Me hacían sentir que yo era la putita del barrio
Desde niña, Ana siempre había sido la objeto de atención y deseo de los chicos en su barrio. A pesar de que no buscaba la atención, su encanto y belleza eran evidentes, y la gente no podía evitar mirarla. A medida que crecía, la curiosidad y los comentarios no disminuyeron, y Ana se sentía cada vez más objeto de deseo en lugar de una persona.
Un día, mientras caminaba por el parque, un grupo de hombres la acosó. Ella trató de despedirse de ellos, pero uno de ellos, un hombre llamado Carlos, se acercó a ella y le dijo: "Te hacemos sentir que eres la putita del barrio, ¿no te gustaría probarlo?" Ana, molesta y asustada, se fue corriendo, pero no podía negar que el comentario la había despertado.
A lo largo de los siguientes meses, Ana comenzó a sentirse atraída por la idea de ser la "putita del barrio". Decidió explorar sus fantasías y comenzó a vestirse de manera más atrevida, lo que atraía la atención de los hombres en el bar. Un día, mientras bebía con sus amigas, un grupo de hombres se acercó a ella y le ofrecieron unas copas. Ana, embriagada por la atención, aceptó y se fue con ellos a un hotel cercano.
Una vez allí, Ana se encontró rodeada de hombres desnudos, ansiosos por satisfacer sus deseos. Ella se sentía asustada pero, al mismo tiempo, excitada. Uno de los hombres, un hombre maduro llamado Miguel, se acercó a ella y le dijo: "Te voy a mostrar lo que significa ser la putita del barrio, mi bella". Ana, aullando de emoción, se dejó llevar por sus deseos y empezó a besar y tocar a Miguel.
El primer pene que Ana tocó pertenecía a Miguel, el hombre maduro que la había introducido a este nuevo mundo. Era un pene de tamaño mediano, con una curvatura ligeramente hacia arriba. Ana lo observó con interés y lo tocó con cuidado, sintiendo la dura erección bajo sus dedos. Luego, se atrevió a darle un beso, sintiendo la sensación del pene en su boca.
A medida que Ana continuaba con sus aventuras, se encontró con una variedad de penes en tamaño, grosor y forma. Uno de ellos, un joven llamado David, tenía un pene largo y delgado, que recordaba a un tubo de pintura. Otro, un hombre más experimentado llamado Antonio, tenía un pene grueso y corto, parecido a un tronco de árbol. Ana disfrutó explorando estos penes, sintiendo cómo cada uno se movía y se erguía bajo su atención.
Mientras Ana se encontraba en la orgy, los hombres se turnaron para tener relaciones sexuales con ella. Algunos penetraron su vagina mientras otros se acercaban para que ella los sujeta y chupara sus penes. Ana, empujada por su nueva personalidad, se desempeñó con habilidad, tomando los penes en su boca y sintiendo cómo se hinchaban y se contraían mientras ella los sujeta.
Después de horas de sexo intensivo, los hombres comenzaron a llegar a su punto culminante. Uno por uno, se retiraron de Ana para que ella tomara su semen en su boca. Primero, fue Miguel, luego David, Antonio y más. Ana, a pesar de estar cansada, se esforzó por tomar todo el semen que les brindó a sus parejas, sintiendo cómo sus gargantas se llenaban y luego vaciaban con cada carga.
Al final de la noche, Ana se encontraba exhausta pero satisfecha. Aceptó su nueva vida como "la putita del barrio" y se dio cuenta de que, a pesar de las descripciones negativas, sentía que era algo de orgullo. A partir de ese día, Ana continuó explorando sus deseos y atraíendo a hombres del barrio, siempre dispuesta a escuchar y satisfacer sus deseos, y a tomar su semen en su boca cuando lo requerían.
Comentarios
Publicar un comentario