Perdiendo a mi novia 3



Las semanas siguientes fueron un torbellino de sensaciones. Claudia y yo hablabamos poco del tema, pero yo sabía que ambos estábamos pensando en ello constantemente.


Nuestras noches habían cambiado. Claudia era más atrevida y pasional, y yo no podía evitar sentir una curiosidad insaciable por más aventuras.


Un día, mientras paseábamos por el centro, nos cruzamos con Luca. Le invité a tomar algo con nosotros, y Claudia aceptó con una sonrisa picarona.


Hablamos de temas banales, pero yo notaba cómo mi novia y Luca compartían una mirada cómplice. Sabía que habían hablado de lo sucedido, y que seguramente tenían algo planeado.


Al despedirnos, Luca me susurró que tenía una sorpresa para mí. Me pidió que fuera a su casa esa noche, y que fuera dispuesto a todo.


Llegué a su domicilio con las piernas tambaleantes, saboreando la aventura que me esperaba. Luca me recibió con una sonrisa misteriosa, y me invitó a pasar a su dormitorio.


Allí encontré a Claudia desnuda sobre la cama, con unas medias de red y un collar de perlas que resaltaban su belleza. Se había maquillado con cuidado y sus labios rojizos brillaban con lustre.


Me señaló que me acercara, y yo obedecí como un cándido esclavo. Claudia me besó con ganas, saboreando mis labios con lujuria.


Luca se había preparado una ducha erótica, con aceites esenciales y sales aromatizadas. Los tres entramos en el baño, y Claudia me empujó gentilmente hacia el chorro cálido.


Me desnudó con cuidado mientras Luca me aplicaba un jabón fragante por todo el cuerpo. Las manos de ambos me tocaban y acariciaban, llevaban mis sentidos a otro nivel.


Claudia se agachó y me ofreció una felación mientras me lavaba el cabello Luca. La sensación de su boca y sus dedos juguetones haciendo contraste con el agua tibia era sobrecogedora.


Después me invitaron a tumbarme en la cama mientras ellos se me tiraban encima. Claudia se sentó sobre mi pecho y comenzó a masturbarse, mientras Luca le besaba el cuello y las orejas con sutileza.


Yo los observaba con deleite, notando cómo la excitación crecía en mi interior. Claudia se corría con fuerza, y sus ojos se clavaban en los míos mientras gemía con pasión.


Luca se tumbó a mi lado y me invitó a tocarle. Yo, ansioso por complacerle, le masturbé con ganas, sintiendo su miembro duro como una piedra.


Claudia se acercó y comenzó a besarnos a los dos, aliando nuestras bocas en un beso tríos apasionado. Mis manos pasaban por sus cuerpos desnudos, y yo notaba cómo ambos se excitaban por mis toques.


Se sentó en mis piernas y me pidió que la penetrara. Le agarré las caderas con fuerza y comencé a mover mis caderas con ímpetu. Claudia jadeaba y sus ojos se cerraron con el placer.


Luca se puso detrás mío y comenzó a acariciar mi ano con sus dedos expertos. Yo jadeaba y disfrutaba del espectáculo que Claudia y yo ofrecíamos.


Sin previo aviso, Luca introdujo un juguete en mi interior. Era una especie de consolador con Alas, que me abría y me hacía gemir de placer.


Claudia notó el cambio y se volvió loca. Gozaba con cada una de mis embestidas, y el juguete de Luca hacía que mis sentidos se dispararan.


Los tres estábamos sudando y jadeando, en una danza de placer sin fin. Notaba cómo el orgasmo me invadía por momentos, y no pude evitar correrme de nuevo en el cuerpo de mi novia.


Luca se corrió en mis muslos, y yo disfrute viendo cómo se deshacía en gemidos. Claudia sonreía satisfecha, y me besó con gusto mientras saboreaba el semen de nuestro amigo.


Caímos rendidos en la cama, en un abrazo colectivo que sellaba nuestra unión. Me sentía parte de algo único, un hombre libre en un  contexto donde todo estaba permitido.


Claudia y yo nos mirábamos a los ojos, y yo sabía que nuestra relación no sería la misma. Habíamos abierto una caja de Pandora, y el placer nos había cambiado para siempre.



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