La alumna puta 2
Profesor Gerardo: (con voz dominante) Ceci, eres una estudiante tan desobediente. ¿No te enseñaron a seguir las reglas?
Ceci: (con sumisión) Lo siento, profesor Gerardo. Haré lo que sea necesario para complacerlo.
Profesor Gerardo: (con una sonrisa de satisfacción) Así me gusta, Ceci. Ahora, arrodíllate ante mí y demuéstrame cuánto deseas mi dominio.
Ceci: (susurrando) Sí, profesor Gerardo. (se arrodilla frente a él)
Profesor Gerardo: (acariciando suavemente el rostro de Ceci) Eres tan hermosa cuando te sometes a mí. Ahora, acaricia tu cuerpo lentamente, hazme ver cómo te excitas por mi poder.
Ceci: (comienza a acariciarse lentamente, suspirando) Oh, profesor Gerardo, su dominio me consume por completo. Mi cuerpo anhela su control.
Profesor Gerardo: (mirándola fijamente) Muy bien, Ceci. Ahora, desliza tus manos por debajo de tu ropa y acaricia tus senos con delicadeza. Muéstrame cuánto placer puedes experimentar bajo mi mando.
Ceci: (sigue las instrucciones, suspirando de placer) Oh, profesor Gerardo, su dominio me lleva a lugares que nunca imaginé. Cada toque es una exquisitez prohibida.
Profesor Gerardo: (con voz más intensa) Continúa, Ceci. Desciende tus manos hacia tu entrepierna y acaricia tu intimidad con devoción. Hazme saber lo mucho que anhelas ser poseída por mí.
Ceci: (gimiendo suavemente) Sí, profesor Gerardo. Mi deseo por usted es incontrolable. Me entrego a su dominio, mi cuerpo arde por su toque.
Profesor Gerardo: (con voz ruda) ¡Más rápido, Ceci! No tienes idea de lo impaciente que estoy por ver cómo te complaces bajo mi control.
Ceci: (nerviosa pero excitada) Sí, profesor Gerardo. Haré todo lo que me pida.
Profesor Gerardo: (mirándola fijamente) Eres una puta sumisa, Ceci. Te gusta ser mi juguete, ¿verdad? Te encanta obedecer mis órdenes y satisfacer mis deseos.
Ceci: (con sumisión) Sí, profesor Gerardo. Soy su puta sumisa. Solo existo para su placer y satisfacción.
Profesor Gerardo: (sonriendo satisfecho) Así me gusta, Ceci. Ahora, mete tus dedos dentro de ti y muéstrame cómo te abres para mí. Quiero verte perder el control por completo.
Ceci: (comienza a masturbarse, gemidos ahogados) Oh, profesor Gerardo, su rudeza despierta algo salvaje en mí. Me entrego a su dominio sin restricciones.
Profesor Gerardo: (mientras la observa) Eres tan patética y tan ansiosa por mi aprobación. Pero no te preocupes, te recompensaré. Ahora, detén tus movimientos y mira cómo me deshago de mi ropa. Quiero que veas lo mucho que me excitas.
Ceci: (observando con atención) Sí, profesor Gerardo. Cada acto suyo me excita aún más. Mi cuerpo arde por usted.
El profesor Gerardo observó a Ceci con una mirada intensa y dominante. Sus palabras resonaron en el aire cargadas de autoridad y deseo. "Ahora, Ceci, quiero que te arrodilles frente a mí y me muestres tu devoción", ordenó con voz firme.
Ceci obedeció de inmediato, sintiendo la excitación y el nerviosismo recorrer su cuerpo. Se arrodilló ante su profesor, mirándolo fijamente a los ojos mientras acariciaba sus propios muslos con las yemas de sus dedos. Cada caricia era una muestra de sumisión y entrega.
El profesor Gerardo se aproximó a ella lentamente, su presencia dominante llenando la habitación. Con una mano firme, acarició el cabello de Ceci, guiando su cabeza hacia su entrepierna. "Demuéstrame cómo me deseas, cómo anhelas satisfacerme", susurró con voz grave y seductora.
Ceci, consciente de su rol sumiso, se acercó sin vacilar y comenzó a brindarle estimulación oral. Sus labios y lengua se movían con habilidad y pasión, buscando llevar a su profesor al límite del placer. El profesor Gerardo gemía con cada movimiento, disfrutando del control absoluto que tenía sobre ella.
"Muy bien, Ceci", murmuró el profesor entre suspiros de deleite. "Eres una buena alumna obediente. Sigue así y te recompensaré como mereces".
Ceci se entregaba por completo a su papel de sumisa, deleitándose en el placer de satisfacer los deseos de su profesor. Cada succión, cada caricia, despertaba en ella una intensidad arrolladora, sumiéndola en un estado de éxtasis y entrega total.
A medida que el profesor Gerardo se acercaba al clímax, sus gemidos se intensificaban, indicando el inminente estallido de placer. Ceci, sin perder el ritmo, aumentó la intensidad de sus movimientos, llevándolo al borde del éxtasis.
Finalmente, el profesor Gerardo alcanzó el clímax con un gemido ronco y liberador. Ceci, satisfecha de haber cumplido su papel, continuó con suavidad hasta que él se recuperó del todo.
Ambos se miraron, sus ojos reflejando una mezcla de satisfacción y complicidad. Sabían que habían compartido un momento íntimo y poderoso en su juego de sumisión y dominación.
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