María llegó finalmente a Punta Alta y bajó del camión con una sonrisa en el rostro, agradecida por la aventura que había vivido y las sensaciones que había experimentado. Caminó por las calles de la pequeña ciudad, disfrutando de la brisa fresca del mar y el sol en su piel.
Mientras paseaba, María notó un pequeño café en la esquina y decidió entrar para tomar un café y descansar un poco. Se sentó en una de las mesas al aire libre y pidió un café, disfrutando de la tranquilidad del lugar.
Pero su paz se vio interrumpida cuando un hombre se sentó en la mesa de al lado, llamando su atención con su atractivo físico y su mirada intensa. María no pudo evitar sentir una atracción instantánea por él, y comenzaron a hablar animadamente mientras tomaban sus cafés.
La conversación fluyó fácilmente entre ellos, y María sintió que había encontrado a alguien que la entendía y la apreciaba como era. Mientras hablaban, la tensión sexual creció entre ellos, y María sintió que su cuerpo comenzaba a responder al contacto y las miradas de aquel hombre desconocido.
Finalmente, el hombre le propuso a María que lo acompañara a dar un paseo por la costa, y ella aceptó sin pensarlo dos veces, deseosa de descubrir qué más podría suceder entre ellos.
En el camino, el hombre, de nombre Renzo, encuentra a un amigo, Mario, que se les une en el paseo
Renzo presentó a Mario a María y los tres comenzaron a conversar animadamente mientras el camión seguía su camino. María se sentía atraída por ambos hombres, fascinada por su conversación y su energía.
Con el tiempo, la charla se volvió más personal y comenzaron a compartir sus historias y experiencias. María habló de su viaje y sus planes para explorar la Patagonia, mientras que Renzo y Mario compartieron sus aventuras en la carretera y sus intereses en común.
Renzo le pregunto a maria si tenia donde pasar la noche, y que si no tenia donde quedarse, podia dormir en su departamento, donde vive con mario y dos amigos mas. Maria acepto y fueron hacia alli, con la promesa de una ducha caliente y una cama donde descansar.
Renzo, Mario, Luciano y Martín dieron la bienvenida a María cuando llegaron a su departamento. A pesar de que el lugar estaba un poco desordenado y descuidado, se podía sentir una buena vibra en el ambiente. Renzo le mostró a María el baño y le dijo que se sintiera libre de usar cualquier cosa que necesitara.
Después de una ducha caliente y reconfortante, María se encontró con los chicos en la sala de estar, donde estaban sentados en el sofá y hablando animadamente. Martín le ofreció una bebida y ella aceptó un vaso de vino tinto. Todos comenzaron a charlar y reír juntos, y María se sintió cómoda y bienvenida.
A medida que avanzaba la noche, los chicos comenzaron a jugar un juego de cartas y María se unió a ellos. La conversación se volvió cada vez más picante y sugestiva, y María se encontró siendo el centro de atención de los chicos.
Renzo se acercó a ella y comenzó a acariciar su cabello suavemente, mientras Mario le ofrecía otra copa de vino. Luciano y Martín se acercaron también, y María se encontró rodeada de hombres guapos y deseosos de complacerla.
Martin se acercó a María por detrás, sus manos acariciando su cintura y su aliento cálido en su oído. María se estremeció ante su toque, sintiendo cómo la excitación se acumulaba en su cuerpo. Los otros hombres la miraban con lujuria en los ojos, sabiendo que pronto serían ellos los que la tocarían y la disfrutarían.
María cerró los ojos, entregándose al placer que le estaban dando estos hombres. Las manos de Martin se movieron hacia sus senos, acariciándolos suavemente a través de la tela de su camisa. María gimió, deseando sentir su piel desnuda bajo las manos de Martin.
Renzo se acerco acariciando suavemente el sexo de María por encima de la tela de su pantalón, mientras Martin se acercaba por detrás, deslizando sus manos por la espalda de María hasta llegar a su sujetador. Con un gesto experto, lo desabrochó y lo dejó caer al suelo, revelando los pechos de María, que se erguían firmes y provocativos.
Luciano y Mario no se quedaron atrás, y se acercaron a María para lamer sus pezones, haciéndola gemir de placer. Los cuatro hombres la rodeaban ahora, acariciándola, besándola y lamiéndola, mientras ella se dejaba llevar por la pasión, sintiendo su cuerpo arder de deseo.
"Quiero más", susurró de nuevo María, mientras Renzo continuaba acariciando su sexo, haciéndola temblar de placer. Los hombres se miraron entre sí, sonriendo maliciosamente, sabiendo que iban a hacer realidad todos los deseos de María esa noche.
Con la bombacha aun puesta, y el pantalon a medio quitar, maria se dejo caer de rodillas entre los cuatro hombres. Después de desabotonar los pantalones de cada uno, María comenzó a acariciar sus penes, sintiendo cómo se endurecían en sus manos. Suspiró de placer al sentir el roce de las erecciones en su piel, mientras los hombres gemían y se retorcían bajo sus caricias.
Finalmente, María se arrodilló entre ellos, tomando los penes en sus manos y llevándolos a su boca, uno por uno. Los hombres gimen mientras ella los chupa, saboreando cada centímetro de sus miembros, y disfrutando de los sonidos que salían de sus bocas.
La respiración de María se aceleró mientras continuaba chupando a los hombres con devoción, alternando entre cada uno de ellos y disfrutando de la sensación de tener sus penes en su boca. Los hombres se agarraban del cabello de María, disfrutando del placer que ella les proporcionaba, mientras gemían y suspiraban.
Después de un rato, Renzo tomó el control y empujó a María hacia atrás, quitándole la bombacha y dejando al descubierto su intimidad. María jadeó, sintiendo la humedad entre sus piernas aumentar aún más.
Renzo se colocó detrás de ella y comenzó a penetrarla lentamente, mientras que Martín y Luciano acariciaban su trasero y su espalda. María gemía, sintiendo cada vez más intenso el placer que recorría su cuerpo. Mario se colocó frente a ella y ofreció su miembro para que lo chupara, y María no dudó en complacerlo.
Luciano se puso detrás de ella, mientras que Martín y Renzo se sentaron en el sofá, ofreciéndole su miembro para que los chupara alternativamente. María se puso en posición de perrito, sintiendo la excitación aumentar al tener a Luciano penetrándola por detrás.
"Oh, sí, así es como me gusta", gemía María, mientras sentía a Luciano moverse dentro de ella con rapidez y habilidad. Los gemidos y suspiros llenaban la habitación, mezclándose con los sonidos de los hombres disfrutando de las atenciones de María.
Pronto, Martin y Renzo llegaron al clímax casi simultáneamente, llenando la boca de María con su semen mientras ella continuaba moviéndose al ritmo de los embates de Luciano. La sensación del semen caliente y salado en su boca y la estimulación de su clítoris por parte de Luciano la llevaron al orgasmo, haciendo que todo su cuerpo temblara de placer.
Luciano se movía cada vez con más fuerza y velocidad, sus gemidos y suspiros se intensificaban, indicando que estaba cerca del clímax. Con una última embestida, Luciano llegó al orgasmo, su cuerpo temblando y sudoroso. Se dejó caer al lado de María, respirando agitadamente.
Mario se acercó a María, colocándose detrás de ella para penetrarla. María gemía de placer al sentir el miembro de Mario deslizarse dentro de ella. Martin se acercó para besarla apasionadamente mientras Renzo seguía acariciando su cuerpo con sus manos.
"Más fuerte", pidió María entre gemidos, mientras los hombres la complacían. Los movimientos eran cada vez más intensos y la tensión sexual en la habitación se hacía cada vez más fuerte.
De repente, Mario alcanzó el clímax, y María pudo sentir cómo su cuerpo se tensaba mientras eyaculaba dentro de ella. La sensación de calor la hizo sentir aún más excitada, y los otros hombres no tardaron en seguir el mismo camino.
María gimió al sentir la cálida sensación dentro de ella, mientras continuaba chupando el miembro de Martín con intensidad. Renzo, quien había estado observando la escena, se acercó y tomó a María por la cintura, levantándola y llevándola hacia la cama.
"Ven aquí, hermosa", susurró Renzo mientras la depositaba sobre las sábanas blancas. "Ahora es mi turno de hacerte sentir bien". Renzo se colocó entre las piernas de María y comenzó a acariciar sus labios vaginales con su lengua, provocando gemidos y movimientos involuntarios de su cuerpo.
"Mmm... sí, Renzo... no pares", murmuró María, mientras sentía cómo su cuerpo se acercaba cada vez más al borde del orgasmo. Martin se unió a la acción, colocándose junto a Renzo y acariciando los pechos de María mientras ella gemía de placer.
Finalmente, María llegó al orgasmo, su cuerpo convulsionando mientras Renzo y Martin seguían acariciándola y besándola. Los cuatro se acurrucaron juntos en la cama, disfrutando de la intensa sensación de conexión y placer que habían compartido.
***
María se vistió y salió de la habitación, aún sintiendo el eco de la pasión de la noche anterior. Se sintió un poco nerviosa al cruzar la mirada con los hombres en el desayuno, pero también sintió una extraña sensación de complicidad. Los hombres la saludaron con una sonrisa, pero nadie hizo comentarios sobre lo sucedido la noche anterior.
María se sirvió un café y se sentó en la mesa, tratando de mantener una conversación casual con los hombres. Hablaron sobre el clima, los planes para el día y los trabajos que tenían que hacer. María se sintió un poco incómoda, todavía sintiendo la intensidad del encuentro de la noche anterior, pero tratando de disimularlo.
Mientras María lavaba las tazas del desayuno, Mario se acercó sigilosamente por detrás y la abrazó por la cintura. María se estremeció al sentir su aliento en el cuello, pero se giró y le sonrió dulcemente. "Buenos días, Mario", dijo.
"Buenos días, María", respondió él, acariciando suavemente su mejilla. "Anoche fue increíble, ¿no lo crees?"
María sonrió ante la sugerencia de Mario y se volvió hacia él. "Sí, la verdad es que fue una noche increíble", respondió ella. "Pero me temo que no tengo mucho tiempo antes de tener que irme".
Mario se acercó un poco más a ella, sus ojos brillando con un brillo seductor. "Entonces, ¿qué tal si aprovechamos el tiempo que tenemos juntos?", dijo él, tomando su mano y guiándola hacia la sala de estar.
Mario desabrochó suavemente el pantalón de María, sintiendo la emoción aumentar en su cuerpo. Los otros hombres se acercaron a ella, acariciando suavemente su piel y besando su cuello mientras Mario continuaba deslizando su pantalón hasta el suelo. María se dejó llevar por la sensación de tenerlos tan cerca, sintiendo el deseo crecer dentro de ella.
Luciano deslizó sus manos por el torso de María, acariciando su piel suave y haciendo que se estremeciera. "Eres tan hermosa", susurró mientras continuaba acariciando su cuerpo. Renzo tomó las manos de María y las colocó detrás de su espalda, sujetándolas suavemente.
Mientras tanto, Martin se acercó por detrás y comenzó a besar el cuello de María, dejando pequeños mordiscos en su piel. María cerró los ojos, disfrutando de las sensaciones que la envolvían.
Mario tomó su miembro y lo frotó contra el trasero de María, mientras que Luciano bajaba sus manos por su cintura hasta llegar a su cadera, haciéndola sentir más vulnerable y entregada a ellos.
"¿Te gusta esto, María?" preguntó Renzo, mientras su mano libre acariciaba su muslo. María asintió, sintiendo el deseo crecer en su interior.
"Entonces, vamos a hacerte sentir aún mejor", dijo Martin, mientras se deslizaba hacia abajo y comenzaba a acariciar la entrepierna de María. Ella jadeó, sintiendo la humedad crecer entre sus piernas.
María dejó escapar un gemido suave mientras Martin le bajaba la bombacha, dejando al descubierto su intimidad. Los hombres se acercaron más a ella, deseando explorar cada rincón de su cuerpo. Renzo comenzó a acariciar sus senos, mientras que Mario y Luciano continuaban acariciando su espalda y sus muslos. María cerró los ojos y se dejó llevar por el placer que la envolvía, sintiendo cómo el deseo se apoderaba de ella.
Con suavidad, Renzo desabrochó el corpiño de María, liberando sus pechos que quedaron expuestos frente a los cuatro hombres. María se estremeció de placer al sentir sus manos acariciar sus senos, mientras que Mario y Luciano seguían explorando su cuerpo por detrás.
María gemía suavemente, sintiendo la humedad entre sus piernas aumentar con cada caricia. Ella se dejó caer sobre la mesa de la cocina, mientras Mario tomaba su cabeza y la llevaba hacia su miembro erecto. María lo tomó en su boca y comenzó a chuparlo suavemente, mientras los otros tres se turnaban para penetrarla.
Los gemidos de María y el sonido de las caderas chocando llenaron la cocina. María estaba en éxtasis, disfrutando de la sensación de tener a cuatro hombres a su alrededor. Cada uno de ellos la llevaba al borde del placer, y ella estaba ansiosa por sentir el calor de sus cuerpos y el sabor de su semen.
"Mmm, chicos, no puedo aguantar más", gimió María mientras los cuatro hombres seguían penetrándola. "¡Hagan que me corra! ¡Quiero sentir sus cuerpos y su semen en mi piel!".
Los cuatro hombres sonrieron al escucharla, sabiendo que su deseo era el mismo. Mario la tomó de los hombros y la hizo voltear para que pudiera besarse con ella apasionadamente, mientras Martín continuaba penetrándola con fuerza desde atrás. Luciano se inclinó para besar su cuello mientras Renzo acariciaba sus pezones con los dedos.
María gimió de placer al sentir las sensaciones de sus cuerpos juntos. Cada vez más cerca del clímax, apretó los dientes y agarró los bordes de la mesa de la cocina. Los cuatro hombres podían sentir la tensión que se acumulaba en su cuerpo y aumentaron la intensidad de sus embestidas.
"¡Sí, sí, no puedo aguantar más!", gritó María, sintiendo que el orgasmo se acercaba. Los cuatro hombres la rodearon, acariciando su piel con sus manos y besando cada centímetro de su cuerpo.
"¡Vamos, déjate llevar, María!", dijo Renzo mientras la penetraba con fuerza. "Siente todo el placer que te estamos dando".
"¡Oh, sí, más fuerte!", gritó María mientras Martin la besaba apasionadamente y Luciano acariciaba sus senos. "No puedo aguantar más, chicos, ¡voy a correrme!".
Los cuatro hombres aumentaron el ritmo, llevándola al borde del éxtasis. María cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba y liberaba todo el placer acumulado.
"¡Ahhhhh!", gritó María mientras el orgasmo la recorría de pies a cabeza.
Los cuatro hombres continuaron moviéndose dentro de ella, sintiendo como su cuerpo se contraía alrededor de sus miembros. María se aferró a ellos, sus uñas arañando sus espaldas mientras su cuerpo temblaba de placer. Los hombres también alcanzaron el clímax poco después, llenando su interior con su semen.
Después de un rato, los hombres se separaron de ella, dejándola descansar sobre la mesa de la cocina. "¿Estás bien, mi amor?", preguntó Mario, acariciando suavemente su cabello. "Sí, estoy bien, solo necesito un momento", respondió María con una sonrisa.
María suspiró, sabiendo que su tiempo con ellos estaba llegando a su fin. "Chicos, ha sido una noche increíble, pero ya es hora de que me vaya", dijo ella, levantándose de la mesa y comenzando a vestirse.
Los cuatro hombres se acercaron a ella, acariciando suavemente su cuerpo mientras ella se vestía. "No te vayas aún, quédate un poco más", le dijo Luciano con un tono seductor.
"Lo siento, pero tengo que volver a mi viaje", respondió María con una sonrisa triste. "Pero prometo que volveré a visitarlos pronto".
Los hombres asintieron con la cabeza, sabiendo que no podían retenerla por más tiempo. "Te esperaremos", dijo Renzo, dándole un beso en la mejilla.
María se despidió de cada uno de ellos, abrazándolos y besándolos antes de salir por la puerta. Mientras caminaba por la calle, sintió una mezcla de tristeza y emoción por la noche que acababa de pasar. Sabía que nunca olvidaría esa experiencia, pero también sabía que tenía que volver a su viaje.
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