Laura tiene una entrevista de trabajo
Entré en la oficina de Miguel y me senté frente a su gran escritorio. Me di cuenta de que no había nadie más en la planta baja, lo cual me extrañó un poco. Miguel era un hombre anciano, pero aun así bastante atractivo para su edad. Me imaginaba que debió ser guapo en su juventud.
"¿Así que quieres trabajar aquí?" -me preguntó mirándome fijamente-. "Sí" -respondí-, "me gustaría mucho". Pareció satisfecho con mi respuesta y entonces empezamos a hablar del puesto.
Después de un rato, Miguel se levantó de su silla y se acercó a mí lentamente. Yo estaba sentada en el borde de la mía, nerviosa porque no sabía qué quería hacer exactamente. Se detuvo justo delante de mí y me agarró delicadamente la barbilla para obligarme a levantar la mirada hasta sus ojos verdes penetrantes.
"Eres una chica muy bonita", dijo sonriendo socarronamente, "y tengo un buen presentimiento contigo". Sus dedos acariciaron mi cuello antes de ir descendiendo por mi pecho hasta llegar a los botones de mi camisa blanca. Lentamente fue abriéndolos... hasta que mis grandes senos quedaron al descubierto ante sus ojos hambrientos."Te contrataré"-dijo finalmente-, "pero te pagaré el doble si accedes a ser mi esclava sexual".
Me quedé sin palabras durante un momento, no podía creer lo que estaba oyendo: ¿De verdad iba este viejo salido a pedirme sexo? Pero no me decidía: después de todo necesitaba el dinero... Asentí lentamente con la cabeza, y él sonrió de oreja a oreja antes de abalanzarse sobre mí para comerme la boca.
Sentí su suave lengua, que se deslizaba por mi boca con suavidad, como una seda, lo que me resultaba a la vez repugnante y excitante. Estábamos en el despacho de él, el hombre al que yo tenía que llamar jefe, y aún así, me encontraba allí, besándole, presa de una mezcla de emociones que jamás había sentido. El beso se fue haciendo cada vez más intenso y el asco y la repulsión se convirtieron en deseo, y me entregué a él por completo.
- Desnudate - me ordeno.
"Sentí que estaba en un trance. Mis manos temblaban y las lágrimas comenzaban a rodar por mis mejillas mientras me desvestía. Sabía que no era lo correcto, pero mi anciano jefe me había exigido hacerlo. Sentí una profunda sensación de culpa al saber que él estaba disfrutando de mi cuerpo mientras yo me encontraba en un estado de angustia".
"Respiré profundamente, tratando de acallar mi corazón palpitante. Estaba desnuda frente a este viejo pajero al que ya se le notaba la ereccion, y que el se encargaba de remarcar acariciandose la pija por encima del pantalon. Me sentía culpable y avergonzada, pero al mismo tiempo mi mente estaba llena de deseos y codicia por el dinero que recibiría a cambio. No podía creer que me hubiera puesto en esta situación, pero sabía que iba a tener que aguantarlo hasta que estuviera todo terminado".
Me acomodo contra el escritorio, agachada de tal manera que mis tetas tocaban todo su papelerio desordenado, mientras el me abria las nalgas y hundia su cara blanda en mi culo, lamiendome el ano y penetrandome con la lengua... y luego comenzo a dilatarme el culo con sus dedos...
Primero uno, luego senti dos, y pronto lo tenia encima, con los pantalones bajos, tratando de introducir su verga en mi culo, sin preservativo ni nada, a pelo, a pura saliva...
Me empezó a penetrar y sentí como una mezcla de dolor y placer a la vez, mientras el sentía una gran satisfacción. Sentí como toda mi dignidad se iba con cada empuje.
Cuando acabó, yo ya no me quedaba ni un pelo de respeto o de honor. Me hizo sentir como una puta, un objeto que solo sirve para dar placer a su jefe. Me sentí tan avergonzada de mí misma. No pude soportar ni mirarlo a los ojos, así que me puse la ropa rápidamente y salí huyendo a mi casa.
Saber que le había complacido me hacía sentir aún peor. Ya no tengo la seguridad de que soy una persona digna que merece respeto, y me avergüenzo profundamente. Odio haber vivido esa terrible experiencia, y espero no pasar por algo así nunca más.
SEXYCUENTOS
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