La Chispa en la Noche
Capítulo 1: La Chispa en la Noche
La casa de Mateo y Laura en Palermo era un refugio de bohemia urbana: paredes blancas salpicadas de arte abstracto que sugería formas curvas y entrelazadas, un sofá modular de terciopelo gris que invitaba a conversaciones eternas, y una mesa de comedor de madera reciclada que esa noche brillaba bajo la luz tenue de velas aromáticas a vainilla y jazmín. Era viernes, el final de una semana que había dejado a todos exhaustos pero anhelantes de conexión. Mateo, de treinta años, con su complexión atlética forjada en canchas de pádel y una sonrisa que desarmaba defensas, sirvió el Malbec en copas anchas, el líquido rojo girando como un secreto compartido. A su lado, Laura, su esposa de dos años, irradiaba calidez con su melena castaña suelta hasta los hombros y un vestido negro ceñido que acentuaba sus curvas suaves, los senos plenos rozando la tela con cada risa.
Frente a ellos, en el sofá, Diego y Sofía, sus amigos inseparables desde la facultad de arquitectura. Diego, veintiocho, era el pensador del grupo: alto y delgado, con gafas de montura fina que enmarcaban ojos verdes curiosos, y una camisa blanca desabotonada lo justo para revelar un pecho liso. Sofía, su novia de un año, era un torbellino de energía: rubia con reflejos dorados, cuerpo esbelto pero curvilíneo, enfundada en una falda plisada que subía peligrosamente por sus muslos tonificados y una blusa de seda que dejaba entrever el encaje de su sujetador. Habían llegado con una botella de gin premium y anécdotas de su último viaje a las sierras, donde el aire puro había avivado chispas de intimidad que aún flotaban en sus miradas cómplices.
La cena había sido un festín improvisado: empanadas de humita caseras de Laura, ensalada de rúcula con queso de cabra, y un postre de dulce de leche que Mateo había lamido de los dedos de su esposa en un gesto juguetón que hizo que Sofía se sonrojara y Diego carraspeara. El vino fluía, desatando risas que rebotaban en las paredes como ecos de juventud perdida. "Recordás esa vez en la playa de Mar del Plata?", lanzó Mateo, reclinado en su silla, brazo alrededor de la cintura de Laura. "Diego se quedó dormido en la arena y Sofía lo dibujó con protector solar en la cara. Parecías un Picasso abstracto, boludo."
Diego rio, pero sus ojos se desviaron un instante a las piernas de Laura, cruzadas elegantemente bajo la mesa, la falda subiendo lo justo para insinuar la curva de su muslo. "Y vos, Mateo, con esa novia nueva que trajiste... Laura, ¿sabías que él juraba que era hetero hasta que te vio?" Laura se inclinó hacia adelante, su escote profundizándose, y rozó el brazo de Diego con la yema de los dedos, un toque casual que duró un segundo de más. "Oh, lo sé. Pero ahora me tiene a mí... y a veces me pregunto si no extraña un poco la variedad." Su voz era un ronroneo juguetón, pero había un brillo en sus ojos castaños que hacía que el aire se cargara de electricidad.
Sofía, siempre la más audaz en el grupo, captó la corriente. Se levantó para rellenar las copas, su blusa ondeando lo suficiente para que el encaje negro asomara, captando la mirada de Mateo, quien disimuló con un sorbo de vino. "Hablemos claro, gente. Somos amigos hace años, hemos visto de todo: borracheras, rupturas, hasta esa vez que Diego y yo nos besamos en una fiesta para hacer celos a un ex... ¿por qué no admitir que hay química aquí? No solo entre parejas, sino... entre todos." Se sentó en el brazo del sofá junto a Mateo, su muslo rozando el de él, un contacto cálido que hizo que Laura arqueara una ceja con diversión.
El silencio que siguió fue espeso, pero no incómodo; era como el preludio a una tormenta deseada. Diego ajustó sus gafas, el rubor subiendo por su cuello, pero su mano encontró la rodilla de Sofía bajo la falda, un apretón posesivo que era también invitación. "Sofi tiene razón. Siempre hemos sido abiertos en la teoría. ¿Y si... probamos? Sin presiones, solo... explorar." Mateo miró a Laura, buscando su aprobación en esa conexión silenciosa que solo las parejas largas tienen. Ella asintió, mordiéndose el labio inferior, y extendió la mano hacia Sofía. "Vení acá, rubia. Dejame ver si esa química es real."
Sofía se deslizó al regazo de Laura con gracia felina, sus caderas acomodándose contra las de ella, y el beso que siguió fue suave al principio: labios rozándose como plumas, un susurro de vainilla y gin. Mateo y Diego observaron, hipnotizados, el pulso acelerándose en sus gargantas. Las manos de Laura subieron por la espalda de Sofía, desatando el lazo de su blusa, que cayó como una hoja, revelando hombros salpicados de pecas y el encaje negro que apenas contenía sus senos firmes. Sofía gimió bajito contra la boca de Laura, sus dedos trazando la clavícula de ella, bajando hasta el borde del vestido, donde la piel era cálida y suave.
Diego no aguantó más; se acercó a Mateo, su amigo de siempre, y posó una mano tentativa en su hombro, sintiendo el calor del cuerpo bajo la camisa. "Esto... ¿está bien?" Mateo giró la cabeza, sus labios rozando la oreja de Diego en un aliento caliente. "Más que bien, amigo. Miralas... son fuego." El beso entre ellos fue torpe al inicio, barbillas chocando, pero pronto se profundizó: lenguas explorando con curiosidad masculina, manos enredándose en cabellos, el roce de erecciones semi-duras contra muslos que prometía más.
La noche se volvió un tapiz de toques suaves: Sofía besando el cuello de Laura mientras Mateo lamía la clavícula de Diego, manos vagando por espaldas y cinturas, roces que encendían pero no consumían. Se mudaron al sofá, un enredo de cuerpos donde las risas se mezclaban con suspiros, el vino olvidado en la mesa. "Esto es solo el comienzo", murmuró Laura, sus dedos entrelazados con los de Sofía, mientras Diego y Mateo compartían un beso más profundo, prometiendo que la barrera entre amigos y amantes se disolvería al amanecer. La lluvia afuera arreció, como aplaudiendo la promesa de lo que vendría.
Capítulo 2: El Fuego Desatado
El sofá se convirtió en un altar de carne y deseo cuando las luces se atenuaron aún más, las velas proyectando sombras danzantes sobre pieles expuestas. Laura, con el vestido hecho un charco negro a sus pies, yacía de espaldas, sus senos plenos rebotando libres, pezones oscuros y erectos como bayas maduras, su coño depilado ya reluciente de jugos bajo el triángulo de vello recortado. Sofía, desnuda salvo por las medias de red que había conservado por capricho, se arrodilló entre sus piernas, lengua saliendo para lamer los labios vaginales en una pasada larga y lenta, saboreando el dulce almizcle que la hizo gemir. "Joder, Laura, tu coño sabe a pecado... abrí las piernas más, dejame chuparte hasta que chorreés."
Laura arqueó la espalda, uñas clavándose en los muslos de Sofía, caderas empujando contra esa boca voraz. "¡Sí, lameme el clítoris, rubia puta! Meté la lengua adentro, haceme sentir tu hambre." Sofía obedeció, succionando el botón hinchado con labios sellados, lengua girando en círculos rápidos mientras dos dedos se hundían en el coño empapado, curvándose para masajear el punto G con un "ven acá" que hacía que Laura gritara, tetas rebotando con cada espasmo. Al lado, Mateo y Diego se habían despojado de la ropa: Mateo, con su polla gruesa y venosa de diecinueve centímetros ya dura como hierro, glande morado goteando precum; Diego, más largo pero delgado, masturbándose lento mientras observaban el espectáculo.
"Vení, Diego... chupá mis huevos mientras Mateo me folla la boca", ordenó Sofía, su voz ronca entre lametones. Diego se acercó a gatas, lengua lamiendo las bolas pesadas de Mateo, metiéndolas una a una en su boca caliente, succionando con devoción mientras Mateo embestía la garganta de Sofía. Ella tragaba su polla con avidez, saliva goteando por el eje, arcadas suaves que vibraban contra la carne, mientras su propia mano bajaba a su coño, dedos frotando el clítoris en sincronía con los thrusts. "¡Joder, qué garganta tenés! Tragá todo, Sofi, ordeñame como a una puta", gruñó Mateo, follándole la boca con rudeza, bolas golpeando su barbilla.
Laura no se quedó atrás; se incorporó, empujando a Sofía de espaldas y montándola en un sesenta y nueve voraz: su coño sobre la cara de la rubia, lengua hundiéndose en pliegues rosados mientras Sofía lamía el suyo, dedos en anos mutuos, punzando anillos fruncidos con lubricante natural. "¡Lameme el culo, Laura! Meté la lengua en mi ano mientras te follo con los dedos", jadeó Sofía, tres falanges enterradas en el coño de Laura, pulgar frotando su clítoris. Ambas gemían en armonía, squirt mutuo empapando caras y tetas, orgasmos rasgando sus cuerpos en chorros calientes que salpicaban el sofá.
Mateo y Diego, encendidos por el espectáculo, se unieron: Mateo penetró a Laura desde atrás, doggy style con ella aún lamiendo a Sofía, su polla abriendo el coño chorreante en embestidas profundas, bolas chapoteando contra su clítoris. "¡Tomá mi verga, amor! Sentí cómo te lleno mientras comés el coño de nuestra amiga." Laura gritó contra la piel de Sofía, paredes vaginales contrayéndose alrededor de la carne de Mateo, leche materna –no, jugos cremosos– goteando por sus muslos. Diego, por su parte, se posicionó detrás de Sofía, glande presionando su ano lubricado por los jugos de arriba. "Voy a follarte el culo, Sofi... relájate y abrí para mí." Empujó lento, el anillo muscular cediendo ante la invasión, Sofía aullando de placer-dolor: "¡Sí, sodomizame! Estirá mi ano con tu polla larga, haceme tu puta anal."
La orgía se volvió un carrusel de cuerpos: rotaron posiciones como en un ritual pagano. Sofía cabalgó la polla de Mateo, coño tragando cada centímetro mientras Laura lamía sus tetas, succionando pezones hasta que leche –no, sudor salado– perlara su lengua. Diego follaba el culo de Laura a cuatro patas, embestidas brutales que la hacían rebotar sobre la cara de Sofía, quien chupaba el clítoris expuesto. "¡Fóllame más profundo, Diego! Rómpeme el ano mientras Mateo me come la boca", suplicaba Laura, besando a su marido con lengua compartida, saliva y precum mezclándose.
El clímax grupal llegó en una cadena: Mateo eyaculó primero en el coño de Sofía, semen caliente llenándola hasta rebosar, goteando por sus muslos para que Laura lamiera: "Tragá nuestra mezcla, amor... saboreá lo que nos damos." Diego siguió, sacando del ano de Laura para pintar sus tetas en chorros blancos, Sofía lamiendo el semen de los senos de su amiga en un beso lésbico profundo. Las mujeres se corrieron en tándem, squirt empapando pollas y caras, cuerpos convulsionando en un enredo sudoroso.
Exhaustos, colapsaron en el sofá, un tapiz de miembros entrelazados, risas ahogadas mezclándose con suspiros. "Esto... hay que repetirlo", murmuró Diego, besando el hombro de Mateo. Laura sonrió, dedo trazando un rastro de semen en el vientre de Sofía. "Mañana, segunda ronda. Pero esta noche... durmamos así." La lluvia cesó, dejando un silencio cómplice, donde las barreras se habían disuelto en placer puro, y la amistad se había forjado en fuego eterno.

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