La mas puta de la empresa 6



Maria había pasado una semana difícil en la oficina, aguantando los extraños juegos de su jefe. Pero ahora, era viernes por la noche y Ricardo la había invitado a una cena de negocios importante. La joven se sentía nerviosa y emocionaba a la vez, pues sabía que aquella cena podía ser una gran oportunidad para demostrar su valía.

Llegaron al restaurante de lujo, y Maria iba elegantemente vestida con un vestido negro que su jefe le había prestado. Ricardo la presentó a sus invitados como su fiel secretaria, y la sentaron cerca de él para que pudiera atenderles en todo momento.

Maria se sintió halagada por la confianza que Ricardo depositaba en ella, pero su comportamiento cambió rápidamente el rumbo de la velada. Durante la cena, el empresario la llamaba constantemente para que sirviera la comida, limpiara los restos o trajera más bebida. Maria obedece sin rechistar, sintiendo cómo los invitados se reían y comentaban el peculiar comportamiento de su jefe.

La cena transcurrió entre risas y conversaciones de negocios. Maria servia a los invitados con una sonrisa forzada, sintiendo la humillación en cada movimiento que hacía. Ricardo la miraba con orgullo, como si fuera su esclava personal.

Cuando llegada el postre, Ricardo hizo un gesto a Maria para que se acercara. La joven se puso de pie y se dirigió a su jefe con paso firme.

Maria, hemos llegado al mejor momento de la noche -dijo Ricardo con una sonrisa maliciosa -. Quiero que te arrodilles debajo de la mesa y hagas lo que mejor sabe hacer una buena secretaria.

Maria sintio un nudo en el estómago, pero cumple con la orden sin dudar. Se arrodilló en el suelo, sintiendo las miradas de los invitados sobre ella. Ricardo sacó su miembro de los pantalones y le ordenó que empezara a chuparlo.

La boca de Maria comenzo a salivar mientras contemplaba aquél pene bien grueso, con un aspecto delicioso. Ricardo era bastante dotado, y su secretaria no pudo evitar la tentación de saborearlo. Chupó con ganas mientras oía los comentarios excitados de los invitados.

Uno a uno, Ricardo le ordenó que fuera chupando los penes de sus invitados. Maria se lanzo en un mar de miembros viriles, teniendo que hacer malabares para complacer a cada uno de ellos. 

Cada pene tenía sus particularidades. Uno era grueso y poderoso, otro más fino y sensible en la punta, y había uno que incluso tenía un sabor extraño, a cuero. Maria los chupaba con entusiasmo, saboreando cada uno y gozando con cada gemido de satisfacción.

Pero entonces, uno de los invitados la sorprendió con un movimiento brusco, tomandola de los pelos comenzó a moverse frenéticamente, eyaculando en poco tiempo un chorro abundantes de semen bien caliente sobre el rostro y la boca de Maria. La joven sintio cómo el líquido viscoso le caía por la cara y cómo su boca se llenaba rápidamente.

Los hombres aplaudían y jaleaban la rápida reacción de su compañero, mientras Maria tragaba el semen que caía por su boca. Ricardo sonreía satisfecho, disfrutando del espectáculo. Maria sintio una extraña sensación de placer mientras se gozaba el semen de aquel desconocido.

Uno a uno, los invitados eyaculaban en la boca de Maria, que los tragaba con liturgia y una sonrisa fingida. El último en terminas fue Ricardo, que le regaló una gran dosis de su leche caliente, que Maria recibía encantada.

La joven quedaba cubierta de semen, con los ojos perdidos en tanta leche blanca que le caía. Ricardo le ayudó a levantarse, limpiándole la cara con una servilleta. Los invitados aplaudían y felicitaban a ambos por la excelente velada.

En el coche de vuelta a su casa, Maria sintio una mezcla de satisfacción y humillación. Ricardo la felicitó por su trabajo bien hecho y le dio un beso en la mejilla. La joven sonreía, saboreando aún el gusto del semen en sus labios.

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