Una jefa bien culeada
Una jefa bien culeada
Claudia Navarro no había llegado a los 54 años siendo una mujer cualquiera. Era una de las ejecutivas más respetadas en su campo. Su porte elegante y su mirada firme la habían llevado a la cima de una de las empresas más importantes de la ciudad. Su cabello, largo y castaño, se había vuelto más plateado con el tiempo, pero lo llevaba con orgullo, siempre recogido en un moño perfecto. Vestía trajes oscuros que realzaban su figura alta y delgada, y sus tacones resonaban en los pasillos como el recordatorio de su autoridad. Claudia estaba acostumbrada a estar al mando, a no mostrar vulnerabilidades.
Sin embargo, todo cambió cuando Lucas Vega, un consultor freelance de 28 años, fue contratado para colaborar temporalmente con su equipo. Lucas era lo opuesto a ella: joven, creativo, lleno de vida. Su cabello oscuro y desordenado, y sus jeans gastados, chocaban con el ambiente más formal de la oficina. Pero lo que más atraía a Claudia no era su aspecto juvenil, sino su energía. Había algo en él que hacía que ella, después de tanto tiempo, sintiera que las reglas que tanto había seguido comenzaban a desmoronarse.
Todo comenzó de manera profesional. Lucía, su asistente de 60 años, había sido su confidente durante más de una década, y fue la primera en hacer un comentario.
—Ese joven Lucas... —dijo Lucía con una sonrisa pícara mientras le traía un café—. Parece que ha traído algo más que ideas frescas a la oficina.
Claudia alzó la vista, arqueando una ceja.
—Es bueno en lo que hace. Nada más que eso —respondió, fingiendo indiferencia.
Lucía rió suavemente.
—Claro, claro... pero es joven, guapo... A veces esas cosas cuentan.
Claudia se quedó en silencio, volviendo a sus papeles, pero no pudo evitar que las palabras de Lucía la acompañaran durante el resto del día. Esa tarde, mientras revisaba algunos bocetos con Lucas en la sala de reuniones, notó cómo la cercanía física entre ambos la afectaba de una manera inesperada.
—Creo que si ajustamos estos colores... —Lucas se inclinó sobre la mesa, acercándose a Claudia para mostrarle una pantalla. Ella podía sentir su perfume, fresco y masculino, y su brazo rozó ligeramente el suyo. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—Sí, eso funcionará —dijo, su voz más suave de lo habitual. Se obligó a mantener la compostura.
Lucas la miró, con esa sonrisa fácil que siempre parecía llevar consigo.
—Me gusta trabajar contigo, Claudia. Tienes una manera de ver las cosas que me inspira. —Su tono era más íntimo de lo necesario.
Claudia sintió que el corazón se le aceleraba. Sabía que era absurdo, que había más de 25 años entre ellos. Pero había algo en Lucas que rompía todas sus barreras.
—Gracias, Lucas. —Se levantó rápidamente, tratando de ocultar su incomodidad—. Deberíamos continuar mañana.
Lucas la observó en silencio mientras ella recogía sus cosas y salía de la sala, su mirada fija en ella como si hubiera notado su lucha interna.
La Fiesta de la Empresa
Días después, en la fiesta anual de la empresa, Claudia llegó impecable, como siempre. Llevaba un vestido negro ceñido que resaltaba sus curvas aún esbeltas, a pesar del paso de los años. Su cabello plateado caía suelto en ondas suaves, y su piel brillaba bajo las luces tenues del salón. Estaba acostumbrada a las miradas, pero esa noche solo una mirada le importaba.
Lucas apareció tarde, como siempre, vistiendo su característico estilo casual, pero había algo en su forma de caminar que capturaba la atención de todos. Claudia lo vio de reojo mientras conversaba con Carlos, un colega cercano.
—El chico nuevo parece estar haciendo buenos amigos —comentó Carlos, tomando un sorbo de su whisky.
—Sí, tiene talento —respondió Claudia, distraída.
Carlos la miró de reojo y sonrió, con una chispa de picardía en los ojos.
—He oído que también ha causado impresión en otras áreas. —Su tono insinuaba más de lo que decía.
Claudia frunció el ceño, sintiendo el peso del juicio de sus colegas. Pero cuando Lucas se acercó más tarde, fue como si todo lo demás desapareciera.
—¿Te molesta lo que dicen los demás? —preguntó Lucas, observándola con esos ojos oscuros llenos de determinación.
—¿Y qué crees que dicen? —respondió ella, con un tono casi desafiante.
—Que soy demasiado joven para ti. Que no encajamos. —Lucas la miraba de frente, sin miedo a lo que podía ver en su rostro—. Y parece que a ti te importa lo que piensen.
Claudia se tensó, como si algo dentro de ella se estuviera rompiendo.
—Tengo 54 años, Lucas. Mi vida está establecida. No puedo permitirme estos... errores.
Lucas dio un paso hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos.
—¿Errores? —repitió, su voz más baja, más profunda—. ¿Es eso lo que soy para ti?
Claudia lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de deseo y duda. Lucas estaba tan cerca que podía sentir su respiración, el calor de su cuerpo invadiendo el espacio entre ellos. Ella sabía que si daba ese paso, no habría vuelta atrás. Pero también sabía que, por primera vez en mucho tiempo, quería saltar al vacío.
—Es complicado —murmuró—. Tú eres joven. Yo... ya no soy esa mujer que puede permitirse actuar sin pensar.
Lucas levantó la mano y rozó suavemente su mejilla, provocando un escalofrío que recorrió todo el cuerpo de Claudia.
—No me importa tu edad, Claudia. Me importas tú. Lo que sientes, lo que quieres. —Su voz era grave, casi un susurro—. No tienes que quedarte en tierra firme si no quieres.
El mundo pareció detenerse alrededor de ella. La música de la fiesta se desvaneció, las luces se volvieron más tenues. Claudia miró a Lucas, sintiendo cómo el peso de los años, de las expectativas y los prejuicios, se desvanecía lentamente.
Lucas no se movió. No se alejó. Esperó, como si supiera que la decisión debía ser de ella.
Y entonces, algo dentro de Claudia cambió. Dejó caer las barreras que había construido durante años, y antes de que pudiera detenerse, se inclinó hacia él. Sus labios se encontraron con los de Lucas en un beso suave, pero cargado de deseo. La sensación fue como una corriente eléctrica, un fuego que había estado latente durante demasiado tiempo.
El beso comenzó lento, con una delicadeza que contrastaba con la intensidad del momento. Claudia sintió cómo sus labios se amoldaban perfectamente a los de Lucas, cómo sus cuerpos, aunque tan diferentes, encajaban en esa unión. Él la tomó por la cintura, acercándola más a él, mientras sus labios exploraban los de ella con una mezcla de ternura y pasión.
El mundo a su alrededor desapareció por completo. Los labios de Lucas eran cálidos y firmes, y el roce de sus manos en la espalda de Claudia la hizo estremecerse. El beso se profundizó, volviéndose más intenso, más urgente. Sus manos acariciaron suavemente el rostro de Lucas, sintiendo la suavidad de su barba incipiente bajo sus dedos, mientras él deslizaba una mano por su espalda, atrayéndola aún más hacia él.
Claudia sintió cómo todo lo que había reprimido durante tanto tiempo se liberaba en ese beso: el miedo, las dudas, las expectativas de los demás. Y, por primera vez en mucho tiempo, se permitió sentir.
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban agitadamente. Lucas la miró, con una sonrisa satisfecha en los labios.
—Ese fue el salto —susurró Claudia, con una sonrisa que reflejaba la libertad que acababa de encontrar.
Lucas acarició su mejilla con ternura.
—Y no nos hemos caído.
Ella rió suavemente, apoyando su frente en la de él. Por primera vez en años, Claudia se sintió ligera, como si todo lo que había cargado durante tanto tiempo se hubiera desvanecido en ese beso.
Y en ese momento, supo que no había vuelta atrás. Había dado el salto... y estaba exactamente donde quería estar.
Claudia se dejó llevar por Lucas, sintiendo su cuerpo cerca del suyo. Lucas la besó con pasión, saboreando sus labios y sintiendo la intensidad de su deseo. Claudia correspondía con igual fervor, sintiendo la lengua de Lucas en su boca.
El beso se volvió más profundo, más urgente. Lucas comenzó a desabrochar el vestido de Claudia, revelando su cuerpo curvilíneo y seductor. Claudia se dejó hacer, sintiendo la excitación recorrer su cuerpo.
Lucas se arrodilló delante de Claudia, con una mirada seductora en sus ojos. Began a lamer la entrepierna de Claudia con suavidad, saboreando su intimidad con delicadeza. Claudia gemía suavemente, sintiendo la lengua de Lucas en su clítoris.
Lucas lamía con avidez, saboreando cada centímetro de la intimidad de Claudia. La mujer se movía con suavidad, gozando de la sensación de la lengua de Lucas en su clítoris. Lucas la miraba con una sonrisa pícara, sintiendo el poder de su habilidad.
Finalmente, Claudia no pudo más y comenzó a acabar, llenando la boca de Lucas con su placer. El joven consultor tragaba con gusto, sintiendo el sabor salado de su flujo. Claudia se relajaba, sintiendo la satisfacción de haber complacido a Lucas.
Ahora era el turno de Lucas de recibir placer. Claudia se arrodilló delante de él, con su cuerpo desnudo y su cabello suelto. Lucas se sentó en la cama, con su pene erecto y su mirada fija en Claudia.
La mujer began a lamer el pene de Lucas con suavidad. Lo saboreaba con su lengua, sintiendo la dureza y la calidez de su intimidad. Lucas gemía suavemente, sintiendo la lengua de Claudia en su piel.
Claudia lamía con avidez, saboreando cada centímetro de su pene. Lucas se movía con suavidad, gozando de la sensación de la lengua de Claudia en su intimidad. La mujer lo miraba con una sonrisa pícara, sintiendo el poder de su habilidad.
Finalmente, Claudia tomó el pene de Lucas en su boca, saboreándolo con ganas. Lo chupaba con fuerza, haciendo que Lucas gimiera de placer. La mujer gozaba de la sensación de tener su pene en su boca, sintiendo la excitación en su propio cuerpo.
Lucas no pudo más y comenzó a eyacular en la boca de Claudia. La mujer tragaba con gusto, sintiendo el sabor salado de su semen. Lucas se relajaba, sintiendo la satisfacción de haber complacido a Claudia.
Cuando Claudia ya se daba por satisfecha, Lucas se acercó a ella por detras y comenzo a lamer su ano con suavidad. Lo saboreaba con su lengua, sintiendo la calidez y la suavidad de su intimidad. Claudia gemía suavemente, sintiendo la lengua de Lucas en su ano.
Lucas lamía con avidez, saboreando cada centímetro de su ano. Claudia se movía con suavidad, gozando de la sensación de la lengua de Lucas en su intimidad. El joven consultor la miraba con una sonrisa pícara, sintiendo el poder de su habilidad.
Finalmente, Lucas introdujo un dedo en el ano de Claudia, dilatándolo con suavidad. La mujer gemía con más intensidad, sintiendo la invasión en su intimidad. Lucas continuaba con sus lametones, haciendo que Claudia se contorsionara de placer.
Lucas se colocó detrás de ella, con su pene erecto y su mirada fija en su ano. Comenzo a penetrarla analmente con suavidad, haciendo que Claudia gimiera de placer.
La mujer se movía con suavidad, sintiendo la penetración de Lucas en su ano. El joven consultor gozaba de la sensación de su pene en el ano de Claudia, sintiendo la calidez y la suavidad de su intimidad.
Finalmente, Lucas no pudo más y eyaculó dentro del culo de Claudia. La mujer se relajaba, sintiendo la satisfacción de haber complacido a Lucas. Ambos se miraron con una sonrisa satisfecha, sabiendo que habían compartido una experiencia única e íntima.
Volvieron a la realidad, con una sonrisa en sus rostros y el calor de la pasión en sus cuerpos. Habían dado un salto al vacío y ahora se encontraban en un mundo de placer y satisfacción.
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