Lena, 18 años, sola en su habitacion

Lena abrió los ojos lentamente, dejando que la suave luz de la mañana iluminara su habitación. Se estiró perezosamente en la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas acariciar su piel desnuda. Una sonrisa juguetona se curvó en sus labios mientras sus pensamientos comenzaban a desviarse hacia el lado más travieso de su imaginación. Sabía que tenía todo el día para sí misma. Sus padres estaban en el trabajo y ella no tenía responsabilidades ni compromisos que cumplir. Era un día en blanco, un lienzo en blanco en el que podía pintar cualquier fantasía que deseara. Lena dejó que sus manos vagaran por su cuerpo, explorando cada centímetro de su piel con caricias suaves y sensuales. Sus dedos trazaron líneas invisibles desde su cuello hasta sus pechos, y luego descendieron más allá de su ombligo. Suspiró ante la sensación del roce y se mordió el labio inferior, sintiendo la creciente excitación entre sus piernas. Se deslizó fuera de la cama y caminó desnuda hasta la ventana. Miró afuera,