Secretaria sumisa



La puerta de la oficina se cerró suavemente detrás de ella mientras ella entraba, llevando consigo una bandeja de café caliente. Su mirada se encontró con la del jefe, quien la observaba con una expresión autoritaria. Ella sabía que este era el momento en el que debía dejar de lado su papel de secretaria y asumir el de su sumisa.


"Señor, he traído su café", dijo ella en un tono suave pero respetuoso.


El jefe se levantó de su silla y se acercó a ella lentamente, su mirada llena de deseo y dominio. Tomó la bandeja de café de sus manos y la colocó a un lado, sin apartar la mirada de ella.


"Gracias, cariño. Ahora, quiero que te arrodilles frente a mí", ordenó con voz firme.


Ella obedeció sin vacilar, bajando suavemente hasta quedar de rodillas ante él. Podía sentir la tensión en el aire mientras esperaba su próxima instrucción. El jefe se acercó más, su presencia imponente casi abrumadora.


"Ahora, quiero que me muestres lo dedicada y servicial que puedes ser", dijo en un tono sensual.


Con manos temblorosas pero llenas de determinación, ella desabrochó su cinturón y deslizó suavemente su pantalón hacia abajo. El jefe liberó su miembro, mostrando su dominio y autoridad. Ella sabía lo que se esperaba de ella y estaba dispuesta a darlo todo.


Con sumisión y delicadeza, ella comenzó a acariciar suavemente su miembro, sintiendo cómo se endurecía en sus manos. Sus labios se encontraron con la punta, deslizándose suavemente sobre él mientras lo tomaba más y más profundamente.


El jefe sostuvo su cabeza con firmeza, guiándola en cada movimiento, imponiendo su control y poder. Ella obedecía cada indicación, entregándose por completo a su dominio.


Jefe: (con voz dominante) Así es, mi sumisa. Sigue chupándomela con esa dedicación y obediencia.


Ella asintió con sumisión, sus ojos brillaban con deseo mientras continuaba complaciéndolo. Cada succión, cada movimiento de su lengua era una demostración de su entrega y devoción hacia su jefe.


Jefe: (susurrando) Eres una buena chica, obedeciendo todas mis órdenes. Me encanta tener el control sobre ti.


Ella gimió alrededor de su miembro, intensificando aún más el placer que le brindaba. Su entrega total era su forma de mostrarle su sumisión y su deseo de satisfacerlo en todos los sentidos.


Jefe: (entre gemidos) Eres mía, mi sumisa. Sigue chupándome así, quiero sentir cómo te rindes por completo.


Ella intensificó sus movimientos, aumentando el ritmo y la presión, sintiendo cómo su jefe se acercaba al borde del clímax. Sabía que su obediencia estaba a punto de ser recompensada.


Jefe: (con voz entrecortada) ¡Ahora, para! Quiero follarte. Quiero tomarte y hacerte mía.


Ella se levantó, su respiración agitada y sus ojos llenos de deseo. Estaba lista para ser poseída por su jefe, para entregarse por completo a su dominio y explorar nuevas fronteras de placer.


Jefe: (con voz profunda y dominante) Ahora, recuéstate en mi escritorio, sumisa.


Ella obedeció de inmediato, subiendose la pollera para dejar a la vista su ropa interior, acostándose sobre el escritorio, sintiendo la frescura del vidrio contra su piel desnuda. Sus piernas se separaron automáticamente, invitando a su jefe a tomar el control total de su cuerpo.


El jefe se acercó lentamente.Sin mediar palabra, se posicionó entre las piernas de la secretaria, corrio las bragas hacia un lado dejando ver la vagina completamente depilada, y acariciando su entrada con la punta de su erección.


Jefe: (susurrando) ¿Estás lista para ser tomada, sumisa? ¿Estás lista para sentirme dentro de ti?


Ella asintió con ansias, sus ojos llenos de deseo y entrega. Sabía que su jefe estaba a punto de llevarla al límite y ella estaba más que dispuesta a dejarse llevar.


Jefe: (con voz autoritaria) Eres mía, secretaria. Tu cuerpo me pertenece.


Con un movimiento brusco pero controlado, el jefe la penetró profundamente, haciéndola gemir de placer y sumisión. Cada embestida era un recordatorio de su posición en el juego de roles, una confirmación de su entrega total.


Los gemidos resonaban en la oficina mientras el jefe la embestía con pasión y fuerza, explorando cada rincón de su intimidad. El escritorio temblaba con el ritmo frenético de sus cuerpos unidos en una danza de deseo y sumisión.


Ella se aferraba a los bordes del escritorio, dejándose llevar por las sensaciones abrumadoras que la envolvían. Cada embestida la acercaba más y más al borde del clímax, sintiendo cómo su jefe la llevaba hacia un éxtasis inigualable.


Jefe: (entre gemidos) Eres una buena sumisa, secretaria. Estás obedeciendo todas mis órdenes y te estás entregando por completo.


Ella no pudo contenerse más y estalló en un poderoso orgasmo, su cuerpo temblando de placer mientras su jefe la seguía embistiendo con determinación.


Después de un momento de recuperación, el jefe la ayudó a levantarse del escritorio, envolviéndola en sus brazos con una mezcla de posesión y ternura.


Jefe: (susurrando) Eres increíble, secretaria. Gracias por entregarte a mí.


Ella sonrió, aún sintiendo las pulsaciones del placer en su cuerpo.


Secretaria: Gracias, jefe. Ha sido una experiencia única y excitante.


Ambos se abrazaron, satisfechos y llenos de complicidad, sabiendo que habían explorado un nuevo nivel de intimidad y deseo en su trabajo.

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