Limpiadora de pijas
Juan giró la llave en la cerradura y empujó la puerta, adentrándose en su hogar. Al instante, una visión desordenada de la sala lo recibió: cojines fuera de lugar, revistas dispersas y una sensación general de caos que contrastaba con su usual orden. Sus ojos se desviaron hacia el reloj en la pared. Las manecillas marcaban las 8:55 a.m., el momento preciso en que esperaba a Mariana, la joven limpiadora que había contratado hacía unas semanas. "Espero que Mariana llegue pronto", se dijo a sí mismo mientras caminaba por la sala, evaluando el desorden con un gesto de insatisfacción. En ese preciso instante, un sonido de timbre interrumpió sus pensamientos. Se dirigió rápidamente hacia la puerta, expectante ante la llegada de Mariana. Al abrirla, se encontró con su joven limpiadora, quien irradiaba una sonrisa sincera que iluminaba su rostro. "Hola, señor Juan. ¡Buenos días!" saludó Mariana con entusiasmo, sosteniendo su equipo de limpieza con una mano y con un gesto am