El beso negro




Valentina se levantó de la cama con un bostezo, sintiendo la fatiga acumulada de la noche anterior. Miró su celular y vio el mensaje del cliente nuevo, solicitando sus servicios para esa misma noche. A pesar del cansancio, sabía que no podía permitirse rechazar trabajo en su situación.

Después de tomar una ducha y desayunar algo rápido, Valentina se preparó para salir. Se puso su mejor ropa, su vestido negro y sus zapatos de tacón alto, y se maquilló con destreza. A pesar de las ojeras y la fatiga, sabía cómo resaltar sus rasgos más seductores.

Luego, tomó un taxi hacia la dirección que le había dado el cliente. A medida que se acercaba a su destino, se preguntaba qué esperar de este nuevo encuentro. Aunque había estado en esta industria por un tiempo, siempre había incertidumbre en cada nueva experiencia.

Finalmente, el taxi se detuvo frente a un edificio lujoso. Valentina pagó al taxista y bajó del vehículo, ajustando su vestido antes de subir las escaleras hacia el departamento del cliente. Mientras tocaba el timbre, se preparó mentalmente para lo que viniera a continuación, lista para darle al cliente la mejor experiencia posible.

Al llegar, el cliente la recibió en la puerta y la llevó directamente a su habitación. Valentina se desvistió lentamente, dejando ver su cuerpo esculpido y sensual, mientras el hombre observaba con deseo. Finalmente, se arrodilló ante él y comenzó a darle un masaje en los hombros.

Poco a poco, Valentina comenzó a bajar sus manos hacia su espalda, mientras acercaba su rostro al trasero del hombre. Después de unos minutos, comenzó a darle pequeñas lamidas en el ano, mientras sus manos seguían masajeando su espalda.
"¿Te gusta cómo lo hago?", preguntó Valentina en un susurro, mientras continuaba con su tarea.

"Sí, sí, sigue así", respondió el hombre, su voz llena de excitación.

Valentina sonrió en su interior, satisfecha con su habilidad para complacer a los clientes. Aunque su trabajo era a menudo despreciado por la sociedad, ella sabía que era una forma legítima de ganarse la vida y no se sentía avergonzada de lo que hacía.

Después de que el cliente alcanzó el clímax, Valentina se levantó y le dedicó una sonrisa seductora. "¿Te gustó?", preguntó con una voz suave y coqueta.

El hombre jadeó con satisfacción y respondió afirmativamente. "Sí, fue increíble", dijo con una sonrisa.

Valentina se inclinó para recoger su bolso y se preparó para partir. "Me alegra que hayas disfrutado", dijo mientras se ponía su abrigo. "Fue un placer trabajar contigo".

El hombre le entregó el pago acordado, junto con una generosa propina, y la acompañó a la puerta. "¿Podemos hacerlo de nuevo la próxima semana?", preguntó con una sonrisa.

Valentina le dedicó otra sonrisa seductora y se despidió con un guiño. "Por supuesto, cariño. Será un placer volver a verte", respondió antes de salir de la habitación.

Mientras caminaba por el pasillo hacia la salida, Valentina se sintió orgullosa de sí misma. Sabía que había hecho un buen trabajo y había proporcionado un servicio valioso a su cliente. Para ella, no había nada de malo en trabajar como escort. Era una forma legítima de ganarse la vida y no se sentía avergonzada de lo que hacía.

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