Mi esposo quiere ser cornudo 4
Estaba emocionada por la idea de ayudar a Bernardo a explorar su lado femenino, así que juntos fuimos de compras y buscamos algunas piezas clave para su guardarropa. Encontramos algunos vestidos de verano ligeros y femeninos, así como un par de blusas y pantalones de corte suave y fluido. También compramos algunos cosméticos básicos, como base de maquillaje, rubor y pintalabios.
Una vez de regreso en casa, Bernardo se divirtió probándose diferentes looks mientras yo lo alentaba y le daba consejos. Descubrimos que le gustaba el maquillaje natural, con un toque de brillo en los labios, y los vestidos sueltos que realzaban sus curvas de una manera suave y elegante.
Juntos experimentamos con diferentes peinados, desde una coleta hasta un suelto despeinado, y finalmente decidimos que una media coleta era perfecta para Bernardo.
Estábamos emocionados por mostrarle a Diego los nuevos atuendos que habíamos elegido, así que lo recibimos en la habitación vestidos con nuestras lencerías favoritas y listos para hacer un pequeño desfile privado.
"¡Wow, chicos, se ven increíbles!" exclamó Diego mientras nos observaba caminar por la habitación. "Me encanta verlos tan seguros y cómodos en su piel."
"Gracias, Diego", dijo Bernardo con una sonrisa. "Realmente apreciamos tu apoyo y tu disposición a explorar juntos."
También me uní a la conversación, sintiéndome orgullosa de Bernardo por haberse abierto a la exploración de su lado femenino. "Es un proceso emocionante, y estoy agradecida de estar aquí para apoyar a Bernardo", dije con una sonrisa.
Los tres nos sentamos en la cama, yo entre Bernardo y Diego. Sentí el calor de sus cuerpos y me dejé llevar por la excitación del momento. Sin pensarlo dos veces, empecé a acariciar los muslos de Bernardo mientras Diego me besaba el cuello. Bernardo cerró los ojos y se dejó llevar por el placer, mientras que yo gemía suavemente. Diego continuó besándome el cuello y los hombros, y me susurró al oído lo hermosa que me veía en mi lencería.
De repente, sentí las manos de Bernardo en mi cintura, mientras Diego deslizaba sus manos por mis muslos. Los dos comenzaron a besarme y acariciarme al mismo tiempo, mientras yo gemía y me retorcía de placer. Me sentía tan viva y en el momento, dejando de lado cualquier preocupación o pensamiento negativo.
Mientras tanto, Bernardo y Diego continuaban besándome y acariciándome, explorando mi cuerpo con sus manos y labios. Me sentía en la cima del mundo, sintiendo la pasión y el amor de ambos hombres a la vez. Era una experiencia nueva y emocionante para mí, y me entregué por completo a ellos, confiando en su amor y su respeto por mí.
Diego se detuvo por un momento y miró a Bernardo, como si buscara su aprobación. Bernardo le sonrió y le dio un suave apretón en el hombro, indicándole que estaba bien. Diego volvió a besarme el cuello mientras yo seguía acariciando los muslos de Bernardo, sintiendo la suave textura de su lencería bajo mis dedos.
De repente, Bernardo se giró hacia mí y me besó con pasión, metiendo su lengua en mi boca. Yo correspondí al beso, deslizando mi mano hacia su entrepierna y acariciando su miembro a través de la tela de su lencería. Diego se unió a nosotros, besando mi cuello mientras acariciaba mis pechos sobre la lencería.
Bernardo se arqueó hacia atrás, entregándose a las sensaciones que lo recorrían. Diego se puso detras suyo y puso una mano en su cuello mientras yo acariciaba su entrepierna, sintiendo cómo su miembro se ponía duro debajo de mi mano.
Los gemidos de Bernardo eran cada vez más intensos y yo podía sentir su miembro pulsar bajo mi mano. Diego se separó de él para tomar un respiro, y Bernardo aprovechó el momento para mirarlo a los ojos y decirle con voz ronca: - Metemela, Diego. Quiero sentirte dentro de mí y darte placer como tú me lo estás dando a mí. Diego sonrió con ternura y le acarició la mejilla. - Claro que sí, mi amor. Haremos todo lo que quieras y te daré todo el placer que desees. Bernardo se sentó sobre la cama, apoyándose en los codos. Me miró y me hizo un gesto para que me uniera a ellos. Yo me acerqué y comencé a besar su cuello, mientras Diego tomaba su miembro en su mano y comenzaba a masturbarlo suavemente. - Oh, sí, así, Diego - gemía Bernardo mientras se retorcía debajo de sus caricias. - Quiero sentirte dentro de mí, por favor. Diego le sonrió y tomó un condón y lubricante del cajón de la mesilla de noche. Se lo colocó con cuidado y se puso sobre Bernardo, besándolo con ternura mientras abría sus piernas y preparaba su entrada. - ¿Estás listo, mi amor? - le preguntó Diego con cariño. - Sí, por favor, hazlo - respondió Bernardo con voz entrecortada por la excitación. Diego comenzó a penetrarlo lentamente, cuidando de no lastimarlo y dándole tiempo para acostumbrarse a su tamaño. Yo seguía besando su cuello y acariciando su cuerpo, sintiendo cómo el placer se intensificaba en él. Finalmente, Diego llegó al fondo y comenzó a moverse suavemente, buscando el ritmo perfecto que los llevara a ambos al éxtasis. - Oh, Dios, Diego, eres increíble - gemía Bernardo mientras se movía al ritmo de su amante. Yo me uní a ellos, besando a Bernardo apasionadamente mientras Diego seguía moviéndose dentro de él. Los tres estábamos entregados al placer, sintiendo cada sensación y dejándonos llevar por ella. - Sí, así, no pares - gemía Bernardo mientras su cuerpo se tensaba y su miembro pulsaba en mi mano. Diego aumentó el ritmo y comenzó a embestir con fuerza, llevándolos a ambos al borde del orgasmo. Finalmente, los tres llegamos juntos al éxtasis, sintiendo cómo el placer nos sacudía desde el interior. - Sos mi nueva putita, Bernardo - le susurró Diego mientras se separaba de él y se tumbaba a su lado. - Las dos los somos, Diego - respondió Bernardo con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Nos quedamos los tres acurrucados en la cama, sintiendo el calor y la felicidad que nos envolvían. Era un momento de plenitud y amor, en el que habíamos explorado juntos nuestra sexualidad y habíamos encontrado la felicidad en los brazos del otro.
- Bernardo, anda a cocinar la cena - ordeno Diego con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
Después de un rato de estar juntos, Bernardo se levantó de la cama y se vistió para ir a la cocina. "Chicos, voy a preparar algo para comer, ¿les parece bien?", dijo Bernardo con una sonrisa. "¡Por supuesto! Gracias, lindo", respondió Diego, devolviéndole la sonrisa. Bernardo se acercó a él y le dio un beso tierno en el pene antes de salir de la habitación.
Diego y yo nos quedamos solos en la cama, mirándonos a los ojos. "Eres increíble, Sofía", dijo Diego mientras acariciaba mi mejilla con su mano. "Gracias por estar aquí conmigo y por compartir este momento con Bernardo".
"Lo hago con gusto, Diego", respondí con una sonrisa. "Es hermoso verlos a los dos tan felices y cómodos en su piel".
Me dejé llevar por sus caricias y comencé a mover mis caderas al ritmo de sus movimientos, sintiendo su miembro duro contra mi muslo. Con una mano sujetó mi cabello, tirando de él suavemente para que inclinara mi cabeza hacia atrás, mientras con la otra mano acariciaba mi clítoris con movimientos circulares. "Oh, Dios mío, Diego", gemí entre sus besos y caricias. "No pares, por favor." Diego sonrió y continuó acariciando mi cuerpo con habilidad, sabiendo exactamente cómo tocarme para hacerme sentir bien. Mis gemidos se hicieron más fuertes y sentí cómo mi cuerpo comenzaba a tensarse, anunciando mi inminente clímax. "Voy a... voy a...", balbuceé mientras me acercaba al borde del éxtasis. "Ven, mi amor, déjate ir", susurró Diego en mi oído. Y con eso, dejé que el placer me inundara, sintiendo oleadas de éxtasis recorrer mi cuerpo mientras gemía su nombre. Diego siguió acariciándome suavemente hasta que me calmé, y luego me besó tiernamente en los labios. "Te amo", dije, todavía sin aliento por la experiencia. "También te amo", respondió Diego con una sonrisa. "Siempre estaré aquí para hacerte sentir bien."
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