¿Por qué los hombres pierden totalmente la cabeza por un par de tetas?
—¿Por qué los hombres pierden totalmente la cabeza por un par de tetas? Es algo que siempre me ha llamado la atención—se quejaba Laura a su mejor amiga, mientras se probaba un vestido ajustado ante el espejo.
Su amiga sonreía picaramente, sabiendo perfectamente a qué se debía esa obsesión masculina. —Pues causado, nena, ¡tú también tienes un par de motivos de envidia! Recuerdo la primera vez que nos besamos, fue lo primero a lo que fueron mis manos. Y no fue una excepción—afirmó con una pícara mirada.
Laura estaba algo molesta por aquella situación, siempre había querido saber el motivo de tanta fascinación. Su amiga decidió explicárselo mientras se sentaban en el sofá.
—Verás, para los hombres es como... un imán, un reclamo irresistible—dijo su amiga mientras le tocaba un pecho con cuidado— Los pechos de una mujer son como un manjar celestial, algo que los hombres quieren saborear y tocar sin parar. Y si además son grandes y seductores como los tuyos... uy uy uy...
Laura se sonrojó algo avergonzada, pero a la vez sintiendo cierto placer al escuchar aquellas palabras. Su amiga continuó explicándole el efecto que causaban sus curvas en los hombres.
—Cuando ven un par de tetas así, se vuelven un poco locos, es como si entrásemos en la pasteleria. Solo queremos hincarles el diente, y si son tan generosas como las tuyas, mejor que mejor—una sonrisa pícara se dibujaba en sus labios mientras afirmaba eso último.
Laura se sintió halagada, pero a la vez algo intrigada por saber más. —¿Y por qué siempre quieren quitarmes el sostén a la primera de cambio? Es como si fuera lo más importante para ellos—preguntaba con curiosidad.
Su amiga se echó a reír con carcajadas, disfrutando del momento. —Claro que lo es, jaja! Es como si liberaran una bestia dentro de ellos, ven el sostén como un obstáculo entre sus manos y tu pecho. Quieren tocar esa piel tan suave y disfrutar de su peso en sus manos, es como un trofeo—explicaba con entusiasmo.
Laura escuchaba atenta, sintiéndose cada vez más sorprendida y a la vez complacida por el efecto que causaba en los hombres. Su amiga continuaba sin tapujos.
—Además, el sostén es una prenda muy sexy, deja entrever lo suficiente para volerlos locos. El escote es una invitación tácita a que disfruten de ese manjar, y ellos encantados de hacerlo—decía mientras imaginaba la escena, con los ojos en blanco.
Laura sonreía ahora con más confianza, sentiéndose orgullosa de sus curvas y de ese imán tan irresistible que tenía entre el pecho. Su amiga tenía razón, los hombres eran así de simples y visuales, y ella tenía un tesoro que les enloquecía.
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