Perdiendo a mi novia 6




La semana siguiente fue extraña. Claudia no paraba de reírse y de recordarme la noche con el hombre obeso. Yo estaba algo avergonzado, así que traté de acercarme a ella para recuperar nuestra relación.


Le pedí que corriéramos juntos por el parque, y ella aceptó con una sonrisa. Hablando de nuestras vidas, intenté mostrarme optimista y recuperar aquella chispa que teníamos.


Pero ella estaba distante, y notaba cómo su mente estaba en otra parte. Al regresar a casa, sugirió que no sentaramos en el sofa donde habíamos rodado aquel vídeo, y lo puso en la tele para verlo de vuelta.


Me sentí incómodo con la idea, pero accedí para no discutir. Claudia encendió unas velas aromáticas y puso música ambiental. La situación era extraña y algo incómoda.


Me pidió que me tumbara en el sofá y comenzó a acariciarme el pecho. Notaba su respiración en mi cuello, pero algo iba mal.


Intente besarla, pero ella se esquivó con sorna. Se rió y me dijo que había cambiado, que ya no era el mismo. Le pregunté qué quería decir, y ella me explicó que había disfrutado demasiado siendo el centro de atención aquella noche.


Dijo que había descubierto un nuevo mundo, y que yo no podía darle lo que necesitaba. Le pregunté qué era lo que quería, y ella me dijo que un hombre de verdad, no un pobre sumiso como yo.


Las lágrimas comenzaban a salir de mis ojos, pero ella las ignoró. Me dijo que estaba muy caliente por Luca, y que pasaría la noche en su departamento.


Le pedí que no lo hiciera, que yo podía cambiar y ser el hombre que ella necesitaba. Claudia se echó a reír y me dijo que era tarde para cambios.


La bese con pasión, pero ella me repelió con fuerza. Me dijo que era un pobre desgraciado y que siempre sería un macho beta.


Las lágrimas caían por mis mejillas, y me sentí humillado y desechado. Claudia se acercó con una sonrisa maligna y me dijo que ya no podia ser su hombre, que ahora solo podia ser su mujer. Con una voz suave y dominante, me explicó que iba a enseñarme cómo convertirme en una verdadera mujer.


Me quitó la ropa y dijo que debia volver a afeitarme el cuerpo, eliminando cada rastro de vello que ya habia crecido. Claudia aseguraba que las mujeres debían estar siempre perfectas, así que me aplicó una ducha de espuma y me rasuró las partes íntimas con cuidado. Yo notaba cómo mi piel quedaba suave y delicada al tacto.


Luego llegó el maquillaje. Claudia eligió un tono de base claro y me lo extendió por el rostro, ocultando mis rasgos masculinos. Me puso sombra de ojos azul y un lápiz de labios rojo intenso. Me sentia muy puta con aquellas pestañas falsas


Me puso nuevamente la misma peluca que en el video, que peinó con esmero antes de ponérmela. Me sentí extraño y humillado, como si estuviera en un sueño malo.


Claudia se acercó y me besó con lujuria. Me dijo que era su puta ahora, y que debía comportarme como tal.


Me hizo ponerme de rodillas y me ordenó que le chupara las bragas. Yo lo hice con ganas, sintiendo el sabor a mujer en mis labios.


Se quitó la ropa con cuidado, mostrando su cuerpo desnudo ante mí. Se sentó en mi rostro y me obligó a lamer su culo, mientras se tocaba los pechos con deleite.


Yo notaba cómo mi piel se ponía en fuego, y la vergüenza me quemaba por dentro. Pero su sabor me excitaba, y lamí su intimidad con ansia.


Claudia jadeaba y gemía por momentos, y yo sentía cómo su sabor me invadía. Me ordenó que encontrara su clítoris con la lengua, y yo busqué ese pequeño botón con cuidado.


Lo encontré y lo lamí con delicadeza. Ella se echó para atrás y gemía con fuerza, tocándose los pechos y apretando las nalgas.


Noté cómo su sabor se hacía más intenso, y ella se corrió con un grito sordo. Me miró con una sonrisa satisfecha y dijo que era una buena lengüita.


Me ordenó que me pusiera de pie y me llevó ante el espejo. Vi mi reflejo, maquillado como una mujer, con aquellas pestañas falsas y la peluca rubia. Claudia se veía impresionante, y yo era su juguete.


Se rió de mí con malicia y se fue a pasar la noche con Luca, dejándome solo y humillado en nuestro dormitorio.


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