La mas puta de la empresa 4
Al día siguiente, Maria se levantó temprano, algo adolorida después del castigo de su jefe. Se dio una ducha larga y relajante, pensando en lo ocurrido el día anterior. Su culo aún le escocia un poco, pero el recuerdo de las sensasiones que había vivido la excitaban sobremanera.
Llegó a la oficina dispuesta a enfrentarse a un nuevo día de trabajo. Ricardo la recibió con una sonrisa de oreja a oreja, como si nada hubiera ocurrido. Maria se sintió algo raro mientras se sentaba en su escritorio.
Las horas pasaron tranquilas, con un Ricardo jovial y amable, casi como si nada hubiera pasado. Maria estaba al tanto de su cambio de humor, pero decidió no dar importancia al asunto. Mientras trabajaba, no podía evitar pensar en cómo su jefe había sido capaz de cambiar su estado de ánimo tan drásticamente.
Hacia el final de la jornada laboral, Ricardo llamó a Maria a su oficina. La joven se sintió nerviosa, pero hizo acto de presencia ante su jefe.
- Buenos días, Maria. He pensado que, después del duro trabajo que has realizado hoy, mereces un pequeño premio -dijo el empresario, con una mirada pícara-. ¿Qué te parece si te doy un masaje para relajarte?
Maria no pudo evitar sonrojarse ante la propuesta. La idea de que su jefe la masajeara sonó tentadora, así que aceptó con una sonrisa. Ricardo sonreía con satisfacción mientras se acercaba a la joven con paso decidido.
Éste la hizo sentar en una butaca cómoda, colocándose detrás de ella. Ricardo comenzó a masajear su cuello y hombros con delicadeza, haciendo que Maria sintiera una relajación inmediata. Sus manos expertas encontraban siempre el punto exacto sobre el que ejercer presión.
Pero entonces, las cosas comenzaron a cambiar. Una de las manos de Ricardo bajó hasta su entrepierna, mientras la otra se coloco en su trasero. Maria sintio un cosquilleo en su intimidad al sentir sus dedos expertamente colocados.
El empresario comenzó a masturbarla con lentitud, mientras presionaba su culo con la otra mano. Maria sintio un placer inmenso que la hacía gemir bajito. Ricardo aceleró el ritmo poco a poco, haciendo que su secretaria se excitara cada vez más.
Con una mano le estimulaba el clítoris y con la otra le iba introduciendo un dedo en el ano, volviéndolo a dilatar. Maria no podía creerse lo que estaba sucediendo, pero el placer que sentía la impedía razonar. Ricardo sabía perfectamente lo que hacía, y sus movimientos eran los de un experto en materia.
Maria se retorcía en la silla, sintiendo que el orgasmo la invadía por completo. Ricardo no paraba de estimularla, mientras sus gemidos se volvían más intensos. Hasta que, finalmente, la joven explosionó en un orgasmo que la dejó exhausta. Ricardo continuó masturbandola suavemente mientras ella se venía abajo.
Una vez terminado el orgasmo, Ricardo se limpio con un pañuelo y ayudo a Maria a levantarse. Ésta se sintió algo incómoda por la rápida transición, pero su jefe la tranquilizó con una sonrisa.
- Vaya, vaya... Veo que has disfrutado del masaje, ¿no es así, Maria? - dijo Ricardo con una mirada pícara -. No te preocupes, el placer fue mutuo.
La joven sonreía tímidamente, sin saber muy bien qué decir. Ricardo la acompanuó hasta la puerta y le dio un beso en la frente.
- Buen trabajo hoy, Maria. Duerme bien y espero que descanses. Hasta mañana.
Maria salió de la oficina con las piernas algo débiles, pensando en lo dificil que había sido su día. Su jefe era toda una sorpresa, y todavía tenía que descubrir muchos secretos suyos.
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