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La iniciación

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Silvi, una mujer de 26 años, se encuentra sentada en un sofá, nerviosa y excitatizada al mismo tiempo. Está esperando a Eduardo, un dominante experimentado en el mundo del BDSM. Él llega a su casa y Silvi se siente insegura pero también intrigada por lo que está a punto de vivir. Eduardo lleva a Silvi a su habitación y le ordena que se despoje de sus ropa interior. Silvi se obedece y Eduardo la observa con admiración. Le pide que se coloque en una silla y le sujeta las manos detrás de ella. Eduardo: "Silvi, estoy aquí para enseñarte lo que significa ser dominada. Estás aquí para aprender y obedecerme. Entiendes?" Silvi: "Sí, Eduardo." Eduardo: "Bueno, vamos a empezar con algo sencillo. Me voy a poner estas manillas en tus muñecas y vas a estar atada durante toda la noche." Silvi se siente insegura pero también excitada por lo que está a punto de experimentar. Eduardo le pone las manillas y Silvi se siente completamente en su poder. Eduardo: "Ahora voy

Melissa se la banca

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Tony se enfurece al ver a Jason y Melissa juntos en la oficina después de las horas de trabajo. Su rostro se contorsiona en un letrero de furia, y sus ojos se vuelven negros como las nubes de la noche. "Qué estás haciendo aquí, Melissa?" grita Tony, agarrándola por el brazo y arrastrándola hacia la puerta de la oficina. "Qué estás haciendo con él?" Melissa intenta resistirse, pero Tony es demasiado fuerte para ella. Él la obliga a entrar en su oficina y cierra la puerta detrás de ella. "Tú me has traicionado, Melissa. Tú me has traicionado con él," dice Tony, apuntando a Jason, quien se encuentra sentado en la silla del lado opuesto de la habitación. "Y ahora, tú quieres seguir con él? Tú quieres abandonarme?" Melissa se mueve para escapar, pero Tony se agarra a ella de nuevo y la obliga a arrodillarse frente a él. Él le quita su vestido y sus medias, dejándola desnuda desde el hombro hasta el muslo. "Tú quieres ser mía, Melissa. Tú quieres

Un cafe, un reencuentro, y un culo muy bien roto

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En una tarde de primavera, los rayos dorados del sol se filtraban a través de los árboles que rodeaban el encantador café del centro de la ciudad. El bullicio de la gente y el aroma tentador del café recién hecho llenaban el ambiente. En una de las mesas, Valentina se encontraba absorta en las páginas de un libro, sumergida en sus pensamientos mientras acariciaba distraídamente la taza entre sus manos. Vestía un sutil vestido de tela liviana, que se ajustaba delicadamente a sus curvas voluptuosas, con un escote sugerente que dejaba entrever la elegancia de su figura. Su cabello castaño caía en ondas suaves sobre sus hombros, enmarcando un rostro de rasgos delicados y ojos avellana que brillaban con curiosidad. De repente, levantó la mirada del libro y su corazón dio un vuelco. En la entrada, entre la multitud, Mateo apareció como un destello del pasado. Llevaba una camisa blanca que resaltaba su tono de piel bronceado y unos pantalones oscuros que realzaban su figura atlética. Los años

Masturbando a su alumna

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El reloj marcaba el final de la jornada escolar cuando las últimas luces del día se desvanecían en el horizonte. En una aula casi desierta, las sombras se alargaban y apenas se escuchaban los ecos de pasos apresurados en los pasillos. Ella, una joven estudiante de mirada traviesa y cabello oscuro, aguardaba al final del pasillo, con el corazón latiendo con una excitación que apenas podía contener. Su mirada desafiante se posaba en la puerta entreabierta del despacho del profesor, un hombre de mirada intensa y porte serio. El profesor, aún absorto en corregir algunos papeles, no se percató de su presencia hasta que ella se acercó con pasos decididos, interrumpiendo su concentración. Levantó la mirada, y sus ojos se encontraron en un instante cargado de complicidad y deseo velado. —Profesor —susurró ella con voz apenas audible, pero llena de determinación—, necesito su ayuda con la tarea. Él la observó con intensidad, sin apartar la mirada de sus ojos avispados. Una sonrisa fugaz se dibu

Limpiadora de pijas

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Juan giró la llave en la cerradura y empujó la puerta, adentrándose en su hogar. Al instante, una visión desordenada de la sala lo recibió: cojines fuera de lugar, revistas dispersas y una sensación general de caos que contrastaba con su usual orden. Sus ojos se desviaron hacia el reloj en la pared. Las manecillas marcaban las 8:55 a.m., el momento preciso en que esperaba a Mariana, la joven limpiadora que había contratado hacía unas semanas. "Espero que Mariana llegue pronto", se dijo a sí mismo mientras caminaba por la sala, evaluando el desorden con un gesto de insatisfacción. En ese preciso instante, un sonido de timbre interrumpió sus pensamientos. Se dirigió rápidamente hacia la puerta, expectante ante la llegada de Mariana. Al abrirla, se encontró con su joven limpiadora, quien irradiaba una sonrisa sincera que iluminaba su rostro. "Hola, señor Juan. ¡Buenos días!" saludó Mariana con entusiasmo, sosteniendo su equipo de limpieza con una mano y con un gesto am

Sarah esclava anal

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El año es 1730, y el hombre se llama Thomas. Él es un hombre de mediana edad, con cabello castaño y ojos azules profundos. Thomas es un hombre de negocios exitoso, pero también tiene una pasión oscura: la esclavitud sexual. Él ha estado buscando una esclava negra para satisfacer sus deseos más profundos, y finalmente ha encontrado lo que está buscando en el mercado de esclavos de la ciudad. Thomas se encuentra con el vendedor de esclavos, un hombre grizzly con una barba larga y peluda. El vendedor le muestra a Thomas a una joven esclava negra llamada Sarah. Sarah es una mujer hermosa y deseable, con piel morena y ojos negros brillantes. Thomas se siente instantáneamente atrapado por ella y decide comprarla. THOMAS: "Cuánto cuesta?" VENDEDOR: "Seis cientos de dólares". THOMAS: "Vaya bien, me lleva". Thomas lleva a Sarah a su finca, donde se encuentra con una casa grande y lujosa. Sarah está vestida con un vestido largo y un velo que cubre su cabeza. Thomas

Julieta hipnotizada

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  Julieta se sentía nerviosa y desconcertada al entrar al consultorio del doctor especializado en terapia sexual para mujeres. Ella era una joven de 21 años, virgen, que nunca había experimentado un orgasmo. Ella se sentía avergonzada y frustrada por esta falta, y creía que el doctor podría ayudarla a superarlo. El doctor le dijo: "Bienvenida, Julieta. Me gusta que estés aquí para buscar ayuda. Puede sentarse aquí y comience a hablarme sobre sus experiencias sexuales hasta ahora." Julieta se sentó en la silla y empezó a hablar con el doctor sobre su falta de experiencia sexual y su frustración por no haber experimentado un orgasmo. El doctor le preguntó sobre sus relaciones anteriores y si había experimentado cualquier placer durante ellas. Julieta se sentía avergonzada al hablar sobre sus relaciones anteriores, pero ella sabía que era necesario para ayudar al doctor a comprender su situación. Ella le dijo al doctor que había tenido algunas relaciones sexuales en el pasado, p