Laura, secretaria y esclava sexual
Lo recuerdo como si hubiera sucedido ayer. Era mi primer día de trabajo como secretaria en una gran empresa y estaba un poco nerviosa por el nuevo ambiente en el que me encontraba. Me presentaron a mi jefe, un hombre atractivo de unos 40 años, con un aire de autoridad que me impresionó. A pesar de mi nerviosismo, todo parecía ir bien hasta que llegó el momento en el que me pidió que cerrara la puerta de su despacho.
Me dijo que quería hablar conmigo sobre la dinámica del trabajo y, mientras lo hacía, se acercó lentamente a mí, como si estuviera preparando el terreno para algo. Y así fue. Cuando menos me lo esperé, lo tuve encima de mí, con su mano en mi muslo y la otra en mi pecho. Me asusté, pero no supe qué hacer. Solo me quedé allí, paralizada, mientras me decía que quería algo a cambio de mantener mi trabajo.
Me chantajeaba. Me pedía que le diera el culo. Me estaba pidiendo sexo anal a cambio de mantener mi trabajo. No sabía qué hacer. Me sentía humillada y sin salida. Y aunque nunca lo había hecho antes, me obligué a hacerlo. Accedí a sus demandas con dolor, con una sensación de humillación que aún hoy no he logrado superar.
Es cierto que pensé en renunciar, en dejar todo atrás, pero el miedo a no conseguir otro trabajo me impidió hacerlo. Y así pasó el tiempo, cada día en el trabajo era un infierno, recordando lo que había pasado esa vez. Aprendí a soportarlo, pero nunca he olvidado lo que sucedió aquel día.
Hoy en día me sigo sintiendo dolida y humillada, pero también soy más fuerte. Y aunque no haya denunciado a mi acosador, aquí estoy, trabajando y avanzando. Jamás dejo de recordar aquella experiencia, pero tampoco dejo que me defina o me detenga en mi carrera.
Comentarios
Publicar un comentario