Soy la más puta
Como recepcionista de una Clínica, debo tratar con diferente clase de personas. Algunos que te prepotean y maltratan como si la demora en el horario de consulta fuera culpa tuya y otros que se lo toman con soda y esperan su turno pacientemente, sin hacerte ningún problema. Entre estos últimos estaban Dora y Abel, un matrimonio mayor, ella 80, él 75, con más de 50 años de casados que siempre me traían algún presente, chocolates, bombones, alguna bijouterie, y se sentaban a esperar hasta que eran llamados. El día de mi cumpleaños se aparecieron con un ramo de flores gigante, no tenían consulta, pero igual pasaron para saludarme. Por supuesto que me terminé encariñando con los abuelos, y cuándo podía los hacía entrar antes al consultorio, por supuesto sin que se dieran cuenta los demás pacientes. Con el tiempo dejaron de venir, ya no llamaban para pedir turno, así que llamé al teléfono que estaba en la historia clínica. Me atendió uno de los hijos, para confirmarme que Dora había fallec