Atada y gozada


 En un sótano oscuro y misterioso, Elena se encontraba atada a una silla, su cuerpo envuelto en vendas suaves que le impedían ver y moverse con libertad. La adrenalina recorría sus venas mientras esperaba la llegada de su captor, Marco. Sabía que él vendría a someterla y a llevarla al límite de su placer.


De repente, el sonido de unos pasos resonó en la habitación y Elena sintió la presencia de Marco acercándose. Una mezcla de miedo y excitación invadió su cuerpo, sabiendo que estaba a merced de su secuestrador. La voz profunda y seductora de Marco rompió el silencio.


"Has caído en mis manos, Elena. Ahora eres mía para hacer contigo lo que desee", susurró Marco, acercándose lentamente a ella. Sus manos fuertes y seguras comenzaron a explorar su piel, acariciando cada rincón y despertando sensaciones eléctricas en todo su cuerpo.


Marco tomó una tijera y, sin quitarle la venda de los ojos, comenzó a cortar con precisión las ropas de Elena, revelando su desnudez cautivadora. "Voy a despojarte de todo lo que te pertenece, Elena. Quiero que sientas la vulnerabilidad y el placer de estar completamente expuesta ante mí", susurró con una voz cargada de deseo.


Elena, aunque atada y vendada, sentía cómo su excitación crecía con cada corte de la tijera, cada caricia, cada palabra que Marco pronunciaba. Estaba dispuesta a entregarse por completo, a dejarse llevar por esta peligrosa fantasía.


Marco se acercó aún más a ella, su aliento cálido rozando su piel desnuda. "Ahora, Elena, quiero que me demuestres tu obediencia y devoción", le ordenó con voz firme pero llena de deseo. "Usa tus manos atadas para acariciarme, para explorar mi cuerpo y llevarme al borde del éxtasis".

Elena asintió, sin pronunciar palabra, y comenzó a explorar el cuerpo de Marco con sus manos aún atadas. Cada roce, cada caricia, eran una expresión de su sumisión y deseo por satisfacerlo. Sus dedos se movían con destreza, buscando los puntos más sensibles de Marco, provocando gemidos de placer en su boca.

Elena se entregaba por completo a la tarea de proporcionarle placer a Marco, siguiendo sus instintos y respondiendo a las sutiles señales que su cuerpo le enviaba. Sus dedos trazaban círculos alrededor de sus pezones, provocando que se endurecieran y se alzaran en respuesta a sus caricias expertas.


Con cada movimiento, Elena podía percibir cómo el deseo de Marco se intensificaba. Sentía su respiración agitada y los sutiles movimientos de su cuerpo, indicándole que estaba en el camino correcto para llevarlo al éxtasis.


Sin dejar de acariciar sus pezones, Elena descendió lentamente por el torso de Marco, explorando cada músculo tenso y cada curva excitante. Sus dedos bailaban sobre su piel, dejando un rastro de electricidad a su paso.


Finalmente, sus manos encontraron su objetivo: la dura erección de Marco. Sin vacilar, Elena envolvió su miembro con sus dedos, sintiendo su calor y su pulso bajo su piel. Con movimientos rítmicos y precisos, lo acariciaba y lo estimulaba, llevándolo cada vez más cerca del clímax.

La tensión en el cuerpo de Marco se hizo insoportable, y justo cuando creía que no podría resistir más, el clímax se apoderó de él. Los espasmos recorrieron su ser, liberando un torrente de placer que lo envolvió por completo. Elena, testigo de su entrega, continuó acariciándolo suavemente, prolongando su éxtasis hasta que finalmente alcanzó la calma.


Elena, satisfecha y empapada de la excitación compartida, sabía que esta experiencia era solo el comienzo de un viaje lleno de placer y descubrimiento. Juntos, explorarían los límites de su sumisión y dominación, creando un vínculo íntimo que los uniría en un deseo incontrolable.


Marco, cuidadosamente, tomó la mano de Elena y la condujo hacia el colchón en el suelo. Cada paso era una combinación de anticipación y confianza, mientras Elena se dejaba llevar por sus sentidos, confiando plenamente en su amante y en la excitante aventura que estaban viviendo.


El colchón, suave y acogedor, era el escenario perfecto para continuar explorando sus deseos más oscuros. Marco, con voz firme pero llena de deseo, le indicó a Elena que se arrodillara en el centro del colchón, manteniendo sus ataduras intactas.


Elena, obediente y sumisa, siguió las instrucciones de Marco, sintiendo el roce del colchón contra sus rodillas y la suavidad de las sábanas que la rodeaban. Aunque sus ojos estaban vendados, su cuerpo estaba lleno de sensibilidad y excitación, lista para recibir las próximas órdenes de su amante.


Marco se situó frente a ella, su figura imponente y dominante. El silencio llenaba el aire, solo interrumpido por la respiración agitada de ambos. Con un tono de autoridad, Marco le ordenó a Elena que extendiera sus brazos y los ató con suavidad a dos puntos fijos en el colchón.


Elena, con las manos inmovilizadas, se entregó por completo al juego de sumisión y placer. Cada atadura reforzaba su sensación de vulnerabilidad y excitación, mientras Marco se deleitaba en el poder que tenía sobre ella.


Marco, sin dejar de mantener el control de la situación, acarició el cuerpo de Elena con manos firmes y delicadas. Sus dedos se deslizaron por su piel desnuda, explorando cada curva y rincón de su ser. El contacto de sus manos provocaba una oleada de sensaciones que envolvían a Elena, llevándola a un estado de pura entrega.


Marco deslizó sus dedos por la suave y desnuda piel de Elena, explorando cada centímetro de su cuerpo con atención y delicadeza. Cada caricia provocaba en ella un suspiro entrecortado y un estremecimiento de placer. Sus dedos se movían con suavidad, acariciando su intimidad húmeda y sintiendo la respuesta ardiente de Elena a cada roce.


Elena se abandonaba por completo al toque de Marco, entregándose a las sensaciones y permitiéndole explorar su deseo y pasión. Su respiración se volvía más agitada, y sus gemidos escapaban de sus labios entre susurros de placer. El tacto experto de Marco despertaba en ella una intensidad arrolladora, sumiéndola en un estado de puro deleite.


Ambos se perdían en el juego sensual que habían creado, donde cada caricia y cada movimiento se convertían en una danza de placer compartido. Marco disfrutaba de la entrega y respuesta de Elena, mientras ella se abandonaba completamente a sus habilidosas manos.


Marco: (con voz profunda y autoritaria) Abre tus piernas más, Elena. Quiero verte completamente entregada a mi toque.


Elena: (con voz entrecortada) Sí, Marco. Haré lo que me pidas.


Elena siguió obedientemente la orden de Marco, abriendo aún más sus piernas y exponiendo su intimidad húmeda y deseosa. Sus gemidos se intensificaron mientras los dedos de Marco continuaban acariciando y explorando cada rincón de su sensibilidad.


Marco: (con tono dominante) Disfruta de mi toque, Elena. Siente cómo mis dedos te provocan y te llevan al límite del placer.


Elena: (gimiendo) Sí, Marco. Tu toque es tan... delicioso.


Las órdenes de Marco continuaban, llevando a Elena a un estado de sumisión y éxtasis absoluto.


Marco: Ahora, quiero que te toques para mí. Quiero verte perder el control y entregarte por completo al placer.


Elena: (susurrando) Como desees, Marco.


Elena comenzó a acariciar su propio cuerpo con devoción, siguiendo las indicaciones de Marco. Sus manos se deslizaban por su piel, explorando cada curva y llegando a su centro de deseo con ansias insaciables. Los gemidos de Elena se volvieron más audibles mientras se entregaba a la orden de Marco.


Marco: (con voz ronca) Sigue tocándote, Elena. Quiero que te vuelvas loca de deseo. Quiero verte rendida ante tus propias sensaciones.


Elena: (jadeando) Oh, Marco... me estás volviendo loca. Me siento tan... tan sumisa ante ti.


El juego de sumisión y dominación continuaba, llevando a Elena a nuevas alturas de placer. Cada movimiento de sus manos era una respuesta a las órdenes de Marco, y cada gemido que escapaba de sus labios era un testimonio de su entrega y satisfacción.


Marco: (con voz intensa) Elena, detente. Es suficiente. Quiero saborearte ahora.


Marco se arrodilló frente a Elena, con una mirada intensa y llena de deseo. Lentamente, acercó su rostro a la entrepierna de Elena, dejando que su aliento cálido rozara su piel sensible.


Marco: (susurrando) Ábreme paso, Elena. Permíteme disfrutar de tu dulzura.


Elena asintió, su corazón latiendo con fuerza en anticipación. Con un gesto dominante, Marco apartó delicadamente las piernas de Elena y se sumergió entre ellas, devorando con avidez su intimidad.


Elena: (gimiendo) ¡Oh, Marco! Sí, así... sigue...


Marco usó su lengua y sus labios con destreza, explorando cada pliegue y acariciando cada centímetro de su feminidad. Sus movimientos eran rítmicos y deliberados, llevando a Elena al borde de la locura.


Elena: (jadeando) ¡Más, Marco! No pares... estoy tan cerca...


Marco aumentó la intensidad de sus caricias, concentrándose en los puntos más sensibles de Elena. Sus dedos se unieron a la danza, penetrándola suavemente y añadiendo otra capa de placer a su experiencia.


Marco: (entre lamidas) Te pertenezco, Elena. Eres mi delicioso manjar y voy a saborearte hasta que no puedas resistirte más.


Elena: (gimiendo con fervor) Sí, Marco. Soy tuya... hazme llegar al éxtasis.


Marco se entregó por completo a su deseo, llevando a Elena al clímax con maestría y pasión. Los gemidos y suspiros llenaron la habitación mientras ambos se sumergían en una cascada de placer mutuo.


Después de un momento de completa satisfacción, Marco se incorporó lentamente, con una sonrisa satisfecha en los labios.


Marco: (acariciando el rostro de Elena) Eres increíble, Elena. Siempre dispuesta a entregarte y explorar nuevos límites.


Elena: (recuperando el aliento) Y tú, Marco, sabes cómo llevarme al paraíso con tu dominio y maestría.


Se miraron intensamente, con una conexión profunda y una complicidad que solo el juego de sumisión y dominación podía proporcionar. Juntos, exploraban un mundo de placer y confianza, donde sus fantasías más ardientes se convertían en realidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Culona Vianey (Testigo de Jehova, Joven Casada Infiel)

Mi mejor amigo embarazo a mi mamá

Mi Primer Experiencia Pegging