Sexo en el trabajo - Capítulo 1: "Jefa y subordinado"
Capítulo 1: "Jefa y subordinado"
El aroma a café recién hecho inundaba la oficina cuando Javier cruzó las puertas de cristal. Su camisa blanca, perfectamente ajustada, resaltaba su figura atlética mientras se dirigía a su escritorio. Los murmullos de sus compañeros lo siguieron, pero él estaba demasiado concentrado en el email que acababa de recibir: "Reunión urgente, 9:00 AM".
Elena llegó minutos después, su presencia causando un silencio inmediato. Su falda lápiz negra se ajustaba a sus curvas generosas, y su blusa de seda color crema dejaba entrever sutilmente su escote. Con pasos seguros sobre sus tacones de aguja, se dirigió directamente a la sala de juntas.
Javier sintió que le faltaba el aire cuando entró y la vio sentada en la cabecera de la mesa. Sus ojos verdes lo escrutaron de arriba abajo, y por un momento, creyó ver un destello de algo más que profesionalismo en ellos.
"Buenos días, Javier", dijo Elena, su voz suave pero firme. "Toma asiento. Tenemos mucho que discutir."
Él se sentó, consciente de la proximidad entre ellos en la sala vacía. El perfume de Elena, una mezcla de jazmín y algo indefiniblemente seductor, nublaba sus sentidos.
"Como sabrás, ha habido cambios en la estructura de la empresa", comenzó ella, inclinándose ligeramente hacia adelante. Javier no pudo evitar notar cómo su blusa se tensaba sobre su pecho. "A partir de hoy, seré tu supervisora directa."
Javier tragó saliva, su mente divagando entre la sorpresa profesional y una creciente atracción que luchaba por controlar. "Entiendo", logró decir, su voz más ronca de lo que pretendía.
Elena sonrió, un gesto que mezclaba autoridad y una pizca de coquetería. "Espero grandes cosas de ti, Javier. He revisado tu expediente y... me has impresionado."
Sus ojos se encontraron, y por un momento, el aire entre ellos pareció cargarse de electricidad. Javier se preguntó si ella podía escuchar los latidos de su corazón, que resonaban en sus oídos.
"No te decepcionaré", prometió él, sorprendido por la intensidad de su propia voz.
"Eso espero", respondió Elena, levantándose con un movimiento fluido que Javier siguió con la mirada. "Porque planeo exigirte al máximo."
Mientras ella se dirigía hacia la puerta, Javier no pudo evitar notar el suave balanceo de sus caderas. Se quedó allí sentado, consciente de que su vida laboral acababa de complicarse de la manera más deliciosa posible.
Elena se detuvo en el umbral, mirando por encima del hombro. "Oh, y Javier... mi oficina, después del almuerzo. Tenemos proyectos que discutir."
Con esas palabras, salió, dejando a Javier con la certeza de que este nuevo arreglo iba a poner a prueba cada gramo de su autocontrol.
Capítulo 2: "Uniforme de oficina"
El memo llegó un lunes por la mañana, provocando un revuelo en toda la oficina. Elena lo había enviado personalmente: "Nuevo código de vestimenta obligatorio a partir de mañana."
Javier frunció el ceño mientras leía las especificaciones. Trajes ajustados para los hombres, faldas y blusas para las mujeres. Todo en tonos sobrios. "Para proyectar una imagen más profesional", decía el comunicado.
A la mañana siguiente, Javier se miró al espejo, ajustando su corbata azul marino. El traje gris oscuro se ceñía a su cuerpo atlético de una manera que lo hacía sentir expuesto. Respiró hondo y se dirigió a la oficina.
El ascensor se abrió y Javier contuvo el aliento. Elena estaba allí, su figura voluptuosa realzada por una falda negra que llegaba justo por encima de la rodilla y una blusa blanca que se ajustaba perfectamente a sus curvas. Sus ojos verdes lo recorrieron de arriba abajo.
"Buenos días, Javier", dijo con una sonrisa enigmática. "El nuevo código te sienta... bien."
Él entró, sintiendo el espacio reducirse. "Gracias, Elena. Tú también te ves... profesional."
El ascensor subió lentamente. Javier podía sentir el calor emanando del cuerpo de Elena, su perfume embriagador llenando el pequeño espacio.
"¿Sabes?", murmuró Elena, su voz baja y sugerente, "Siempre he creído que la ropa adecuada puede ser muy... motivadora."
Javier sintió que le faltaba el aire. "¿Motivadora?"
Elena se giró hacia él, sus ojos brillantes. "Sí. Nos hace más conscientes de nuestros cuerpos, de nuestros movimientos. ¿No lo sientes?"
En ese momento, el ascensor se detuvo bruscamente, sacudiéndolos. Elena perdió el equilibrio y Javier la sujetó instintivamente. Por un segundo, sus cuerpos se presionaron juntos, la suave curva de su pecho contra su torso firme.
Se miraron, la tensión palpable. Javier podía sentir el corazón de Elena latiendo rápidamente contra su pecho.
El ascensor se sacudió de nuevo y reanudó su marcha. Se separaron lentamente, ambos ligeramente sin aliento.
"Gracias", susurró Elena, alisando su falda con manos ligeramente temblorosas.
"Cuando quieras", respondió Javier, su voz ronca.
Las puertas se abrieron y salieron al piso de oficinas. El aire estaba cargado de miradas curiosas y murmullos apreciativos hacia los nuevos atuendos.
Elena se volvió hacia Javier antes de dirigirse a su oficina. "Recuerda, reunión en mi despacho a las 11. No llegues tarde."
Mientras la veía alejarse, Javier pensó que este nuevo código de vestimenta iba a ser tanto una bendición como una tortura. Y la jornada apenas comenzaba.
Capítulo 3: "Masaje improvisado"
El reloj marcaba las 3 de la tarde cuando Javier entró en la sala de descanso, aflojándose la corbata con un suspiro de frustración. El proyecto en el que trabajaba lo tenía al borde de un colapso nervioso.
Se detuvo en seco. Elena estaba allí, inclinada sobre la cafetera, su espalda formando una curva elegante. La falda se tensaba sobre sus caderas mientras ella se estiraba para alcanzar una taza en el estante superior.
"¿Día difícil?", preguntó Elena, girándose al oír sus pasos.
Javier asintió, pasándose una mano por el cuello tenso. "No tienes idea."
Elena lo observó por un momento, sus ojos verdes evaluándolo. "Ven aquí", dijo finalmente, señalando una silla.
Confundido pero intrigado, Javier obedeció. Elena se colocó detrás de él.
"Relájate", murmuró ella. Sus manos se posaron sobre los hombros de Javier, y él contuvo la respiración. "Estás muy tenso."
Los dedos de Elena comenzaron a moverse, aplicando presión en los puntos exactos donde Javier sentía más tensión. Él cerró los ojos, luchando por mantener la compostura.
"Dios, Elena... eso se siente..." Javier se interrumpió, consciente de lo sugerente que sonaba su voz.
"¿Bien?", completó ella, su aliento cálido contra su oreja. Sus pulgares trazaron círculos en la base de su cuello, y Javier tuvo que reprimir un gemido.
El aroma de Elena lo envolvía, una mezcla embriagadora de su perfume y algo uniquemente suyo. Javier sentía que se derretía bajo su toque, la tensión abandonando su cuerpo solo para ser reemplazada por otro tipo de energía, más eléctrica y peligrosa.
"Aprendí esto en un curso de manejo del estrés", explicó Elena, sus manos deslizándose por sus hombros. "Es sorprendente lo que unas manos hábiles pueden lograr, ¿no crees?"
Javier abrió los ojos, encontrándose con la mirada de Elena en el reflejo de la ventana. La intensidad que vio allí hizo que su corazón se acelerara.
"Muy sorprendente", logró decir, su voz ronca.
Las manos de Elena se detuvieron, pero no las retiró. Por un momento, se quedaron así, conectados por ese toque, el aire cargado de posibilidades no expresadas.
El sonido de pasos acercándose rompió el hechizo. Elena se apartó justo cuando la puerta se abría.
"Gracias", murmuró Javier, poniéndose de pie. "Me siento... mucho mejor."
Elena le dedicó una sonrisa enigmática. "Cuando quieras, Javier. Mi puerta siempre está abierta si necesitas... aliviar la tensión."
Mientras salía de la sala, Javier sabía que el resto de su día estaría plagado de pensamientos sobre las manos de Elena y las sensaciones que habían despertado en él. El estrés por el proyecto había desaparecido, reemplazado por una tensión de naturaleza completamente diferente.
Capítulo 4: "Voyeurismo accidental"
Era tarde, más allá de las 9 de la noche, y Javier creía ser el último en la oficina. Apagó su computadora, listo para irse, cuando notó una luz tenue proveniente del despacho de Elena.
Curioso, se acercó silenciosamente. La puerta estaba entreabierta, y a través de la ranura, vio algo que lo dejó paralizado.
Elena estaba de pie frente al gran ventanal, su silueta recortada contra las luces de la ciudad. Se había quitado la blusa y estaba solo en sostén, estirándose como si acabara de despertar de una larga siesta. La luz de la luna acariciaba sus curvas, creando sombras sugerentes.
Javier sabía que debía irse, que esto era una invasión de privacidad, pero no podía apartar la mirada. Vio cómo Elena se soltaba el cabello, dejándolo caer en cascada sobre sus hombros. Luego, con un movimiento fluido, se quitó la falda, revelando un conjunto de lencería que hizo que a Javier se le secara la boca.
Elena se dirigió a un pequeño armario en la esquina de su oficina y sacó un vestido negro. Javier la observó mientras se lo ponía, el tejido deslizándose sobre su piel como una caricia.
De repente, Elena se giró hacia la puerta. Javier retrocedió rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. ¿Lo había visto?
"¿Javier?" La voz de Elena sonó cercana. "¿Sigues aquí?"
Él se aclaró la garganta, tratando de sonar casual. "Sí, estaba... estaba a punto de irme."
Elena abrió la puerta completamente. El vestido negro le quedaba como un guante, realzando cada curva. Su cabello, ahora suelto, enmarcaba su rostro de una manera que la hacía parecer más joven, más vulnerable.
"Qué casualidad", dijo ella con una sonrisa enigmática. "Yo también estaba saliendo. Tengo una cena."
Javier asintió, luchando por mantener sus ojos en el rostro de Elena y no en su cuerpo. "Te ves... hermosa", dijo antes de poder contenerse.
Elena lo miró fijamente, como si estuviera buscando algo en sus ojos. "Gracias, Javier. Es bueno saber que el esfuerzo vale la pena."
Hubo un momento de silencio cargado de tensión. Javier se preguntó si ella sabía, si de alguna manera había sentido su presencia mientras se cambiaba.
"Bueno", dijo Elena finalmente, "no te retengo más. Que tengas una buena noche, Javier."
"Igualmente", respondió él, observándola mientras se alejaba por el pasillo.
Mientras salía del edificio, Javier no podía dejar de pensar en lo que había visto. Sabía que la imagen de Elena, bañada por la luz de la luna, lo perseguiría en sus sueños esa noche.
Capítulo 5: "Juego de poder"
La tensión en la oficina de Elena era palpable. Javier estaba de pie, sus manos apoyadas en el escritorio, inclinándose hacia adelante con frustración evidente. Elena, sentada en su silla de cuero, lo miraba con una mezcla de desafío y algo más oscuro, más intenso.
"No puedes rechazar mi propuesta así como así", insistió Javier, su voz baja pero cargada de emoción. "He trabajado semanas en este proyecto."
Elena se levantó lentamente, su falda ajustada subiendo ligeramente al hacerlo. Se acercó a Javier, entrando deliberadamente en su espacio personal.
"Puedo, y lo haré", respondió ella, su voz suave pero firme. "Soy tu jefa, Javier. Mi palabra es final."
Estaban tan cerca que Javier podía sentir el calor emanando del cuerpo de Elena. Su perfume lo envolvía, nublando sus sentidos.
"Elena, por favor", murmuró él, su voz ronca. "Sabes que tengo razón en esto."
Ella lo miró directamente a los ojos, sus pupilas dilatadas. "¿Me estás desafiando, Javier?"
El aire entre ellos parecía crepitar con electricidad. Javier era consciente de cada centímetro que los separaba, de cómo la blusa de Elena se tensaba sobre su pecho con cada respiración.
"Tal vez", respondió él, inclinándose aún más cerca. "¿Qué harás al respecto?"
Elena sonrió, una sonrisa depredadora que hizo que el corazón de Javier se acelerara. "Cuidado, Javier. No juegues con fuego si no estás preparado para quemarte."
Sus rostros estaban a centímetros de distancia. Javier podía ver cada matiz de verde en los ojos de Elena, cada peca en su nariz.
"¿Quién dice que no quiero quemarme?", susurró él.
El momento se extendió, cargado de posibilidades. Javier podía jurar que vio los ojos de Elena bajar hacia sus labios por un segundo.
De repente, Elena retrocedió, rompiendo el hechizo. "Tu propuesta", dijo, su voz ligeramente temblorosa, "la reconsideraré. Pero no porque me lo pidas, sino porque soy una profesional."
Javier exhaló, sin darse cuenta de que había estado conteniendo la respiración. "Gracias", logró decir.
"Ahora, sal de mi oficina", ordenó Elena, pero su tono carecía de verdadera dureza. "Y Javier... la próxima vez que quieras desafiarme, asegúrate de estar preparado para las consecuencias."
Mientras salía, Javier sintió que había perdido y ganado algo al mismo tiempo. La discusión había terminado, pero el juego, estaba claro, apenas comenzaba.
Continuara... En este mismo post.
J.L.B.
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