Haciendose la puta



 Salí de mi trabajo al anochecer. Había escuchado que una de mis compañeras de trabajo iba a encontrarse con su novio a follar y otra compañera que esta casada y tiene un amigo (amante) se iba a encontrar también para follar con él. Yo terminé con mi novio había terminado con mi novio hacia unos meses y estaba sola, con algunos amigos pero yo no los llamo para follar, ellos me llaman a mi. Salí excitada y quería follar. Estaba decidida a no llegar a casa sin haberlo hecho. Caminé sin rumbo, entre las vitrinas de los almacenes. En uno de ellos había un atuendo que me gustó, falda corta y blusa ajustada. Entré y lo compré. Salí vestida con esa ropa bastante provocativa. Recordé que a unas 10 calles había una zona para adultos, videos, sex shops, bares, hoteles, etc. Caminé allá como guiada por el deseo sin pensar en lo que podría suceder. Buscaba un hombre para sexo y lo encontraría como fuera, tal vez entrando a algún bar. A un par de calles de ese sitio se acercó un hombre en un auto y me gritó desde adentro: “oye nena”. Lo miré, tenía como unos 35 años, pero eso no importaba. Sonreí y me dijo que me acercara. Me acerqué a la ventanilla de su auto y me preguntó para donde iba. Le dije que cerca. Me preguntó cuánto cobraba. Yo me excite aún más al pensar que me confundía con una prostituta, pero no importaba si él buscaba sexo y yo también. “Cuánto me pagarías?”, le pregunté. Él me miró y sonrió y me dijo una cifra que no se si sería alta o baja. Le dije, “Tu me gustas, acepto”. Me invitó a subir, pero antes de subir a su auto le advertí: “debes usar condón”. Él me miró y dijo que él lo usaría. Cuando entré a su auto sentí una sensación de placer inusitado, como nunca antes, no se qué era, tal vez la sensación de sentirme confundida con prostituta pero rumbo al sexo que buscaba. Me llevó a un hotel cercano. Llegamos a la habitación y él me dio el dinero. Lo recibí, no lo conté, lo guardé en mi bolso y me desnudé enseguida casi como una autómata y me tiré en la cama mientras veía como se desnudaba él. Tenía su falo erecto y grande, se colocó el condón y acostó junto a mí. Me besó en el cuello y yo le toqué su falo. Me levanté para agacharme sobre él y darle una buena mamada. Me dijo que yo mamaba muy bien y seguí mamando sin detenerme hasta que me dijo que parara, que no aguantaba más, que iba a botarse. Dejé de mamar y esperé a que respirara con calma, acostada junto a él. Me abrazó y me chupó las tetas, ambas, repetidas veces. Poco a poco se fue montando sobre mí hasta que lo tuve totalmente encima, me penetró con algo de brusquedad, aunque yo estaba bastante húmeda sentí un poquito de dolor por la fuerza con que lo hizo. Lo penetró todo, sentí su respiración agitada, cada vez más, cada vez que me penetraba fuerte y cada vez más rápido. Gemí todo el tiempo, me gustaba sentir a ese desconocido adentro y encima de mí. Después me hizo colocar en cuatro y me siguió penetrando, por la vagina. Me daba muy duro. Cada vez que podía me acariciaba las tetas que se movían sin control  me acariciaba mis nalgas. Dejó de darme por la vagina y sentí que empujaba por mi ano. Eso no estaba en mis planes, pero no dije nada. Sentí que no entraba fácil. Él untó saliva en mi ano y lo penetró despacio. Entró todo, afortunada era yo que ya tenía experiencia anal y no era mi primera vez por allí. Me dio duro, cada vez más, no se cuanto tiempo lo hizo, yo estaba muy excitada y sentí dos orgasmos casi seguidos, y yo gemía del placer tan exquisito, de pronto me dijo que si le permitía eyacular en mis tetas. Le dije que si. Se levantó sobre la cama, me arrodillé, se quitó el condón, lo tiró al piso y lo ayudé a masturbarse con mis manos hasta que en un par de minutos eyaculó sobre mis tetas hasta la última gota. Me limpié el semen, nos vestimos, salimos del hotel y él me preguntó si yo iba todos los días a esa zona, le dije que no, que ocasionalmente lo hacía, se fue en su auto y se fue y yo caminé un poco hasta encontrar un taxi que me llevara a casa, por el camino me sentí feliz de mis orgasmos, de haber conseguido follar delicioso. Al día siguiente llegué a la oficina y mis compañeras dijeron que se habían divertido, una con su novio y la otra con su amante. Yo les dije que me había ido muy juiciosa para mi casa, mientras pensaba si algún día volvería a ese lugar. Recordé que había guardado el dinero en mi bolso y lo utilicé para ir al restaurante ese día.


Diana

dianisdiaz@yahoo.com

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