La Vecina Prohibida
Valeria tenía cuarenta y cinco años, pero su cuerpo era un templo de lujuria madura que el tiempo había pulido en lugar de desgastar: tetas enormes de copa E que colgaban pesadas y jugosas bajo cualquier blusa, rebotando con cada paso como melones maduros listos para ser devorados, pezones oscuros y gruesos como monedas de chocolate que se endurecían al menor roce del aire acondicionado, aureolas anchas y arrugadas por años de chupadas y pellizcos, caderas anchas que se mecían con una cadencia hipnótica, terminando en un culo carnoso y redondo que tensaba los leggings de yoga hasta el punto de ruptura, nalgas separadas por un surco profundo donde su ano fruncido rosado asomaba tentador cuando se inclinaba, y un coño depilado con labios mayores hinchados y carnosos que se abrían como pétalos húmedos al excitarse, clítoris grande y rojo protuberante que palpitaba visiblemente bajo tangas minúsculos, chorreando jugos espesos y almizclados como miel caliente cuando se calentaba. Su melena rubia teñida caía en ondas desordenadas hasta los hombros, enmarcando un rostro con labios carnosos pintados de rojo que siempre parecían listos para chupar verga, ojos verdes felinos que devoraban con una picardía experta, y una risa ronca y gutural que hacía que las pollas se endurecieran solo de oírla, como si prometiera garganta profunda y semen tragado hasta la última gota.
Vecina de al lado en un edificio elegante de Belgrano, Buenos Aires, casada con un cornudo de cincuenta años que pasaba más tiempo en reuniones de directorio y viajes de "negocios" que en su cama, dejando su coño maduro insatisfecho y chorreante por semanas. Valeria era la fantasía prohibida de todo pendejo del barrio: la que saludaba en el ascensor con escotes profundos que dejaban ver el valle entre sus tetas enormes, la que hacía yoga en el balcón con leggings transparentes que marcaban el surco de su coño cameltoe y el ano fruncido cuando se ponía en doggy, la que gemía bajito en las noches solitarias masturbándose con un vibrador grueso, paredes finas dejando escapar "¡Fóllame más duro!" que llegaban al oído de quien espiaba.
Franco, el hijo de la vecina de enfrente, tenía diecinueve años: un pendejo alto y atlético por las tardes de fútbol en el club del barrio, con músculos definidos que tensaban las remeras hasta mostrar pezones endurecidos, cabello negro revuelto que olía a sudor fresco después de entrenar, ojos cafés intensos que siempre se clavaban en las tetas de Valeria como un depredador, y una polla monstruosa para su edad –dieciocho centímetros de carne venosa y gruesa como una lata de cerveza, glande rosado ancho que se ponía morado de excitación, goteando precum espeso y transparente como lágrimas de lujuria constante, bolas pesadas y peludas llenas de semen acumulado por pajas diarias pensando en ella, ordeñándose furiosamente en su cuarto mientras imaginaba hundir la cara en su culo maduro, lamiendo su ano hasta que chorree squirt en su boca.
Vivía con su madre viuda, una mujer trabajadora que no sospechaba nada, pero su obsesión era Valeria: la espiaba desde la ventana del pasillo cuando ella regaba las plantas en el balcón compartido, culo en pompa tensando shorts cortos que se metían entre nalgas, imaginando arrancárselos para follarle el ano maduro hasta rebosar semen; o cuando salía a tirar la basura en bata corta, tetas rebotando libres, pezones oscuros pinchando la tela fina como balas endurecidas. Se pajeaba tres veces al día con su imagen: mano bombeando su polla venosa mientras gemía "¡Valeria, tu coño maduro me ordeña... tomá mi leche joven en tus tetas enormes!"
El detonante fue una tarde de tormenta torrencial en pleno verano porteño, el cielo gris descargando lluvia como semen acumulado, truenos retumbando como gemidos ahogados. La madre de Franco lo mandó con un paraguas prestado: "Andá a lo de Valeria, pendejo, dice que necesita ayuda con la computadora, el marido está de viaje otra vez en Córdoba con sus 'reuniones'." Franco cruzó el pasillo empapado, polla semi-dura ya por la anticipación, el olor a lluvia mezclándose con el perfume que siempre flotaba desde su puerta –jazmín caro y almizcle de coño cachondo no follado.
Valeria abrió en un robe corto de seda negra que apenas cubría sus muslos carnoso y sudorosos por el calor pegajoso, el escote profundo dejando ver el valle infinito entre sus tetas E, pezones oscuros endurecidos pinchando la tela fina como si rogara ser chupados y mordidos. "¡Franco, pasá, mi salvador! Este calor me tiene el coño en llamas... y la compu se colgó justo cuando necesitaba... distraerme." Su voz era un ronroneo maduro y sucio, ojos verdes devorándolo mientras lo guiaba a la cocina, culo rebotando bajo el robe corto, nalgas separadas por el surco donde su ano fruncido asomaba tentador al inclinarse para enchufar la notebook, robe subiéndose lo justo para exponer labios vaginales hinchados sin tanga, coño depilado brillando de jugos traicioneros que goteaban por su perineo hasta el piso de cerámica.
Franco se quedó paralizado, polla endureciéndose fully en los jeans hasta doler, glande presionando la cremallera con precum manchando la tela desde adentro. "Valeria... joder, siempre te miro... tu culo cuando hacés yoga, tus tetas rebotando en el ascensor... me pajeo todos los días pensando en follarte, en meterte mi verga joven en ese coño maduro que tu marido ignora." Las palabras salieron como un torrente, voz temblorosa pero cargada de lujuria acumulada, mano bajando instintivamente para ajustarse el bulto obsceno. Valeria se giró lento, sonrisa lobuna curvando sus labios carnosos pintados de rojo, ojos verdes brillando con hambre madura mientras desataba el robe con deliberada lentitud, tela cayendo al piso como una piel mudada para revelar su cuerpo desnudo y pecaminoso: tetas E pesadas colgando con gravedad deliciosa, rebotando libres con pezones oscuros gruesos como monedas erectos al aire fresco, aureolas anchas arrugadas por años de chupadas, vientre suave con estrías plateadas que gritaban "follame como a una puta experimentada", caderas anchas temblando de anticipación, coño depilado con labios mayores hinchados y separados por jugos espesos transparentes que goteaban en hilos largos por sus muslos carnoso, clítoris grande rojo protuberante palpitando visiblemente, ano fruncido debajo rosado y lubricado natural rogando ser estirado.
"¡Pendejo cachondo de mierda! Te vi espiándome por la ventana, pajeándote esa verga gruesa mientras yo hacía yoga... mi marido no me toca hace meses, su pija floja y chica no sirve para nada, me deja el coño chorreando y vacío. Vení, Franco... fóllame como la puta madura que soy. ¡Tomá mis tetas enormes, chupalas hasta que duela, mordé mis pezones oscuros como un animal hambriento!" Se lanzó contra él, tetas pesadas presionando su pecho, boca capturando la suya en un beso voraz y salado, lengua madura invadiendo su boca joven, chupando su lengua como si fuera su clítoris mientras manos bajaban a desabrochar sus jeans, liberando su polla monstruosa: gruesa y venosa saltando libre con un slap contra su vientre, glande rosado ancho goteando precum espeso que ella untó con la palma, bombeando el eje con rudeza experta. "¡Qué verga joven y gruesa tenés, pendejo! Más grande y dura que la de mi cornudo... sentís cómo palpita por mi coño maduro? Arrodíllate y lamé mi coño que chorrea por vos, Franco. Quiero tu lengua joven en mis labios hinchados hasta que squirtée en tu cara como una fuente de puta insatisfecha."
Franco cayó de rodillas en el piso de la cocina, el impacto enviando ondas a su polla dura que goteaba precum en el cerámico, cara hundida entre sus muslos carnoso mientras ella abría las piernas en la encimera, coño expuesto chorreando jugos almizclados maduros que olían a sexo reprimido. Su lengua plana lamió desde el ano fruncido rosado –punzando el anillo muscular con lametones circulares que lo hicieron ceder, saboreando el sabor salado y prohibido– hasta los labios mayores hinchados, separados por jugos espesos que chorreaban como miel caliente, succionando el clítoris grande rojo con labios sellados como un vacío. "¡Lameme el coño maduro, pendejo! Meté la lengua profunda en mi vagina... oh, joder, chupá mi clítoris hinchado, succionalo hasta que duela... sentís cómo chorrea jugo por tu boca joven?" Valeria clavó uñas en su cabello revuelto, caderas empujando contra su cara, tetas E rebotando pesadas sobre su cabeza mientras él lamía voraz, tres dedos hundiéndose en su coño experimentado, chapoteando en paredes aterciopeladas que apretaban como un puño caliente, curvándose para masajear su punto G con un "ven acá" que la hacía aullar.
"¡Sí, follame el coño con los dedos, Franco! Tu lengua en mi clítoris me mata... oh, cabrón, meté uno en mi ano también, estirame los dos agujeros mientras me lamés!" Él obedeció, dedo medio untado en jugos vaginales presionando su ano fruncido hasta hundirse, follándola doble mientras succionaba su clítoris rojo hasta que ardía. Valeria explotó en un orgasmo devastador, squirt chorreado en chorros potentes y calientes empapando su cara, barba incipiente y pecho, jugos espesos almizclados que él bebió con avidez gulosa, lengua capturando cada gota de su ano dilatado y coño convulsionante. "¡Me vengo, pendejo! Squirt en tu cara joven... oh, joder, no pares de lamer mi ano mientras chorrea mi coño maduro!"
Exhausta pero hambrienta, Valeria lo levantó de un tirón, tetas pesadas rozando su pecho sudoroso: "Ahora, mi turno... quiero esa verga joven en mi boca. Arrodíllate en la silla, Franco, dejame chuparte hasta que me inunde la garganta de leche espesa." Él obedeció, polla dura balanceándose goteando precum, y ella se arrodilló, tetas E colgando pesadas rozando sus muslos mientras labios carnosos envolvieron su glande rosado, lengua madura girando en el frenillo salado, succionando con vacuidad experta que lo hizo gruñir. "¡Chupala bien, Valeria! Tragá mi verga hasta las bolas... oh, joder, tu boca madura me ordeña como un coño... sentís mi precum en tu lengua de puta?" Ella tragó profundo, garganta convulsionando alrededor del eje venoso, arcadas suaves que la hacían toser saliva goteante por las bolas peludas, tetas rebotando contra sus muslos mientras lamía venas protuberantes, bolas metidas una a una en su boca caliente, succionando hasta que palpitaron.
"Follame la boca más profundo, pendejo... ahogame con tu pija gruesa hasta que tosa... oh, joder, tu verga sabe a juventud prohibida, quiero tu leche espesa bajando por mi garganta infiel." Aceleró, cabeza subiendo y bajando en ritmo frenético, labios rojos dejando marcas en el eje, garganta apretando como un ano virgen hasta que Franco eyaculó: "¡Tomá mi leche, Valeria! Inundo tu boca madura de semen joven... tragá todo, puta!" Chorros espesos y calientes inundaron su paladar, semen salado y viscoso bajando en tragos convulsionados, exceso goteando por su barbilla hasta sus tetas E, donde ella untó con dedos para lamerlo con avidez: "¡Deliciosa tu leche, pendejo! Más espesa que la de mi marido flojo... ahora, fóllame el coño que chorrea por vos."
Lo montó en la silla de la cocina, coño maduro tragando su polla aún dura en un thrust profundo y resbaladizo, paredes vaginales experimentadas apretando su carne venosa como un guante caliente y aterciopelado, jugos espesos goteando por sus bolas peludas. "¡Tomá mi verga joven en tu coño maduro, Valeria! Sentís cómo te estiro las paredes que tu marido ignora? Aprieta más, puta... ordeñame con tu vagina infiel!" Ella cabalgó salvaje, tetas E rebotando pesadas en su cara como melones jugosos, pezones oscuros gruesos rozando su boca para que los chupara y mordiera. "¡Fóllame el coño que mi marido no toca, pendejo! Tu pija gruesa me parte... oh, joder, rozá mi cervix profundo, haceme squirt en tus bolas peludas como una puta casada adicta!"
Caderas girando en círculos profundos y brutales, clítoris grande rojo frotándose contra su pubis velloso en cada bajada, jugos almizclados chorreando por sus muslos y bolas en ríos pegajosos. Rotaron sin aliento: Valeria a cuatro patas en la mesa de la cocina, platos volcados derramando vino tinto como sangre de pasión, culo carnoso en pompa con nalgas separadas exponiendo ano fruncido rosado palpitante. "Ahora mi culo, Franco... fóllame el ano maduro que mi cornudo nunca toca. Méteme esa verga joven en mi recto, rómpeme como una puta anal experta." Él untó su glande morado con jugos de su coño chorreante –lubricante natural espeso y cremoso–, presionando el anillo fruncido hasta ceder con un pop quemante y obsceno, ano tragando centímetro a centímetro su carne venosa joven, paredes internas apretando como un vicio maduro y hambriento.
"¡Joder, qué apretado tu culo maduro, Valeria! Sentís cómo te estiro el ano con mi pija gruesa? Aprieta más, puta... ordeñame el semen con tu recto infiel mientras te follo como un animal!" Embistió brutal desde el principio, thrusts profundos y salvajes que golpeaban su interior hasta el límite, bolas peludas chapoteando contra su coño vacío y chorreante, mano bajando para meter tres dedos en su vagina, follándola doble con carne y falanges. "¡Sodomízame más duro, pendejo! Tu verga me parte el culo... oh, joder, rozá mi próstata madura, haceme squirt por el ano lleno!" Ella gritó ronco, tetas E colgando pesadas rebotando contra la mesa, pezones oscuros rozando la madera fría, mano bajando para frotar su clítoris grande rojo en círculos frenéticos.
El placer la rompió en orgasmos múltiples: squirt vaginal chorreado empapando sus bolas y el piso, ano convulsionando alrededor de su polla en espasmos que lo ordeñaban como un puño vivo. "¡Me vengo anal, Franco! Tu pija en mi culo me hace chorrear como una puta... oh, llename de leche, rebosa mi recto maduro!" Él rugió, embistiendo una última vez hasta la empuñadura: "¡Tomá mi semen en el ano, Valeria! Inundo tu culo infiel de leche joven espesa... sentís cómo chorrea por tus nalgas carnoso?" Eyaculó en torrentes potentes y calientes, semen blanco y viscoso rebosando de su ano dilatado en hilos pegajosos que goteaban por sus muslos y coño, mezclándose con squirt en un charco sucio bajo ellos.
Colapsaron en la cocina, su polla aún palpitante en su ano rebosante, besos sucios con lenguas compartiendo sabores de semen y jugos, tetas pesadas presionando su pecho sudoroso. "Esto no termina acá, pendejo... volveré a por más cuando mi marido duerma. Fóllame el coño, el ano y la garganta todos los días... soy tu puta vecina madura ahora." Franco, adicto al contraste –su polla joven en carne madura chorreante–, asintió, dedo untando semen de su ano para metérselo en la boca: "Sí, Valeria... tu coño y culo son míos. Te lleno de leche joven hasta que reboses como la zorra que sos." El secreto vecinal floreció en folladas diarias: coño y ano de Valeria rebosantes de semen pendejo, squirt empapando su casa mientras el marido dormía ajeno, un affair maduro-joven que los consumía en placer prohibido y eterno.

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