El novio le rompio el culo




Isabella y Miguel, la pareja de amantes, estaban en su habitación, con las luces bajas y un ambiente íntimo. Miguel, con una sonrisa pícara, se acercó a su novia y le susurró al oído:


Miguel: "Isa, mi amor, tengo algo en mente que quiero probar contigo. Algo que sé que te encantará, pero tendrás que confiar en mí."


Isabella, ya sospechando de que se trataba, respondió con nerviosismo:


Isabella: "Miguel, ¿de qué se trata? Ya sabes que me gusta probar cosas nuevas, pero si es algo doloroso, no estoy segura..."


Miguel: "Oh, mi pequeña, no te preocupes. Soy un experto en esto. Te mostraré cómo hacer que el dolor se convierta en placer. Confía en mí y déjame guiarte."


Isabella, aunque dudosa, lo miró a los ojos y asintió con un gesto de aceptación. Miguel sonrió, satisfecho con su respuesta.


Se acercó a ella, tomó su mano y la llevó hasta la cama, donde ya había preparado todo lo necesario. Sacó un frasco de aceite lubricante y comenzó a untarlo alrededor de su entrada anal, mientras decía:


Miguel: "Veo que tienes un poco de miedo, mi dulce. Pero déjame asegurarte que esto será una experiencia inolvidable. Mi polla te va a llevar a otro nivel de placer, y te haré gemir como nunca antes."


Isabella, sintiendo la presión de sus dedos en su agujero, comenzaba a sentir una mezcla de curiosidad y temor. Su novio, con una mano experta, comenzó a frotar su clítoris, haciéndola gemir suavemente.


Miguel: "Siéntelo, mi amor. Deja que mis dedos te preparen para lo que viene. Tu cuerpo está diseñado para disfrutar de esto. Déjame enseñarte lo que significa el éxtasis."


Mientras hablaba, insertó un dedo en su agujero, lentamente, dilatando su entrada. Isabella contuvo la respiración, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo. El dolor era intenso, pero Miguel lo hacía con delicadeza, sabiendo que necesitaba tiempo para acostumbrarse.


Miguel: "Respira, respira, mi cielo. Relájate y deja que mi dedo te estire poco a poco. No te preocupes, estoy aquí para guiarte y cuidarte."


Isabella gemía suavemente, sintiendo cómo su cuerpo se resistía a la penetración. Pero Miguel era persistente y metódico. Con cuidado, insertó otro dedo, haciendo que su agujero se dilatara aún más.


Isabella: "Miguel, duele mucho... por favor, para... no puedo más."


Miguel: "Cariño, sé que duele, pero es parte del proceso. Confía en mí, te lo estoy diciendo. Cuando te penetre, sentirás un placer intenso que te dejará sin aliento. No puedes resistirme para siempre, ¿verdad?"


Isabella, con lágrimas en los ojos, asintió lentamente. Miguel sonrió, satisfecho de haberla convencido. Tomó su polla en la mano, y con un movimiento rápido, la empujó con fuerza en su entrada.


Isabella gritó de dolor, mientras Miguel la penetraba hasta el fondo. Su miembro grueso y cálido se había sumergido en su apretado agujero, estirando sus paredes internas. Isabella sintió como si su cuerpo fuera a explotar, pero Miguel no tenía piedad.


Miguel: "Así es, mi dulce. Te he dicho que sería intenso. Déjate llevar por el placer, no luches contra él. Mi polla te va a estirar y expandir, te va a llenar de placer."


Isabella lloraba ahora, con lágrimas cayendo por sus mejillas. El dolor era insoportable, pero también había un deseo irreprimible en su interior. Miguel la agarraba por las caderas, bombeando con fuerza, haciendo que su polla deslizara en y fuera de su culo.


Miguel: "Siente mi polla, siente cómo te estira, cómo te llena. Eres mi pequeña zorra, y te voy a dar todo el placer que mereces. Déjame ver esas lágrimas, sé que te gusta."


Isabella no podía hablar, solo gemía y lloraba mientras Miguel la embestía sin piedad. Cada movimiento hacía que su culo se abriera y se cerrara alrededor de su polla, creando una sensación húmeda y deslizante.


Miguel: "Mira cómo te dilatas, mi amor. Mi polla está estirando tus paredes y dejando su marca. Vas a quedar bien abierta y chorreando semen. No te preocupes por el dolor, pronto será solo placer."


Isabella sentía cada centímetro de su polla dentro de ella. Podía sentir su cabeza en su interior, presionando y extendiendo sus paredes. El dolor era insoportable, pero también había una sensación de poder y sumisión.


Miguel: "Ya casi estoy acabando, mi dulce. Quiero eyacular dentro de ti, quiero llenarte con mi semen caliente. No te resistas, sé que quieres sentirlo."


Isabella, con los ojos cerrados y el rostro empapado en lágrimas, no podía hacer nada más que aceptar su destino. Miguel, con un último empuje, eyaculó con fuerza, inundando su culo con su semen caliente.


Isabella sintió un calor intenso en su interior, mezclado con el dolor. Miguel, satisfecho, se retiró lentamente, dejando su polla chorreando semen. Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta, sin decir una palabra.


Isabella se quedó sola en la cama, llorando en silencio. Su culo aún estaba dolorido y dilatada, chorreando semen caliente. La experiencia había sido intensa, un mezcla de placer y dolor que la dejó exhausta.


Se quedó ahí, con su trasero dolorido y mojado, pensando en lo que había ocurrido. Miguel había cumplido su fantasía, pero a un precio que ella no estaba segura de querer pagar nuevamente.



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