Pegging - Marianela y Eduardo
Marianela se sentía nerviosa pero emocionada al mismo tiempo. Había estado pensando en probar algo diferente en su vida sexual con su pareja, Eduardo, y finalmente se había armado de valor para hablarlo con él.
"¿Qué te parece si cambiamos un poco las cosas esta noche?", le propuso con una sonrisa.
"¿A qué te refieres?", preguntó Eduardo curioso.
"A que yo tome el control", respondió Marianela, sintiendo que sus mejillas se ruborizaban un poco.
Eduardo pareció sorprendido por la propuesta, pero también interesado. "¿Qué tienes en mente?", preguntó.
Marianela se mordió el labio inferior un momento antes de responder. "Me gustaría probar algo que nunca hemos hecho antes. Quiero penetrarte con un dildo con cinturón".
Eduardo se quedó en silencio por un momento, procesando la propuesta. "¿Estás segura de que quieres hacer eso? No quiero que te sientas incómoda o forzada", dijo finalmente.
Marianela le sonrió. "Estoy segura de que quiero hacerlo. Quiero probar algo nuevo y explorar juntos".
Eduardo asintió con la cabeza. "De acuerdo, hagámoslo".
Marianela se sintió emocionada ante la idea. Buscó en su cajón de juguetes sexuales hasta encontrar el dildo con cinturón que había comprado hacía unas semanas. Se lo colocó, ajustándolo para que quedara bien sujeto en su cintura. Luego, se acercó a Eduardo, que estaba tumbado en la cama, y comenzó a acariciarlo suavemente.
"Relájate y déjate llevar", le susurró al oído mientras comenzaba a besar su cuello.
Eduardo se dejó llevar por las caricias de Marianela y cerró los ojos. Ella tomó el dildo con una mano y lo guió hacia el ano de Eduardo con la otra. Comenzó a penetrarlo lentamente, asegurándose de que Eduardo estuviera cómodo en todo momento.
Eduardo se tumbó boca abajo en la cama, esperando ansioso las caricias de su esposa Marianela. Sabía que ella tenía preparada una sorpresa para él esa noche, pero no se imaginó que fuera algo tan excitante como esto. Cerró los ojos y respiró profundamente mientras Marianela le acariciaba el cuerpo con las manos, rozando suavemente sus zonas erógenas.
- ¿Estás listo, Eduardo? -preguntó Marianela con una sonrisa pícara en los labios.
- Si, mi amor, estoy listo para lo que sea que tengas preparado -respondió Eduardo con una voz ronca de excitación.
Marianela tomó el dildo con una mano y lo guió hacia el ano de Eduardo con la otra. Lo introdujo poco a poco, asegurándose de no hacerle daño. Eduardo gemía de placer, sintiendo la penetración y el roce del dildo en su interior. Marianela se inclinó sobre él y le susurró al oído:
- ¿Te gusta, mi amor?
- Si, Marianela, me encanta -respondió Eduardo con la respiración entrecortada.
Marianela comenzó a mover el dildo dentro de Eduardo, aumentando el ritmo poco a poco. Eduardo se aferró a las sábanas con fuerza, sintiendo que estaba a punto de explotar de placer. Marianela le acariciaba el cuerpo con las manos, besando su espalda y sus hombros. Eduardo se sentía completamente entregado a ella, dejándose llevar por la pasión del momento.
- Ahora eres completamente mío, Eduardo -dijo Marianela con una voz sensual-. Y yo soy tuya.
Eduardo asintió con la cabeza, sintiendo como el placer se acumulaba en su cuerpo. Marianela siguió moviendo el dildo dentro de él, llevándolo al borde del orgasmo una y otra vez. Finalmente, Eduardo llegó al clímax, sintiendo un torrente de placer recorrer su cuerpo. Marianela le besó tiernamente en la espalda, acariciando suavemente su cabello.
- Te amo, Eduardo -dijo Marianela con voz suave.
- Te amo también, mi amor -respondió Eduardo con una sonrisa de felicidad.
Se abrazaron cariñosamente, sintiendo el amor y la complicidad que habían construido durante sus 30 años de matrimonio. Esa noche se sintieron más unidos que nunca, compartiendo una experiencia que nunca olvidarían.
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