Amigas en Primer Año
La pieza de Agustina tenía ese aire típico de un estudiante universitario que acababa de mudarse: un colchón en el suelo, libros apilados sobre el escritorio, y un par de fotos de familia pegadas con cinta a la pared. Carla, su mejor amiga desde la secundaria, estaba sentada con las piernas cruzadas sobre el colchón, rodeada de apuntes y resaltadores fluorescentes.
—Decime, Agus, ¿quién demonios inventó que química tenía que ser tan difícil? —preguntó Carla, sosteniendo el manual con cara de desesperación.
—Probablemente alguien que odiaba a la humanidad —respondió Agustina mientras garabateaba ecuaciones en su cuaderno—. ¿Querés que te explique otra vez la estructura molecular?
Carla tiró el manual al colchón con un suspiro exagerado.
—No, lo que quiero es dejar todo, abrir una panadería y vivir tranquila. La glucosa entiendo cómo funciona, los carbohidratos son mi zona de confort.
Agustina rió, levantando la mirada.
—Eso decís ahora, pero a los dos días estarías llorando porque te aburrís. Vos querés desafíos, aunque te quejes.
Carla agarró un resaltador amarillo y lo apuntó como si fuera un cuchillo.
—Me conocés demasiado. Eso me asusta un poco.
Agustina se encogió de hombros y volvió a su cuaderno.
—Llamalo intuición o años de escuchar tus quejas por todo. Igual, en serio, esto no es tan difícil. Es cuestión de organizarse.
Carla soltó una risa irónica.
—¿Organizarme? Si ni siquiera sé qué día es hoy.
Agustina señaló la pared, donde un calendario colgaba con un círculo rojo alrededor de una fecha.
—Mirá, hoy es lunes. Y mañana tenés tu parcial de química. Así que, si no te organizás, tu plan de la panadería va a tener que incluir clases de repostería básica.
Carla le lanzó el resaltador, que Agustina esquivó con facilidad.
—Sos una pésima motivadora, ¿sabías?
—Sos una pésima estudiante, así que estamos a mano —contestó Agustina con una sonrisa burlona.
El cuarto quedó en silencio por unos minutos mientras ambas se concentraban en sus apuntes. Carla, finalmente, rompió el momento.
—¿Sabés qué? Si aprobamos este parcial, prometo invitarte a cenar. Vos elegís el lugar.
Agustina levantó una ceja.
—¿Eso incluye postre?
—Obvio —respondió Carla, alzando la mano como si hiciera un juramento solemne—. Pero primero tenés que asegurarte de que mi cerebro no colapse en el intento.
Agustina le lanzó una pelota de papel que había en el escritorio.
—Trato hecho. Ahora, dejá de hacerte la mártir y prestá atención.
Ambas rieron, y Carla se inclinó hacia adelante para escuchar. Era el tipo de momento que, aunque rodeado de ecuaciones y manuales, les recordaba que estaban juntas en esto, como siempre lo habían estado.
El estudio siguió durante un rato, con risas, quejas y alguna que otra boludez que Carla soltaba para alivianar la tensión. Las horas pasaban rápido cuando estaban juntas, aunque ninguna se daba cuenta del reloj.
Agustina cerró el manual de química de un golpe seco.
—Listo. Creo que si explico una vez más lo que es un enlace covalente, me voy a convertir en uno.
Carla se dejó caer dramáticamente sobre el colchón.
—Por favor, que me entierren con este libro. Insuficiente para aprobar, pero lo suficientemente pesado para el velorio.
Agustina se echó a reír, esa risa que siempre hacía que Carla la mirara más de la cuenta. Era contagiosa, fácil, como si el mundo fuera menos complicado cuando Agustina estaba cerca.
—Dramática —respondió Agustina, tirándole un almohadón.
Carla lo agarró y lo apretó contra su pecho.
—No te rías de mí, che. Estudiar conmigo debe ser un castigo divino.
—¿Un castigo? —replicó Agustina, moviendo la cabeza con una sonrisa suave—. Nah, Carla. Estar con vos nunca es un castigo.
El tono había cambiado, sutil, pero claro. Carla lo notó al instante. Levantó la vista y encontró los ojos de Agustina, que la miraban con algo más que simple paciencia. Era una mezcla de cariño y algo que hacía que le temblaran las manos.
—¿Por qué me mirás así? —preguntó Carla, medio en broma, pero su voz sonó más suave de lo que esperaba.
Agustina no contestó de inmediato. En cambio, se acercó un poco, apoyando una mano en el colchón para sostenerse.
—No sé… Porque sos mi mejor amiga, y a veces me pregunto si te das cuenta de lo genial que sos.
Carla se quedó en silencio, el corazón latiéndole más fuerte de lo que debería. No era la primera vez que Agustina decía algo lindo, pero había algo diferente en esa noche, en ese momento.
—No sé si soy tan genial, pero gracias —murmuró, sin saber qué más decir.
Agustina se inclinó un poco más, ahora tan cerca que Carla podía sentir su respiración.
—¿Te puedo decir algo?
Carla asintió, incapaz de romper el contacto visual.
—Claro.
—No sé si soy yo, o si es esta noche, pero… creo que quiero besarte.
El aire en la habitación se volvió denso, cargado de algo que ninguna de las dos estaba preparada para enfrentar. Carla tragó saliva, sintiendo que el tiempo se detenía.
—Entonces, besame —susurró, apenas capaz de escuchar su propia voz.
Agustina no esperó más. Se inclinó, cerrando el pequeño espacio entre ellas, y la besó. Fue suave al principio, casi como si tuviera miedo de arruinarlo, pero cuando sintió que Carla respondía, el beso se volvió más seguro, más decidido.
Cuando se separaron, ambas estaban sin aliento, pero ninguna se movió demasiado. Carla le rozó la cara a Agustina con los dedos, sonriendo un poco.
—¿Eso cuenta como repaso de química?
Agustina rió, apoyando la frente contra la de Carla.
—Cuenta como química, seguro.
Agustina y Carla se besaron con pasión, sus lenguas entrelazadas en un baile de deseo. Las manos de Agustina recorrieron el cuerpo de Carla, desde su cuello hasta su vientre, subiendo a acunar sus senos a través de su blusa. Carla se arqueó contra ella, gimiendo de placer.
—Agus… —gimió Carla, sintiendo como si fuera a perder la razón—
Después de unos momentos de besos y caricias, Agustina comenzó a quitarse su blusa. Carla la miró con deseo en sus ojos mientras se quitaba su propia blusa. Después de quitarse las blusas, se besaron de nuevo, sintiendo la piel de la otra contra la suya.
—Sos hermosa —dijo Agustina, mientras lamía el cuello de Carla—
Después de varios momentos de besos, Agustina se quitó su sostén y Carla hizo lo mismo. Las dos mujeres se miraron el una a la otra, sintiendo el aire frío de la habitación sobre sus pechos desnudos. Luego, se pusieron una encima de la otra y comenzaron a lamerse los senos mutuamente.
—Mmmm… —gimió Carla, sintiendo como si estuviera en el cielo—
Mientras lamían sus senos, Carla comenzó a quitarse su falda. Agustina la siguió y se quitó su propia falda. Ahora estaban desnudas, excepto por sus bragas. Se miraron el una a la otra, sintiendo el deseo crecer en ellas.
—Vamos a hacer algo loco —dijo Agustina, sonriendo—
Agustina se quitó su braga y Carla hizo lo mismo. Ahora estaban completamente desnudas. Se pusieron una encima de la otra y comenzó a lamerse sus conchas mutuamente. Sus lenguas se movían en ritmos circulares, explorando cada rincón de sus conchas.
—¡Dios! —gimió Carla, sintiendo como si fuera a explotar—
Después de varios minutos de lamerse mutuamente, Agustina sintió como si estuviera a punto de llegar al orgasmo. Gimió de placer
—¡Dios! ¡Voy a llegar! —gimió Agustina, sintiendo como si fuera a perder la razón—
Finalmente, después de varios minutos de lamerse mutuamente, Agustina llegó al orgasmo. Gimió de placer y se derrumbó sobre Carla, sintiendo como si estuviera flotando en el aire.
Después de unos momentos, Agustina se levantó y comenzó a lamerle el ano a Carla. Carla gimió de placer, sintiendo como si estuviera en el cielo. Agustina siguió lamiéndole el ano, moviendo su lengua en ritmos circulares, mientras acariciaba sus muslos con una mano y con la otra frotaba el clitoris de su amiga.
—¡Agus! ¡Me voy a venir! —gimió Carla, sintiendo como si fuera a explotar—
Finalmente, después de varios minutos de lamerle el ano, Carla llegó al orgasmo. Gimió de placer y se derrumbó sobre Agustina, sintiendo como si estuviera flotando en el aire.
Las dos mujeres se miraron el una a la otra, con los ojos vidriosos de placer. Se pusieron una encima de la otra y comenzaron a besarse con pasión. Sus lenguas se entrelazaron en un baile de deseo, sintiendo el sabor de sus fluidos vaginales en sus bocas.
—Mmmm… —gimió Agustina, sintiendo como si estuviera en el cielo—
Sus lenguas se movían en ritmos circulares, explorando cada rincón de sus bocas. Era como si estuvieran bailando en el aire, sintiendo como si estuvieran unidas en ese momento.
—Creo que voy a querer seguir estudiando contigo— dijo Carla, y ambas rieron abrazadas.
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