Juan, mi secretario y esclavo sexual 1




La intensa jornada laboral estaba llegando a su fin cuando cerré la puerta de mi oficina con un suspiro de alivio. La tensión se había acumulado a lo largo del día, pero también había algo más en el ambiente. Desde hace un tiempo, había notado la mirada de Juan, mi apuesto y dedicado asistente, deslizándose por mi figura con un brillo inconfundible de deseo en sus ojos. Hoy, sin embargo, decidí tomar las riendas y darle un giro inesperado a nuestra relación.




"Muy bien, Juan, necesito que me ayudes con una tarea muy importante", le dije con un tono seductor mientras caminaba hacia él. "Entra y cierra la puerta."




Sus ojos se abrieron ligeramente sorprendidos, pero obedeció sin cuestionar. Sentí cómo la excitación empezaba a apoderarse de mí mientras me acercaba a su escritorio y me apoyaba en él, permitiendo que mi falda se elevara ligeramente. Mi voz se volvió más suave y sensual cuando le dije: "Hoy, serás más que mi asistente, serás mi confidente y mi amante."




Juan tragó saliva audiblemente, mirándome con un deseo creciente. "¿Qué quieres que haga, Vanesa?", preguntó con una mezcla de nerviosismo y anticipación.




Sonreí de manera pícara. "Primero, quiero que te arrodilles frente a mí", le susurré, guiándolo hacia el suelo. "Sí, justo así, mirándome a los ojos."




Cuando su rostro estuvo a la altura de mi intimidad, sentí una oleada de calor recorrer mi cuerpo. Le indiqué suavemente que me acercara más, y sus labios rozaron mi piel a través de mi ropa interior. Un gemido escapó de mis labios mientras me mordía el labio inferior, disfrutando de la sensación de su aliento cálido en mi piel.


"Mmm, Juan, eres muy talentoso", le dije con voz entrecortada, disfrutando cada caricia sutil de su lengua. 


Sintiendo cada caricia sutil de su lengua, no pude evitar que mis gemidos se hicieran más audibles. Mis manos se enredaron en su cabello mientras mi cuerpo se arqueaba ligeramente, buscando más contacto, más placer.


"Ah... Juan, sigue así", susurré con voz entrecortada, dejando que el placer me envolviera por completo. Sus movimientos eran exquisitamente sensuales, llevándome al borde de un éxtasis incontrolable.


Sus labios, húmedos y suaves, exploraban cada rincón de mi intimidad, encontrando mis puntos más sensibles y haciendo que mi cuerpo respondiera con un deseo desenfrenado. Cada lamida, cada succión, enviaba oleadas de placer a través de mí, y no pude contener los gemidos que escapaban de mis labios.


"Juan... eres... increíble", susurré entre susurros entrecortados, sintiendo cómo mi cuerpo se acercaba cada vez más al clímax. Mis piernas temblaban ligeramente mientras él continuaba su labor, dedicado y apasionado.


La tensión se volvía casi insoportable, pero Juan sabía cómo llevarme al límite y luego retrasar el momento justo. Mis manos apretaron con fuerza su cabello, instándolo a continuar, a no detenerse en su búsqueda de placer.


La explosión de éxtasis finalmente me envolvió, haciéndome temblar de placer y soltar un gemido profundo. Mi cuerpo se relajó gradualmente, mientras Juan continuaba acariciando suavemente mi piel, brindándome consuelo y tranquilidad después de aquel torbellino de sensaciones.


Lo miré a los ojos, aún recuperándome del placer abrumador que había experimentado. "Gracias, Juan", susurré, con gratitud y aprecio. "Eso fue... maravilloso".


Él me sonrió, un brillo de satisfacción en sus ojos. "Siempre estoy aquí para satisfacer tus deseos, Vanesa", respondió con voz suave.

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