Gerardo va por masajes
María se preparó para darle un masaje a Gerardo, quien había solicitado específicamente sus servicios. Al llegar a la casa de Gerardo, María lo recibió amablemente y comenzó a preparar la habitación para el masaje.
Una vez que Gerardo se recostó en la camilla, María comenzó a trabajar en sus músculos con habilidad. Gerardo suspiraba de alivio mientras ella trabajaba en cada área de su cuerpo.
María notó que Gerardo parecía un poco nervioso y decidido a hacer que se sintiera más cómodo, comenzó a hablar con él en un tono suave y relajante.
"¿Te gusta el masaje hasta ahora, Gerardo?" preguntó María con una sonrisa.
"Sí, me encanta", respondió Gerardo con una sonrisa tímida.
María se sintió halagada y decidió darle un masaje más profundo. Mientras trabajaba en su espalda, notó que Gerardo comenzaba a respirar más fuerte y su miembro se ponía duro contra la camilla.
María decidió tomar las cosas un poco más lejos y comenzó a acariciar suavemente sus muslos mientras continuaba trabajando en su espalda con la otra mano. Gerardo gemía de placer y María sabía que estaba haciendo un gran trabajo.
"Gerardo, ¿te importaría ponerte boca arriba para continuar con el masaje?", preguntó María con una sonrisa. Gerardo asintió y se acomodó en la camilla, esperando ansioso por sentir las manos expertas de María en su cuerpo.
María comenzó a trabajar en los hombros y el cuello de Gerardo, aplicando la cantidad justa de presión para liberar la tensión acumulada. Gerardo suspiraba de alivio, sintiendo cómo la tensión abandonaba su cuerpo con cada movimiento de las manos de María.
Después de unos minutos, María se movió hacia el pecho y el abdomen de Gerardo, notando cómo su respiración se hacía cada vez más agitada a medida que se acercaba a su zona íntima. María se detuvo por un momento, consciente de la reacción de Gerardo, y decidió continuar enfocándose en sus brazos y piernas.
Gerardo se relajó nuevamente y disfrutó de los movimientos suaves y rítmicos de las manos de María en su cuerpo. La atmósfera era tranquila y relajante, y Gerardo se dejaba llevar por las sensaciones placenteras que recorrían su cuerpo.
"Gerardo, ¿te importaría acostarte boca arriba para que pueda continuar con el masaje?", preguntó María con una sonrisa seductora. Gerardo asintió con entusiasmo, sintiendo la excitación crecer en su cuerpo mientras se acomodaba en la camilla, esperando ansioso por sentir las manos suaves y cálidas de María en su piel blanca.
A medida que el masaje continuaba, los gemidos suaves de Gerardo comenzaron a llenar la habitación, demostrando lo mucho que estaba disfrutando. María se sintió animada por su respuesta y decidió llevar las cosas un poco más lejos, comenzando a masajear su pecho y abdomen con movimientos cada vez más sensuales.
Gerardo se estremeció bajo sus manos, sintiendo cómo la excitación se apoderaba de él. Los toques de María eran mágicos y no podía resistirse a sus encantos. Cada vez que ella se acercaba a su entrepierna, su respiración se hacía más agitada y su miembro se endurecía cada vez más.
María se dio cuenta de la reacción de Gerardo y decidió llevar las cosas un poco más lejos. Con un toque seductor, comenzó a masajear su miembro, sintiendo cómo latía bajo sus manos. Gerardo gimió de placer, incapaz de resistir el tacto de María.
María se movía con gracia y habilidad, acariciando su miembro con movimientos expertos y sensuales. Gerardo se sentía transportado a un mundo de placer y no podía hacer más que entregarse a las sensaciones que ella le proporcionaba. Cada vez que María aceleraba el ritmo, su respiración se hacía más fuerte y sus gemidos se volvían más intensos.
María continuó masajeando el miembro de Gerardo con habilidad, sintiendo cómo su excitación aumentaba a medida que lo acariciaba. Podía sentir la fuerza de su erección creciente bajo sus manos y se sintió halagada por el hecho de que Gerardo se entregara por completo a ella.
Mientras continuaba trabajando en su miembro, María no pudo resistir la tentación de bajar un poco más y comenzar a masajear sus testículos con delicadeza. Gerardo gimió de placer ante el contacto y se arqueó ligeramente, permitiendo que María tuviera acceso total a su cuerpo.
Con cada movimiento, la excitación de Gerardo se intensificaba, sus gemidos se volvían más fuertes y su respiración se hacía más entrecortada. María sabía que estaba haciendo un gran trabajo y se sintió cada vez más confiada en sus habilidades. A medida que se acercaba al clímax, Gerardo agarró las sábanas con fuerza, incapaz de contener el placer que le inundaba el cuerpo.
Finalmente, la excitación llegó a su punto máximo y Gerardo llegó al clímax, dejando escapar un fuerte gemido de placer mientras su semen se derramaba sobre su abdomen y el aire se llenaba de un aroma dulce y embriagador. María se quedó allí, sonriendo y admirando la belleza de Gerardo mientras se recuperaba del intenso orgasmo. Luego, con movimientos suaves y delicados, María limpió con una toalla el semen que había quedado en el cuerpo de Gerardo, sintiendo su piel suave y cálida bajo sus manos. Gerardo se sentía completamente relajado y agradecido por el increíble masaje que había recibido, y María se sentía feliz de haberle dado tanto placer.
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