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Juliana en el ginecologo

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Juliana había reservado una cita de rutina con el ginecólogo, el Dr. Gonzales. Siempre priorizaba su salud y bienestar, y esta cita anual era parte importante de su cuidado personal. Con una mezcla de anticipación y tranquilidad, Juliana entró en el consultorio del Dr. Gonzales en la soleada mañana de primavera. La recepcionista sonrió amablemente y saludó a Juliana mientras confirmaba sus detalles de cita. Juliana se sintió acogida y agradeció la atención cálida que recibía en la clínica. Después de llenar algunos formularios, fue acompañada a la sala de espera, donde esperaría a que la llamaran. Sentada en la sala de espera, Juliana hojeó algunas revistas y se tomó un momento para relajarse. Apreciaba el ambiente tranquilo del consultorio, que la ayudaba a sentirse menos nerviosa por la visita. Pasados unos minutos, una enfermera abrió la puerta y la invitó a pasar a la sala de examen. Juliana caminó hacia la sala de examen y se sintió reconfortada por la disposición profesional y ac

Anahí embarazada va al ginecologo

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Anahí y su esposo llegaron al consultorio del Dr. González, ambos un poco nerviosos y emocionados. Anahí estaba en la recta final de su embarazo, con 9 meses de gestación, y estaba ansiosa por conocer a su bebé. El doctor González los recibió con una sonrisa y los invitó a sentarse. "¿Cómo se sienten hoy?", preguntó mientras revisaba los registros médicos de Anahí. "Estamos emocionados por la llegada del bebé", respondió el esposo de Anahí. "¡Genial! Vamos a hacer una revisión de rutina y asegurarnos de que todo esté en orden", dijo el doctor mientras se acercaba a Anahí. Comenzó a hacerle preguntas sobre sus síntomas y a revisar su presión arterial y los latidos del corazón del bebé. "¿Cómo se siente hoy, Anahí?" preguntó mientras tomaba asiento frente a ella. "Un poco cansada, pero bien en general", respondió Anahí con una sonrisa. "Excelente", dijo el doctor mientras comenzaba a examinar sus senos. "¿Ha notado alguna s

Lorena en al comisaria

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  Lorena estaba sentada en la pequeña celda, nerviosa y con el corazón latiendo rápido. Había sido arrestada por una infracción menor, pero la atmósfera de la comisaría la tenía inquieta. El oficial Martínez entró en la sala, su uniforme resaltando su figura imponente. Se acercó a Lorena con una mirada penetrante. Oficial Martínez: (voz firme) Señorita Lorena, parece que se ha metido en un problema. ¿Sabe por qué está aquí? Lorena: (traga saliva) Sí, oficial. Lo siento mucho, fue un error. Oficial Martínez: (cruza los brazos) Los errores tienen consecuencias, señorita. ¿Está dispuesta a hacer lo necesario para evitar un castigo más severo? Lorena miró al oficial, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y curiosidad. Asintió lentamente, sintiendo cómo su pulso se aceleraba aún más. Lorena: Sí, oficial. Haré lo que sea necesario. El oficial Martínez sonrió ligeramente, como si supiera que Lorena estaba dispuesta a someterse a su autoridad. Se acercó a ella y deslizó un dedo por su mejilla

Lena, 18 años, sola en su habitacion

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 Lena abrió los ojos lentamente, dejando que la suave luz de la mañana iluminara su habitación. Se estiró perezosamente en la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas acariciar su piel desnuda. Una sonrisa juguetona se curvó en sus labios mientras sus pensamientos comenzaban a desviarse hacia el lado más travieso de su imaginación. Sabía que tenía todo el día para sí misma. Sus padres estaban en el trabajo y ella no tenía responsabilidades ni compromisos que cumplir. Era un día en blanco, un lienzo en blanco en el que podía pintar cualquier fantasía que deseara. Lena dejó que sus manos vagaran por su cuerpo, explorando cada centímetro de su piel con caricias suaves y sensuales. Sus dedos trazaron líneas invisibles desde su cuello hasta sus pechos, y luego descendieron más allá de su ombligo. Suspiró ante la sensación del roce y se mordió el labio inferior, sintiendo la creciente excitación entre sus piernas. Se deslizó fuera de la cama y caminó desnuda hasta la ventana. Miró afuera,

Masturba a la novia en el cine

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Ana y Carlos habían planeado una noche relajante en el cine. Decidieron ver una película que les gustaba a ambos, una comedia romántica con toques de sensualidad. Aunque parecía una elección inocente, ambos sabían que la tensión y la atracción siempre estaban presentes entre ellos. Al entrar a la sala oscura, Ana y Carlos se acomodaron en los asientos del fondo, donde había menos gente. Se dejaron llevar por la magia del cine, pero no podían evitar sentir cómo la tensión sexual aumentaba con cada escena romántica en pantalla. Carlos pasó su brazo por detrás del asiento de Ana, rozando suavemente su hombro. Ella le sonrió y le dio una mirada cómplice. La oscuridad de la sala los hacía sentir que estaban solos, aunque estuvieran rodeados de personas. A medida que la película avanzaba, las manos de Ana y Carlos se encontraron. Sus dedos se entrelazaron lentamente, dejando escapar pequeñas chispas de electricidad entre ellos. La pasión y la excitación crecían con cada contacto. Las escenas

La Clase de Química

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El aula de química estaba prácticamente vacía después de la última campanada. Solo quedaba un estudiante, Alex, sentado en su pupitre con una sonrisa traviesa en el rostro. La profesora, la Sra. Johnson, notó que se había quedado después de clase y se acercó a él. Sra. Johnson: (con una mirada severa) Alex, ¿puedo saber por qué te quedaste? Alex: (con picardía) Oh, profesora, solo quería aclarar algunas dudas sobre la lección. Pero parece que la única lección que realmente me interesa es la que no está en el plan de estudios. La Sra. Johnson se sorprendió por la audacia de Alex, pero no pudo evitar sentirse intrigada por su coqueteo. Era una mujer atractiva y a menudo notaba las miradas que recibía de algunos estudiantes, pero siempre se mantuvo profesional. Sin embargo, esta vez, algo en la mirada de Alex la hizo cuestionar sus propias reglas. Sra. Johnson: (con tono serio) Alex, esto es inapropiado. Soy tu profesora y debemos mantener una relación estrictamente académica. Alex: (acer

Isabella sumisa jovencita

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En un pequeño pueblo, vivía un hombre sabio y experimentado llamado Edward, quien había alcanzado la respetable edad de 80 años. A pesar de los años que habían pasado, su espíritu se mantenía vigoroso y su mente llena de curiosidad y deseos. Si bien su cabello plateado y su andar pausado delataban su edad, en su mirada aún brillaba la pasión por la vida. Una tarde de verano, mientras caminaba por el parque, Edward conoció a una joven artista llamada Isabella. Ella era una belleza en sus veintitantos años, con un espíritu libre y una sonrisa encantadora. Se sintieron atraídos mutuamente, a pesar de la diferencia de edad. Isabella admiraba la sabiduría y las experiencias de Edward, mientras que él quedó cautivado por la juventud y el talento artístico de Isabella. A medida que pasaban más tiempo juntos, la chispa entre ellos creció más fuerte. Un día, mientras compartían un café en la terraza de un pequeño café, Isabella acarició la mano temblorosa de Edward con ternura. "Eres fasci