Por deudora le hicieron una fiesta en el culo



Mariela había caído en una espiral de juegos de azar que no podía controlar. Cada vez que tenía algo de dinero, lo acababa perdiendo en el casino, y sus deudas crecían sin control.

Un día recibió la visita de su prestamista, un hombre alto y intimidante llamado Víctor. junto a él venían otros dos hombres, más grandes y musculosos, que parecían sacados de una película de acción.

La situación era tensa, pero Víctor se mostraba afable y hasta galante, lo que calmó un poco los ánimos de Mariela. Le ofreció un trato que, según él, beneficiaría a ambos.

Le dio unas semanas más para pagar su deuda, a cambio de una noche de pasión con sus dos secuaces. Mariela le puso una mueca al mismo tiempo que exclamaba QUEEEEEEEE, sumamente incómoda, pero su necesidad de tiempo la hacía aceptar aquel arreglo.

Los tres hombres se quedaron a solas con ella en su pequeño apartamento. Víctor le explico que sería una noche larga, y que debían disfrutarla todos.

Empezaron por desnudarla y dejarla en ropa interior, solo bombacha y corpiño, mientras ella se sonrojaba y bajaba la mirada. Víctor le ordenó que diera una vueltita, y ella obedeció con torpeza, sintiendo las miradas lascivas de sus compañeros.

Uno de ellos comenzó a besar sus hombros y su cuello, mientras el otro le tocaba las piernas y las nalgas. Mariela sintía una mezcla de vergüenza y placer, pero las palabras de Víctor la animaban a continuar.

Le bajaron la bombacha con cuidado, dejando su intimidad al descubierto, y le desabrocharon el corpiño que no tardo en caer al suelo. Mariela jadeba mientras sentí como unas manos fuertes le acariciaban los pechos y el clítoris.

Víctor le dijo que se tumbara boca arriba en el sofá, y ella obedeció. Notó cómo uno de los hombres se colocaba detrás y cómo su bulto tocaba su culo. Le abrió las nalgas y comenzó a lamer su entrada anal con cuidado, mientras su compañero la acariciaba los pechos con fuerza.

Mariela sintía un placer inesperado y algo de dolor al mismo tiempo. Los gemidos se mezclaban con sus sollozos, pero Víctor le animaba a seguir, asegurando que pronto gozaría como nunca.

Le introdujo un dedo en el ano, y ella sintó un dolor que le hizo gemir con fuerza. El hombre detrás suyo le besó el cuello y le dijo que se relajara, que pronto estaría más que satisfecha.

La verdad es que, pese a su resistencia inicial, Mariela comenzó a excitarse con aquél juego nuevo y prohibido. Disfrutaba las miradas lascivas de aquellos hombres y el toque de sus manos expertas.

Se corrió con fuerza mientras uno de ellos le tocaba el punto G, y Victoria le animaba a hacer lo mismo con él. Se quitó el pantalón, liberando un miembro robusto que Mariela chupó con ganas, saboreando su esencia masculina.

Los otros dos hombres también se desnudaron, y ella sintó algo de miedo al ver sus cuerpos musculares y sudorosos. Víctor le dijo que se tumbara boca abajo, y los matones se colocaron a cada lado suyo.

Uno le tocaba las tetas mientras el otro le penetraba el culo con cuidado. Mariela sintía cómo su cuerpo era usado, y aunque al principio le resulto humillante, pronto comenzó a disfrutar.

Los hombres la posian sin compasión, pero a ella le encantaba. Gozaba con cada miradas y cada palabra baja que intercambiaban, sintiéndose suya aquella noche.

Los tres alcanzón un clímax impresionante, dejando a Mariela exhausta pero satisfecha. Víctor le dio un beso en la frente y le dijo que se habían ganado un tiempo extra para pagar la deuda.

Los hombres se vistieron y se fueron, dejando a Mariela sola en su apartamento, con un sabor agridulce en la boca. No sabía si había sido una pesadilla o la mejor de sus fantasías hechas realidad.




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