Lena, 18 años, sola en su habitacion
Lena abrió los ojos lentamente, dejando que la suave luz de la mañana iluminara su habitación. Se estiró perezosamente en la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas acariciar su piel desnuda. Una sonrisa juguetona se curvó en sus labios mientras sus pensamientos comenzaban a desviarse hacia el lado más travieso de su imaginación.
Sabía que tenía todo el día para sí misma. Sus padres estaban en el trabajo y ella no tenía responsabilidades ni compromisos que cumplir. Era un día en blanco, un lienzo en blanco en el que podía pintar cualquier fantasía que deseara.
Lena dejó que sus manos vagaran por su cuerpo, explorando cada centímetro de su piel con caricias suaves y sensuales. Sus dedos trazaron líneas invisibles desde su cuello hasta sus pechos, y luego descendieron más allá de su ombligo. Suspiró ante la sensación del roce y se mordió el labio inferior, sintiendo la creciente excitación entre sus piernas.
Se deslizó fuera de la cama y caminó desnuda hasta la ventana. Miró afuera, observando cómo el mundo seguía su curso ajeno a su pequeño santuario de placer. Con una sonrisa traviesa, decidió que hoy sería un día de autoexploración y autoplacer.
Lena se dirigió al baño y encendió la ducha, dejando que el agua caliente acariciara su piel. Dejó que sus manos se deslizaran sobre su cuerpo, sintiendo cómo cada gota de agua avivaba su deseo. Su mente comenzó a llenarse de fantasías sensuales, de escenarios eróticos que la hicieron gemir suavemente.
Después de la ducha, se tumbó en la cama, su cuerpo aún húmedo y brillante por el agua. Sus manos viajaron por su pecho, acariciando sus pezones hasta que estuvieron duros y erectos. Sus dedos continuaron su camino descendiendo lentamente por su abdomen hasta que llegaron a su centro de deseo.
Lena se entregó al placer, dejando que sus dedos se movieran con ritmo entre sus piernas. Cerró los ojos y se imaginó a sí misma en un mundo de fantasía, rodeada de amantes apasionados que la adoraban. Sus caderas se movieron al ritmo de sus caricias, y sus gemidos llenaron la habitación.
A medida que su excitación crecía, Lena imaginó que era parte de una danza erótica, moviéndose en perfecta armonía consigo misma. Se dejó llevar por las olas de placer, su respiración se volvió entrecortada y sus movimientos más frenéticos.
Finalmente, el clímax la alcanzó, haciéndola temblar con una liberación intensa. Lena dejó escapar un gemido gutural mientras las sensaciones la envolvían por completo. Se quedó acostada en la cama, su cuerpo palpitando con la satisfacción del placer alcanzado.
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