Alexandra, embarazada sumisa



 En una lujosa mansión, Alexandra, Roberto y Juan, tres amantes apasionados, vivían una relación única y fuera de lo convencional. Alexandra, en su octavo mes de embarazo, experimentaba la dulce anticipación de dar a luz, mientras que Roberto y Juan se deleitaban en sus roles dominantes, brindándole placer y apoyo en todo momento.


En la habitación, ambientada con velas y música suave, Alexandra se encontraba recostada en una cómoda posición, sus pechos llenos de leche materna y su vientre prominente. Roberto y Juan, vestidos en sus atuendos de dominantes, se acercaron a ella con miradas intensas y llenas de deseo.


Roberto: (con voz firme) Querida Alexandra, hoy nos adentraremos en una nueva dimensión de nuestro vínculo. Permítenos cuidarte y guiarte en esta aventura.


Alexandra asintió, sintiendo la excitación y confianza que fluía entre ellos. Con delicadeza, Roberto y Juan comenzaron a acariciar los senos de Alexandra, sintiendo la plenitud y la suavidad de su piel. Sus dedos exploraron los pezones sensibles, provocando gemidos de placer en su amante.


Juan: (susurrando) Tu leche materna es un tesoro preciado, Alexandra. Nos encanta el sabor y el poder nutritivo que lleva dentro. Permítenos saborearla.


Sin esperar respuesta, Roberto y Juan se inclinaron y tomaron los pezones de Alexandra en sus bocas, saboreando la leche materna con devoción. Cada succión era una mezcla de placer erótico y conexión íntima. Alexandra se estremecía bajo las atenciones de sus amantes, entregándose por completo al goce que les proporcionaba la lactancia materna.


Mientras tanto, Roberto y Juan dejaban sus marcas de dominación en el cuerpo de Alexandra, usando con cuidado fustas y látigos para estimular su piel sensible. Cada golpe era recibido con una mezcla de dolor y placer, despertando nuevas sensaciones y emociones en el cuerpo de Alexandra.


Alexandra: (jadeando) ¡Roberto, Juan! Sigan, no paren. Me hacen sentir tan viva y tan amada.

Roberto, con voz firme pero llena de deseo, le pidió a Alexandra que se recostara en la cama, colocándola en una posición que le permitiera un fácil acceso a su cuerpo. Mientras tanto, Juan acariciaba suavemente el cuerpo de Alexandra, creando una sensación de excitación y anticipación.


Roberto se acercó a Alexandra, acariciando suavemente sus muslos y sus nalgas. Con voz suave pero dominante, le ordenó que se relajara y se entregara al placer que estaba por venir. Alexandra asintió, confiando plenamente en su amante y dispuesta a explorar nuevas experiencias.


Con movimientos lentos y precisos, Roberto comenzó a acariciar y estimular el área anal de Alexandra, asegurándose de que estuviera completamente relajada y cómoda. Juan, siguiendo las indicaciones de Alexandra, se unió a la exploración, ofreciendo una experiencia de doble estimulación que hizo que Alexandra se estremeciera de placer.

Con movimientos lentos y precisos, Roberto deslizó sus dedos lubricados alrededor del área anal de Alexandra, acariciando suavemente los contornos de su cuerpo y estimulando suavemente el esfínter. Con cada caricia, Alexandra sentía una mezcla de anticipación y excitación recorrer su cuerpo, entregándose por completo a las manos expertas de Roberto.


Mientras Roberto continuaba con sus caricias, Juan se acercó a Alexandra, observando cada reacción de cerca. Siguiendo las indicaciones de Alexandra, Juan se unió a la exploración, deslizando sus dedos con cuidado y delicadeza, ofreciendo una experiencia de doble estimulación que hizo que Alexandra se estremeciera de placer.


La sensación de tener dos pares de manos atentas y deseosas de brindarle placer era intoxicante para Alexandra. Cada movimiento, cada roce, despertaba nuevas oleadas de sensaciones en su cuerpo, llevándola a un estado de éxtasis y abriendo las puertas hacia un placer desconocido hasta ahora.


La excitación en la habitación era palpable mientras Roberto y Juan trabajaban en sincronía, estimulando suavemente el área anal de Alexandra, alternando entre toques ligeros y presiones más intensas. Cada vez que sus dedos se deslizaban más profundamente, Alexandra experimentaba una mezcla de dolor placentero y un intenso deseo de más.


Los gemidos y suspiros de Alexandra llenaban el aire, mezclándose con el sonido de sus cuerpos en movimiento y el crujir de las sábanas. Su piel se erizaba bajo el tacto de sus amantes, su respiración se aceleraba y sus caderas se movían al ritmo de las sensaciones que los tres compartían en ese momento íntimo.


La exploración anal continuó, cada movimiento guiado por las reacciones y deseos de Alexandra. Roberto y Juan se entregaron por completo a su placer, ofreciéndole una experiencia única y llena de éxtasis. Con cada embestida, cada caricia, Alexandra se sumergía más profundamente en un mar de sensaciones intensas que la llevaban al borde del clímax.


Finalmente, el éxtasis se desbordó y Alexandra fue arrastrada hacia un clímax poderoso y liberador. Su cuerpo se convulsionó en oleadas de placer, mientras sus amantes la rodeaban, brindándole apoyo y amor en ese momento de entrega total.


Alexandra, sumisa y atenta a los deseos de Juan, continuó acariciando y masajeando su miembro con destreza. Sus manos se movían en un ritmo ascendente, jugando con la presión y la velocidad para aumentar el placer de Juan.


Juan, dominante pero también sensible a las necesidades de Alexandra, la miró profundamente a los ojos y le susurró con voz seductora: "Sigue así, mi sumisa. Me encanta cómo me haces sentir. Hazlo tuyo, controla mi placer".


Motivada por sus palabras, Alexandra intensificó su agarre y velocidad, llevando a Juan al borde del éxtasis. Cada movimiento de sus manos expertas lo acercaba más y más al clímax.


Finalmente, con un gemido de placer, Juan alcanzó el clímax, liberando su satisfacción en un momento de éxtasis compartido. Alexandra continuó acariciando suavemente su miembro, llevando el placer a un nivel más prolongado y prolongando la conexión íntima entre ambos.


Después de ese momento intenso, los tres se abrazaron, disfrutando de la cercanía y la complicidad que habían creado. El BDSM y la sumisión habían sido explorados con respeto y consentimiento mutuo, brindando una experiencia de profundo placer y conexión.

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