Mi esposo quiere ser cornudo 5
Me desperté en la cama junto a Diego y decidimos ir a la cocina para ver si Bernardo necesitaba ayuda con la cena. Al entrar en la cocina, encontramos a Bernardo en lencería, pero con un delantal rosa puesto, preparando una deliciosa cena. Los aromas de la comida me atrajeron y no pude evitar sonreír.
"¿Necesitas ayuda, amor?", pregunté mientras me acercaba a él.
"No, ya casi estoy terminando", respondió él mientras me sonreía.
Diego se acercó por detrás, desnudo, apoyando su gran pene en su cola entangada y acarició la espalda de Bernardo. "Huele delicioso", dijo, olfateando el aire.
Bernardo sonrió. "Gracias, espero que les guste", dijo mientras se daba cuenta de que todavía llevaba puesto el delantal.
Me sentía feliz y agradecida de tener a alguien como Bernardo en mi vida, alguien que era lo suficientemente valiente para explorar su lado femenino y compartirlo con Diego y conmigo. No pude evitar sonreír ante la imagen de mi esposo en lencería y un delantal rosa, cocinando una cena deliciosa para nosotros.
Después de un rato, la cena estuvo lista y los tres nos sentamos juntos en la mesa, disfrutando de la comida y la compañía. No podía evitar sentirme atraída por la sensualidad de Bernardo, incluso mientras usaba el delantal rosa y cortaba el pollo.
Terminamos la cena y ofrecí lavar los platos mientras Bernardo y Diego se retiraban a la sala de estar. Me sentía agradecida por tener una noche tan maravillosa con dos personas a las que amaba, y no podía esperar para ver qué más les deparaba el futuro juntos.
Ya terminando de lavar escucho que Diego me pide una cerveza. Termino con los platos y se la llevo. Estaban los dos viendo el partido de futbol. Me acerqué a Diego y le entregué la cerveza, dejando que mi mano rozara su pecho mientras lo hacía. Nuestros ojos se encontraron y ambos sabíamos lo que queríamos. Él me tomó con sus brazos, besándome con pasión mientras su mano exploraba mi entrepierna.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo mientras lo besaba, dejándome llevar por el placer que me estaba haciendo sentir. Sus labios se movían con destreza sobre los míos, sus manos expertas acariciando mi piel y su cuerpo caliente presionando contra el mío. De repente, Bernardo se unió a nosotros, besando mi cuello mientras su mano se deslizaba bajo mi ropa interior. Me estremecí ante su toque, sintiendo cómo mi excitación se intensificaba aún más.
Los dos nos arrodillamos frente a Diego, tomando su miembro con ambas manos y comenzando a acariciarlo lentamente. Diego gimió de placer mientras nosotros nos mirábamos, compartiendo una sonrisa cómplice. Luego, Bernardo tomó el miembro de Diego en su boca, mientras yo seguía acariciándolo con mis manos y besando su torso. Diego se retorcía debajo de nosotros, gimiendo y suspirando mientras disfrutaba de nuestros cuidados. Después de un rato, Bernardo y yo intercambiamos posiciones, y fui yo quien tomó el miembro de Diego en mi boca. Bernardo acariciaba mi cabello y me susurraba al oído, aumentando aún más la sensualidad del momento.
Finalmente, Diego alcanzó el clímax, soltando un fuerte gemido de placer mientras su cuerpo se sacudía con las últimas oleadas de placer. Bernardo y yo lo miramos con una sonrisa, sabiendo que habíamos logrado hacerlo sentir bien. "Uf, eso fue increíble", dijo Diego con una sonrisa en su rostro. "Nos alegra haberlo hecho sentir bien", dijo Bernardo mientras lamia los restos de semen de Diego. "De verdad, no puedo agradecérselos lo suficiente", dijo Diego, todavía recuperándose del orgasmo. "Siempre estamos aquí para ti, Diego", dije yo, acariciando su cabello. Diego se quedó un rato más con nosotros en el sofá, charlando y riendo mientras bebíamos cerveza. Finalmente, se levantó y dijo que tenía que irse. Nos despedimos con un abrazo y un beso en la mejilla, prometiendo volver a hacerlo pronto. Cuando Diego se fue, Bernardo y yo nos quedamos solos en la sala, disfrutando de la sensación de estar juntos en la intimidad. Nos besamos con pasión, nuestras manos explorando los cuerpos del otro con deseo. Sabíamos que esta noche era solo el comienzo de algo especial entre nosotros.
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