Un chantaje y un pepino



Pablo era un joven de 18 años con una sonrisa pícara y una mente jodida. Había conocido a su víctima perfecta en casa de su madre, donde acudía a menudo a comer o cenar. Laura, una mujer de unos 60 años, viudra y con cierta holgura económica, era la inspiracion de sus masturbaciones hacia meses.

Pablo había encontrado por casualidad unas fotos comprometedoras de Laura en casa de su madre. Eran de cuando su madre y Laura eran jóvenes, y mostraban a esta última desnuda practicandole sexo oral a dos hombres. El las guardó con cuidado, planeando su fiesta.

Un par de semanas después, invitó a Laura a comer a su casa, inventándose una reunion falsa de su madre. Ella aceptó encantada, y Pablo comenzó su plan.

La recibió en casa con una sonrisa amable, pero enseguida llevo la conversación hacia temas algo más picantes, preguntandole sobre su vida sexual. Laura se sonrojó y se mostró algo incómoda, pero Pablo insistió con sutileza, haciendo que Laura hiciera algun comentario inocente, hablando sobre sus gustos.

Entonces sacó las fotos, mostrándoselas con una sonrisa malvada. Laura se puso blanca como la cal, suplicando que no se las mostrara a nadie. Pablo pidió discreción a cambio de aquellas imágenes.

Le exigió que hiciera algo "divertido" a cambio de no difundirlas, y Laura, atemorizada, aceptó. Pablo pidió que se cambiara y le entregó un pepino envuelto en un preservativo, tras explicarle lo que quería que hiciera con él.

Laura se llevó el pepino a los labios, sintiendo su frialdad y algo de asco. Pablo le pidió que se relajara y siguiera sus instrucciones.

Le ordenó masturbarse mientras le hablaba con voces sexy, como si fuera su amante. Laura se sintió humillada, pero la situación la excita también de cierto modo perverso.

Pablo la animaba a imaginar que aquél pepino era un amante bien dotado, y ella comenzó a gemir de manera sugestiva mientras se lo frotaba por las piernas.

El joven se excitaba viéndola tocarse con aquel pepino, y notaba cómo su pantalón comenzaba a ensancharse. Le ordenó metérselo en la vagina, y Laura, con algo de torpeza pero gran esfuerzo, lo hizo.

Pablo no podía creer la escena. Veía a una mujer madura tocándose con una verdura, y aquello le excitaba sobremanera. Se tocaba el pene por encima de los pantalones, mientras Laura gemía con una voz que él nunca había oído.

Le pidió que se diera la vuelta y se tumbara boca abajo, y ella obedeció con la cabeza baja. Pablo no podía evitar imaginarse cómo sería tener a aquella mujer bajo él, así que se quitó la camisa y se bajó los pantalones con decisión.

Se acercó por detrás y le dijo que se lo metiera en el culo. Laura se resistía, pero las amenazas de Pablo la hacen acceder. Poco a poco se fue abriendo camino aquél pepino por su ano, ante la mirada perversa del muchacho.

Pablo la masturbaba mientras la penetraba con el pepino, y Laura alcanzón un orgasmo sorpresivo, gemido con fuerza y soltando un fluído que mojó el suelo.

El joven también se corrió, eyaculando sobre la espalda de Laura y mezcla sus semen con las gotas de sudor de ambos.

Finalmente, Pablo le dijo a Laura que se fuera sin decir nada a nadie, y que estuviera preparada para la próxima vez que se vieran.

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