María y Alberto, primera cita



María lo recibió en la puerta de su casa y le dio la bienvenida con una amplia sonrisa. Alberto le entregó el ramo de flores y ella lo agradeció con un beso en la mejilla. "Qué lindas flores, gracias", dijo María mientras olía el aroma de las flores.

María lo invitó a pasar y se dirigió a la cocina, donde había preparado una cena especial para la ocasión. Mientras Alberto admiraba la decoración del lugar, María le ofreció una copa de vino tinto y comenzaron a conversar animadamente. La química entre ellos era innegable y la atracción que sentían el uno por el otro era cada vez más evidente.

La cena fue exquisita y mientras se saboreaban los postres, Alberto tomó la mano de María y la llevó a la sala de estar. Allí, le hizo una pregunta que la hizo estremecer: "¿Puedo besarte?"

María lo miró a los ojos y le dio una sonrisa tímida. "Sí, por favor", dijo suavemente.

Alberto la tomó en sus brazos y la besó con pasión, saboreando sus labios con dulzura. María se entregó al beso, sintiendo cómo su cuerpo se derretía bajo el toque de su compañero. La pasión entre ellos se intensificó y comenzaron a explorar sus cuerpos, acariciando cada centímetro de piel desnuda.

María se arrodilló frente a Alberto y comenzó a desabrochar su pantalón, liberando su miembro erecto. Con delicadeza, comenzó a darle placer oral, disfrutando del sabor y la textura de su piel. Alberto gemía de placer y sus manos se aferraban a su cabello, mientras María lo llevaba al éxtasis.

Alberto se dejó llevar por el placer que María le proporcionaba, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba y sus gemidos se hacían cada vez más intensos. María se entregaba al momento, disfrutando de la sensación de poder satisfacer a su pareja de esa manera. Finalmente, Alberto pregunto, consideradamente, si podia acabar en su boca.

María sonrió y asintió con la cabeza, sabiendo que eso era lo que a Alberto le gustaba. Continuó con su movimiento de succión mientras sentía cómo su pareja se acercaba al clímax. Finalmente, Alberto se dejó ir y María recibió su semen en su boca. Lo saboreó por un momento antes de tragarlo, mientras Alberto se recostaba en el sofá con una sonrisa de satisfacción.

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