Embarazadita paga el alquiler



La joven de 19 años se encontraba en una situación angustiante. Embarazada y soltera, enfrentaba una encrucijada difícil en su vida. Su departamento, ese pequeño refugio que llamaba hogar, estaba al borde del embargo debido a la falta de pago del alquiler. La carga financiera que había acumulado se cernía sobre ella como una sombra amenazante, y la incertidumbre sobre el futuro se volvía abrumadora.


Con cada día que pasaba, la desesperación crecía en su interior. La joven se sentía atrapada en un laberinto de deudas sin una salida clara. No solo tenía que preocuparse por su propio bienestar, sino que también llevaba consigo la responsabilidad de la nueva vida que crecía dentro de ella. El peso de la maternidad se mezclaba con la preocupación constante por la estabilidad económica.



A pesar de sus esfuerzos por encontrar soluciones, la falta de apoyo y recursos la dejaba en un estado de vulnerabilidad. Las opciones parecían limitadas, y el miedo al desalojo la atormentaba constantemente. La joven anhelaba encontrar una manera de superar esta difícil situación y proporcionar un entorno seguro para su futuro hijo.


La chica se desesperó, pero sabía que no tenía otra opción. Le dijo al dueño que podía prestarle el dinero que necesitaba a cambio de algo que él quisiera. El dueño sonrió y le dijo que quería que le practicara sexo oral.


La chica se sentía asustada, pero también excitada. Nunca había practicado sexo oral con un hombre mayor que ella, y la idea de hacerlo con el dueño del edificio la excitaba más de lo que esperaba.


El dueño le dijo: "Bueno, chica, estoy dispuesto a ayudarte a pagar tu deuda si estás dispuesta a hacer algo por mí".


La chica se puso nerviosa: "Qué quieres que haga?"


El dueño sonrió: "Quiero que me practiques sexo oral".


La chica se asustó: "¿Qué dice?"


El dueño explicó: "Que me beses y chupes la pija hasta que acabe".


La chica se sentía asustada y avergonzada, pero también excitada. Sabía que debía cumplir su parte del trato para salvarse del embargamiento del departamento.


El dueño le dijo: "Ven aquí y ponete en las rodillas". La chica obedeció, mirando a su dueño con una mezcla de miedo y deseo. El hombre se acercó a ella y se puso en frente de ella, levantando sus pantalones y sacando su pene. La chica miró el pene del dueño con asombro, sabiendo que debía abrirse camino para cumplir su parte del trato.


Se acercó al pene del dueño y lo abrazó con sus labios, sintiéndose tentada por la textura suave y el olor a sudor masculino. El dueño se apoyó en la pared acariciandole los cabellos. La chica continuó practicando sexo oral con entusiasmo, sintiéndose más excitada con cada pulgada que tomaba del pene del dueño.


El dueño se apoderó de la cabeza de la chica y empezó a moverla hacia adelante y hacia atrás, gritando con gozo cada vez que la cabeza tocaba el pene del dueño. La chica se sentía deseable y poderosa, sabiendo que estaba cumpliendo su parte del trato para salvarse del embargamiento del departamento.


Finalmente, el dueño gritó con gozo y se retiró su pene de la boca de la chica, derramando semen en su rostro. La chica se sentía satisfecha y contenta, sabiendo que había cumplido su parte del trato y había salvado su departamento. El dueño le dijo: "Gracias por tu ayuda, chica, el mes que viene quiero verte desnuda, que me muestres esa pancita". La chica se quedo en el edificio, sintiéndose mezcla de miedo y orgullo por haber cumplido un acto tan explícito para salvarse del embargamiento del departamento.  

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