Secretarias putas



Enrique era un hombre de negocios exitoso, y tenía una debilidad por las mujeres maduras. Le encantaba tenerlas a su merced, sobretodo si se trataba de sus dos secretarias, Carla y Sara.


Ambos habían establecido un extraño juego de dominación y sumisión con el paso del tiempo. A Enrique le gustaba someterlas y tratarlas como sus juguetes personales, y ellas se dejaban y hasta les encantaba.


Un día, después de un importante meeting, Enrique decidió que era hora de divertirse un poco. Llamó a sus dos secretarias a su oficina y les ordenó que se quitara el uniforme, quedándose en lencería sexy, tal como le gustaba.


Las mujeres obedecieron con la cabeza gacha, sabiendo lo que les esperaba. Enrique se relamía con la imagen de aquellas dos culonas y tetonas ante él.


Les ordenó arrodillarse y comenzó a acariciar sus cuello y sus cabellos con sutileza. Sara y Carla gozaban con cada caricia, mientras él las iba manoseando.


Ambas en ropa interior, Enrique les indicó que se tumbaran boca arriba sobre su escritorio. Ellas cumplieron con la mirada baja, expectantes por lo que llegaría.


El empresario sacó un bote de lubricante y comenzó a aplicar una buena cantidad en sus dedos. Se acercó a Sara, quien temblaba de expectativa y miedo a partes iguales.


Le bajo la bombacha y le separó los cachetes del culo con cuidado y le introdujo un dedo en el ano con decisión. Sara soltó un gemido ahogado, que su jefe acalló con un beso apasionado.


Mientras le sodomizaba con su dedo, con la otra mano le tocaba los pechos y le mordisqueaba los pezones, haciendo que su otra secretaria, Carla, sintiera una mezcla de placer y envidia.


Enrique se detuvo un momento y ordenó a Carla que se acercara. Ella se puso de pie y se quitó el sujetador, dejando sus generosos senos al aire. Se arrodilló junto a su compañera y began a lamer sus pechos con lujuria, mientras su jefe la tocaba el culo.


Luego, sin avisar, le metió dos dedos en el ano, que Carla aceptó con un gemido de placer. Enrique la besó con fuerza, saboreando sus gemidos, mientras sus manos trabajaban el culo de ambas mujeres.


Las dos secretarias gozaban a sus pies, y Enrique disfrutaba de su poder. Les ordenón volverse a tumbar y comenzó a penetrarlas el ano con sus manos expertas, mientras ellas no paraban de gemir y suplicar por más.


El empresario las poseyó sin piedad, gozando con cada mirada que intercambiaban, suplicando por un poco de alivio. Les daba lo que pedían, pero siempre manteniendo el control.


Acabó sodomizando a Carla, mientras esta se corría en sus manos, y luego se cambió a Sara, que también alcanzó un intenso orgasmo anal.


Sus secretarias parecían satisfechas, pero Enrique aún no había acabado. Les ordenó ponerse de pie y les dio un azote en el culo a cada una, haciendo que ambas soltaran un grito ahogado.


Las llevó hasta el sofá y les indicó que se pusieran sobre él de efectivamente. Ellas obedecieron con la mirada perdida, disfrutando del dolor y el placer que Enrique les proporcionaba.


Se colocó detrás de Carla y comenzó a penetrarla sin piedad, mientras Sara miraba la escena con deseo y algo de envidia. pero pronto se unió a la fiesta, masturbándose con fever mientras su compañero de trabajo y jefe la sodomizaba.


Enrique les daba fuertes embestidas, haciendo rebotar sus cuerpos contra el sofá. Las gemidos y los jadeos llenaban la oficina, mientras él disfrutaba del espectáculo.


Ambos alcanzón el clímax al mismo tiempo, gritando de placer mientras se corrían en las manos del empresario. Este se sintió satisfecho, como un verdadero dominante que había sido obedecido y gozando.


Les ordenó vestirse y volver a sus puestos de trabajo, mientras ellas se arreglaban el uniforme con algo de rubor en las mejillas. Enrique se sentó en su despacho con una sonrisa de satisfacción, gustándole el poder que tenía sobre aquellas dos mujeres.



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