo hacer eso! ¡Es una locura!


—Vamos, primo —insistió Juan, tomándolo del brazo—. Será divertido. Te prometo que no le diremos a nadie.


Demian dudó por un momento, pero luego se rió y se levantó de la cama.


—Está bien, pero si me ve mi hermana, te mato —dijo, dirigiéndose hacia el armario de su hermana.


Juan se rió y lo siguió, ayudándolo a elegir una minifalda y un corpiño. Luego lo llevó al baño y le pintó las uñas de los pies y las manos, y le maquilló los ojos y la boca.


Cuando terminaron, Demian se miró en el espejo y se rió.


—¡Dios mío, parezco una verdadera chica! —exclamó.


Juan sonrió y lo abrazó por detrás, apretando su cuerpo contra el de Demian.


—Sí, lo eres —dijo, besándolo en la nuca—. Y ahora, vamos a terminar el look.


Se bajó los pantalones y se giró hacia Demian, mostrándole su miembro erecto.


—¿Qué vas a hacer? —preguntó Demian, mirando su miembro con sorpresa.


—Te voy a enseñar lo que es un verdadero hombre —respondió Juan, sonriendo.


Tomó a Demian de la mano y se la llevó a su miembro, guiándola hasta que lo rodeara con sus dedos.


—Ahora, mételo en tu boca —ordenó Juan.


Demian dudó por un momento, pero luego se inclinó hacia adelante y lo metió en su boca. Juan gimió de placer al sentir su lengua y labios rodeando su miembro.


Comenzó a moverse arriba y abajo, empujando su miembro más adentro en la boca de Demian. Demian gimió y se aferró a sus muslos, intentando sostenerse.


—Así, así, primo —jadeó Juan—. Chúpamela bien.


Siguió moviéndose, aumentando gradualmente la intensidad de sus movimientos. Demian comenzó a llorar, su boca llena de saliva y su cuerpo temblando de placer.


Finalmente, después de varios minutos de chuparlo con avidez, Juan no pudo aguantar más y eyaculó en su boca. Demian tragó con gusto, disfrutando del sabor de su semen.


Cuando terminaron, Juan se apartó y se levantó los pantalones. Demian se sentó en el suelo, jadeando y sonriendo.


—Gracias, primo —dijo—. Eso fue increíble.


Juan sonrió y lo ayudó a levantarse.


—De nada, primo —respondió—. Siempre estaré aquí para ti.

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