Trío en el sur (Capítulo 2)
En la patagonia cordillerana argentina, el auto de una turista se descompone. Ella recibe la hospitalidad de un joven matrimonio de la zona, pero no imaginaba que sus rescatadores pretendían cobrarse con su cuerpo. En este capítulo, la violación continúa
Lorena continuó pasándole la lengua a Sandra por los labios y la cara, limpiando todo el semen que Renzo, su marido, no había derramado dentro de la boca de su infortunada huesped. Luego se sentó sobre la alfombra y separó las piernas, dejando a la vista una concha prolijamente afeitada, que sólo tenía un mechón de pelitos rubios en el pubis, y acariciando con firmeza la nuca de Sandra, la hizo acercar su rostro hasta su entrepierna. Nunca, jamás, Sandra había estado tan cerca de la concha de otra mujer. Y nunca había sentido deseos de estarlo, pero a pesar de estar siendo violada por ese matrimonio de desquiciados que le habían ofrecido refugio en esa fría noche sureña, su exitación no cesaba. Había llegado al orgasmo hacía tan solo unos segundos, cuando la masturbó la misma mujer que ahora esperaba abierta de piernas a que ella le lamiera la concha. Sintió el aroma de esa concha tan limpia y cuidada, y se sintió atraída, pero a su vez no se animaba a probarla, a sentir el sabor de aquella mujer que la estaba sometiendo. De todas maneras las indicaciones de Lorena no se hicieron esperar.
—¿Te gustó lo que te hice recién, no? Bueno, ahora quiero que vos me lo hagas a mí.
Y agarrándola firmemente de los cabellos, empujó la boca de Sandra hacia su entrepierna. Sintió la lengua que rozaba su clítoris, que paseaba por sus labios vaginales, que se hundía en su concha húmeda y necesitada de placer. Hacía unos minutos había visto como llegaba al orgasmo esa desconocida que tanto le gustó cuando la encontró en el camino junto a su auto descompuesto, y como su marido le había inundado la boca de semen. Estando casada no tenía muy seguido la oportunidad de disfrutar de los placeres lésbicos, algo que desde adolescente le atraía casi tanto como la companía masculina. Y Sandra sabía como darle placer. Eso es algo natural, una mujer sabe mejor que ningún hombre como debe chuparse una concha. Ella sentía el gusto de aquella mujer en su boca, su paladar degustaba extraños sabores, hace unos minutos por la eyaculación de Renzo, que la había obligado a ingerir gran parte de su semen, y ahora el flujo proveniente de esa mujer tan exitada que tenía adelante. Jamás en su vida había tenido la oportunidad de examinar una concha que no fuera la suya, y se sentía transportada mientras separaba los labios para observar el interior rosado, o cuando presionaba suavemente a los costados del clítoris, para que este emergiera duro y erguido ante sus ojos, dispuesto a ser acariciado con devoción por su lengua. Renzo, mientras tanto, había estado sentado a un lado observando como su esposa disfrutaba de las atenciones de esta bella mujer sometida.
Lentamente el pene de Renzo volvió a endurecerse. Había acabado hacía muy poco en la boca de esa desconocida, pero aún sentía la necesidad de penetrarla, de sentir su pija completamente rodeada de carne, necesitaba desacargarse dentro del cuerpo de esa mujer, y con esas intenciones se acercó a ella por detrás. Mientras Sandra le chupaba la concha a Lorena, sintió que un dedo de Renzo se introducía en su ano. Muchas veces había intentado hacerlo así, “contra natura”, pero el dolor se lo había impedido. Esta vez, en cambio, le gustó sentir ese dedo que se hundía delicadamente en su interior. Estaba exitadísima, y los besos y las lamidas que antes Lorena le hizo en el culo, la habían hecho volar de placer. Ahora sentía como Renzo le introducía su pene, ayudándose sólo con la saliva. Era una pija enorme, larga, y afortunadamente para su culo hasta entonces virgen, no demasiado gruesa. Renzo se la metió con cuidado hasta unos diez centímetros adentro, y Sandra agradeció mentalmente que él fuera tan considerado con ella haciendo la penetración suave y placentera. Sentía dolor, sí, pero al mismo tiempo ansiaba que ese trozo de carne se hundiera más y más dentro de su culo. Lorena cambió de posición, y se puso debajo de ella, ofreciéndole nuevamente la concha para que continuara chupándole, pero esta vez al revés, en un precioso 69 que permitía a Lorena lamer la entrepierna de Sandra mientras esta era penetrada analmente por Renzo.
¡Cuanto placer sentía Sandra en ese momento! Exitada como estaba, se dejaba llevar a ese mundo de sensaciones desconocidas hasta entonces, sensaciones que de no haber sido obligada jamás hubiera conocido. Frente a su rostro tenía la concha de Lorena, que no dejaba de lamer constantemente, introduciéndole uno de sus dedos y moviéndolo rítmicamente hacia el interior, tenía su rostro completamente cubierto por los flujos, y sentía una enorme satisfacción en provocar la lujuria de otra mujer. Al mismo tiempo la pija de Renzo se movía suavemente en su culo, no había llegado a introducirla toda, solo la mitad, y el dolor y el placer se unían en una mezcla maravillosa, donde el goce era lo principal. Dos personas disfrutaban de ella al mismo tiempo, era su primera vez en el sexo grupal, y le encantaba. Lorena le estaba haciendo una chupada de concha espectacular, esa mujer sí que sabía hacerlo, muy distinto a las veces que el torpe de su marido intentaba hacerlo. Sentía las manos de sus violadores apretándole los pechos, pero en esa posición no alcanzaba a ver bien de cuál de los dos era, pues estaba dedicada de lleno a chuparla a Lorena, y por lo tanto no sabía si esos dedos que le pellizcaban suavemente los pezones eran de hombre o de mujer… solo sabía que le encantaba, que no quería que se detuviesen. Así llegó al orgasmo, en medio de gritos de placer. Hubiera querido dejar pasar unos segundos para reponerse, pero Lorena pasó las manos por sobre su cabeza y la obligó a hundir su rostro en la vagina. unos segundos más tarde llegó también ella, y Sandra quedó fascinada al sentir los músculos de la vagina que apretaban su dedo con fuerza, mientras escuchaba los gemidos de esa mujer a cada lamida que ella hacía sobre el clítoris.
Lorena se corrió un poco hacia atrás, para lamer las nalgas de Renzo, quien, con las manos en la cintura de Sandra, la obligaba a ir hacia adelante y hacia atrás. De a poco fue haciendo fuerza y logró introducir su miembro casi por completo en ese ano apretado y hasta hace poco virgen. Le gustaba saber que Sandra comenzaba a sufrir dolor ante el desgarro de sus carnes, mientras que en su propio culo la lengua de su esposa se deslizaba con suavidad, en un fantástico beso negro. En esa posición eyaculó, dentro del culo de Sandra, y cuando su pija comenzó a decrecer en tamaño, se la sacó de ahí, y tirándole de los pelos, la hizo girarse sin dejar su posición de perrito, para metérsela en la boca y dejarla bien limpia. Sandra, que sentía aún un fuerte dolor en el culo, chupó con ganas esa pija que acababa de salir de su propio trasero, y a la que tan agradecida le estaba por llevarla a la cúpula del placer.
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