Nuestro padrino de boda era es y seguirá siendo mi amante

 Él que ahora es nuestro padrino de boda, antes de que me casara, yo era su amante.



Él está casado, pero no castrado, por lo que nada nos impedía que, cada vez que teníamos una oportunidad, nos acostásemos y mutuamente disfrutásemos.

Pero un día me presentó a uno de sus mejores amigos y comenzó a convencerme de que me convenía casarme con ese tipo, ya que aparte de tener mucho dinero, estaba que se babeaba por mí.




Y lo de babearse lo digo en sentido literal, ya que cada vez que me besaba, yo terminaba completamente babeada, y cuando comenzamos a tener relaciones, aprendí a soportar que también me cayera su baba encima.


Además, mi esposo es el eyaculador más rápido del país, por no decir del mundo entero, ya que el pobre, en la mayoría de las ocasiones, por no decir que todas, no ha comenzado a penetrarme cuando ya se ha venido.


Pero aparte de esos pequeños detalles, es tremendo esposo, y que lo mejor de todo es que no es mal pensado, ni celoso.



Un día me sentía tan frustrada y cansada de que él aparte de babearme la cara, y en ocasiones todo su cuerpo, no hacía nada más que intentar metérmelo, cuando ya se había venido.

Dejándome en innumerables ocasiones, mirando en techo de nuestra habitación, y maldiciéndolo mentalmente, por no haberme ni tan siquiera satisfecho una sola vez, desde que nos casamos.

Por casualidades de la vida, ese día me encontraba tan molesta con mi esposo que, si me cortaban, no echaba sangre, de lo brava que estaba.



Ya que como de costumbre, aun no me lo había metido cuando ya el pobre, se había venido, en ese momento estaba medio desnuda en el baño lavándome el coño, de la rabia que tenía tiré al piso, todo lo que se atravesaba en mi camino.





Todo lo que tenía a mi alcance fue a dar al piso o contra las paredes, y gritándole a mi marido, que era un completo fracaso en la cama, y que pensaba abandonarlo.

Además, le dije llorando de rabia, que cuando terminase de lavarme, además de quitarme de encima toda su baba, me vestiría para salir a buscar un verdadero hombre con el cual acostarme.



En esos momentos yo estaba actuando y comportándome como una verdadera loca, cuando supuestamente llegó, por casualidad a visitarnos, nuestro padrino de boda.

Lo cierto es que mi esposo al verme en ese estado de ánimo, lo había llamado, ya que como él nos había presentado, a ver si yo aceptaba hablar con él, para que me calmase, y entrara en razón.

Cuando lo vi atravesar la puerta del baño, me quedé paralizada mientras que él, al verme prácticamente desnuda, se volteó, y le dijo de manera discreta, a mi esposo. “Mejor te vas al bar de la esquina, y tómate unas cuantas cervezas, mientras que yo hablo con ella, ha y por lo que más quieras, no regreses hasta que yo te avise”.



Desde luego que mi esposo le hizo caso, se marchó al bar de la esquina, y se puso a tomar unas cervezas, mientras que mi examante una vez que mi marido salió de la casa.

Me tomó entre sus brazos, y sin perder más tiempo me ha propinado un fuerte beso, con todo y lengua, al mismo tiempo que una de sus manos me agarró el coño.

Me quedé como hipnotizada, y sin dejar de besarme y aun con una de sus manos dentro de mi coño.

Ya en la cama, me terminé de quitarme lo poco que aún tenía puesto, quedando de toda desnuda frente a él, mientras que él únicamente se bajó la cremallera del pantalón, y extrajo su miembro.

Viéndome a los ojos, nada más le bastó hacerme una insinuación con sus labios, para que yo de inmediato arrodillada en la cama, agarrase su miembro entre mis dedos, y tras manipular ligeramente su verga entre mis dedos, me dedicase a mamársela intensamente.




Hasta que se vino dentro de mi boca y garganta, la que me tragué completamente, para decirle después. “En ese momento, deseaba que mi marido nos estuviera viendo, para que aprenda lo que era un verdadero macho.”

Tras acabar dentro de mi boca, me levanté de la cama, fui al baño donde me enjuagué la boca, y al regresar a la cama me lo encontré tan desnudo como lo estaba yo.



Por un buen rato nos estuvimos nuevamente besando, y acariciando, de nuevo llevé mi boca a su verga, y no hizo falta que se lo mamase, nada más apenas comencé a pasar mi lengua, por su verga, que está ya estaba bien dura y parada.

Por lo que, tras él indicármelo, separé mis piernas y recibí con gran alegría, dentro de mi coño toda su sabrosa verga.

AL tiempo que él metía, y sacaba de mi coño toda su verga, me fue diciendo lo caliente que yo estaba, y lo mucho que me extrañaba.


Mientras que yo, movía miss caderas como una desesperada deseando tener su miembro, más, y más adentro de mí, y morbosamente deseando que mi marido nos viera así.

Cosa que en varias ocasiones le dije a mi amante, al tiempo que me continuaba, chupando mis tetas, o diciéndome lo sabroso que yo sabía moverme, al mismo tiempo que yo no paraba, mientras que él continuaba metiendo, y sacando toda su vigorosa verga, de mi coño.



Estaba tan, y tan caliente o excitada, que como cosa rara hasta le pedí que me diera por dé tras.

Tras unos cuantos movimientos, sacado su verga de mi mojado coño, y como si yo fuera una muñeca de goma, me ha tomado por los tobillos, separó mis piernas, y sin más ni más, me he clavado toda su verga por mi culo.

Me dolió, y hasta se me saltaron unas cuantas lágrimas, pero estaba más que satisfecha con lo que él me estaba haciendo, y a medida que comenzó a darme por el culo, el dolor se fue convirtiendo en placer, un placer que desde que se casé, no había vuelto a sentir.



Ya que además de estar dándole sabrosamente por el chiquito, comencé a agarrar todo mi coño, introduciendo prácticamente toda su mano dentro de mi cuerpo, cuando no era que me golpeaba con la yema de sus dedos mi inflamado clítoris, hasta que me arrancó un tremendo orgasmo.

Por un buen rato me continuó complaciendo, hasta que él finalmente también se vino, pero dentro de mi culo.




Después de que ambos descansamos un rato tirados completamente desnudos sobre la cama, a él se me ocurrió una idea, la que me comunicó de inmediato, diciéndome. “Tú quieres que de ahora en adelante por lo menos nos veamos una vez a la semana”

Entendiendo que eso de vernos, no era simplemente para preguntarnos hola como te va.



Por lo que sin pensarlo le respondí de inmediato que sí, continuó diciéndome. “Es fácil le voy a decir a tu marido, que necesitas ir a ver una psicóloga, y que como yo conozco una me ofrezco a llevarte cada vez que tengas una cita. ¿Qué te parece?”



La idea me pareció un poco loca, ya que, si a mi esposo se le antojaba acompañarme un día, que le iba a decir, pero eso no le pareció un serio problema, y me dijo. “No te preocupes que cuando eso pase resolveremos sobre la marcha”.

En efecto habló con mi esposo, lo convenció de que le pagase las citas con la supuesta psicóloga, dinero que usábamos para pagar el motel donde mantenemos relaciones, por lo menos una vez a la semana.



martehijodejupi

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