Maria viaja a Usuahia, capitulo 1 - Bahia Blanca

 


María se despidió de sus amigos y se encaminó hacia la terminal de autobuses de Buenos Aires. Después de comprar su boleto, subió al autobús con su mochila y se acomodó en su asiento, lista para comenzar su aventura hacia Bahía Blanca.

Durante el viaje, María disfrutó del paisaje cambiante mientras el autobús recorría la ruta hacia el sur. Desde los edificios de la ciudad hasta las vastas llanuras y las montañas a lo lejos, cada vista era nueva y emocionante.

Después de varias horas de viaje, el autobús llegó a Bahía Blanca, donde María bajó y se dirigió a la estación de trenes para continuar su viaje. Con su boleto en mano, abordó el tren con destino a la próxima ciudad en su itinerario, emocionada por lo que le depararía el futuro.

Maria comenzó a sentir la frustración crecer en su interior mientras seguía haciendo dedo en el costado de la carretera. Pasaron horas y nadie se detenía a ofrecerle un aventón. A medida que el sol se ponía en el horizonte, comenzó a preguntarse si alguna vez llegaría a su destino.

Pero María no se rindió. Sabía que el viaje era económico, pero también sabía que tomaría tiempo. Siguió haciendo dedo a pesar de la creciente oscuridad y la falta de tráfico. Cada vez que un automóvil pasaba por su lado, agitaba su mano con la esperanza de que se detuvieran.

Finalmente, después de varias horas, un camionero se detuvo y ofreció llevarla a Bahía Blanca. María agradeció al camionero y subió al camión, sintiendo un alivio inmenso al saber que su viaje continuaría.

María se sentó en el asiento del acompañante y se puso el cinturón de seguridad mientras el camionero encendía el motor y reanudaba su camino. Desde su posición, podía ver la carretera extendiéndose hacia el horizonte, con las montañas y los paisajes rurales pasando rápidamente a su alrededor.

El camionero, un hombre maduro y fornido, no dejaba de mirarla de reojo, como si quisiera decir algo, pero no encontraba las palabras. María notaba su mirada intensa y se preguntaba si se atrevería a dar el siguiente paso. Por un momento, la idea la asustó, pero al mismo tiempo, su cuerpo comenzó a responder con una sensación de calor y humedad entre sus piernas.

Finalmente, el camionero se decidió y detuvo el vehículo en un área de descanso. Sin decir una palabra, se acercó a ella y comenzó a besarla con pasión, explorando cada rincón de su boca con su lengua. María se dejó llevar por el momento, entregándose a la lujuria y al deseo que la invadía.

El camionero deslizó sus manos por su cuerpo, acariciando sus pechos y deslizándose hacia abajo hasta llegar a su entrepierna. María jadeó cuando sintió sus dedos explorando su sexo húmedo y caliente.

El camionero seguía acariciando el sexo de María, haciéndola gemir de placer. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba y se relajaba al ritmo de los dedos del hombre. La cabina del camión se llenó con los sonidos de los gemidos y la respiración agitada de María, mientras el camionero continuaba acariciándola con habilidad y destreza.

Después de unos momentos, María alcanzó el orgasmo, dejando escapar un fuerte gemido mientras su cuerpo temblaba con el placer. El camionero se detuvo y la miró con una sonrisa, sabiendo que había hecho un buen trabajo. 

María decidió que era hora de agradecer al camionero por su ayuda y comenzó a desabrochar su cinturón, deslizando su mano por debajo de la tela hasta encontrar su miembro erecto. Con una sonrisa pícara, comenzó a acariciarlo suavemente, sintiendo cómo el camionero gemía de placer bajo su toque.

El camionero se inclinó hacia ella, besando su cuello mientras ella continuaba acariciando su miembro con habilidad. María sintió cómo su propia excitación crecía con cada gemido del hombre, y decidió que quería más.

Con un movimiento rápido, se deslizó hacia abajo y comenzó a lamer y chupar su miembro con habilidad, disfrutando de cada gemido y suspiro que escapaba de los labios del camionero. La cabina del camión se llenó con el sonido de sus gemidos y el crujido de la carretera bajo las ruedas, y María sintió cómo el placer la envolvía por completo.

Finalmente, el camionero llegó al clímax, derramándose sobre la lengua de María con un gemido ronco de placer. María se relamió los labios, saboreando su semen antes de subir de nuevo a su asiento, sintiéndose satisfecha y llena de energía.

Al llegar a bahia blanca Maria se despidio del camionero, y aprovechando la cercania, decidio visitar a una vieja amiga en Punta Alta... hacia alli decidio hacer dedo.


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