Julieta hipnotizada
Julieta se sentía nerviosa y desconcertada al entrar al consultorio del doctor especializado en terapia sexual para mujeres. Ella era una joven de 21 años, virgen, que nunca había experimentado un orgasmo. Ella se sentía avergonzada y frustrada por esta falta, y creía que el doctor podría ayudarla a superarlo.
El doctor le dijo: "Bienvenida, Julieta. Me gusta que estés aquí para buscar ayuda. Puede sentarse aquí y comience a hablarme sobre sus experiencias sexuales hasta ahora."
Julieta se sentó en la silla y empezó a hablar con el doctor sobre su falta de experiencia sexual y su frustración por no haber experimentado un orgasmo. El doctor le preguntó sobre sus relaciones anteriores y si había experimentado cualquier placer durante ellas.
Julieta se sentía avergonzada al hablar sobre sus relaciones anteriores, pero ella sabía que era necesario para ayudar al doctor a comprender su situación. Ella le dijo al doctor que había tenido algunas relaciones sexuales en el pasado, pero nunca había experimentado un orgasmo. El doctor le preguntó si ella sabía qué era un orgasmo y cómo se producía.
Julieta se sentía incómoda al hablar sobre este tema, pero ella sabía que era importante para entender cómo superarlo. Ella le dijo al doctor que sabía lo básico sobre los orgasmos, pero no sabía cómo conseguir uno. El doctor le dijo que la mayoría de las mujeres necesitaban estimulación clitoral para conseguir un orgasmo y que ella debía explorar esa área más profundamente durante las relaciones sexuales.
El doctor le dijo: "Julieta, voy a guiarte a través de una sesión de hipnosis para ayudarte a relajarte y a explorar tu cuerpo con más confianza. Está bien si sientes algo extraño o desconcertante durante la sesión, solo sigue respirando profundamente y sigue mis instrucciones."
El doctor comenzó la sesión de hipnosis, guiándola a través de una serie de sugestiones relajantes y positivas. Julieta se sentía más tranquila y confiada con cada palabra que el doctor pronunciaba. El doctor le instó a relajarse completamente y a permitir que sus cuerpos se sienten libres y sin preocupaciones.
Cuando el doctor le pidió que se desvistiera, Julieta se sentía un poco nerviosa, pero también intrigada. Ella comenzó a quitarse su remera, sintiéndose cada vez más liberada y desinhibida. El doctor le animó a continuar, y Julieta se quitó su corpiño, luego sus zapatillas, luego sus pantalones, y finalmente, su bombacha.
Julieta se miró en el espejo y admiró su cuerpo desnudo por primera vez en años. Su vagina estaba depilada y brillante, y ella podía ver su flujo vaginal ligeramente glaseado. El clitoris, un pequeño nubillo de tejido eréctil situado en la parte superior de la vagina, estaba erecto y sensiblemente visible.
El doctor le instó a tocarse y a explorar su propio cuerpo, y ella obedeció sin pensarlo dos veces. Julieta se puso las manos en sus senos y los cuello para sentir la textura suave de la piel. Luego, ella se puso las manos en sus pantorrillas y los muslos para sentir la firmeza de los músculos.
Finalmente, ella se puso las manos en su vagina y en el clitoris. Ella comenzó a tocarse lentamente y cuidadosamente, sintiéndose cada vez más consciente de los sensaciones que estaba experimentando. Los dedos de Julieta se movían lentamente hacia adentro de su vagina, sintiéndose cada vez más profunda y sensual.
Ella comenzó a masturbarse con una intensidad creciente, sintiéndose cada vez más consciente de los sensaciones que estaba experimentando. Los dedos de Julieta se movían más rápido hacia adentro de su vagina, sintiéndose cada vez más profunda y sensual. Ella empezó a gemir tipicos de los relatos eróticos, un sonido agudo y despreocupado que expresaba tanto placer como liberación.
El doctor la miraba con una expresión de respeto y admiración, reconociendo el cambio que había ocurrido en ella durante la sesión. Julieta se sentía más consciente de sus deseos sexuales y menos avergonzada por ellas. El doctor había ayudado a Julieta a superar su represión sexual y a descubrir una nueva forma de ser feliz y contenta en sí misma.
Julieta continuó masturbandose con pasión e intensidad creciente, sintiéndose cada vez más consciente del placer que estaba experimentando. Los dedos de Julieta se movían rápidamente hacia adentro de su vagina, sintiéndose cada vez más profunda y sensual. Ella empezó a arrebatarse al orgasmo con un grito agudo y despreocupado que expresaba tanto placer como liberación.
El doctor la miraba con una expresión de respeto y admiración, reconociendo el cambio que había ocurrido en ella durante la sesión. Julieta se sentía más consciente de sus deseos sexuales y menos avergonzada por ellas. El doctor había ayudado a Julieta a superar su represión sexual y a descubrir una nueva forma de ser feliz y contenta en sí misma
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