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La Chispa en la Noche

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  Capítulo 1: La Chispa en la Noche La casa de Mateo y Laura en Palermo era un refugio de bohemia urbana: paredes blancas salpicadas de arte abstracto que sugería formas curvas y entrelazadas, un sofá modular de terciopelo gris que invitaba a conversaciones eternas, y una mesa de comedor de madera reciclada que esa noche brillaba bajo la luz tenue de velas aromáticas a vainilla y jazmín. Era viernes, el final de una semana que había dejado a todos exhaustos pero anhelantes de conexión. Mateo, de treinta años, con su complexión atlética forjada en canchas de pádel y una sonrisa que desarmaba defensas, sirvió el Malbec en copas anchas, el líquido rojo girando como un secreto compartido. A su lado, Laura, su esposa de dos años, irradiaba calidez con su melena castaña suelta hasta los hombros y un vestido negro ceñido que acentuaba sus curvas suaves, los senos plenos rozando la tela con cada risa. Frente a ellos, en el sofá, Diego y Sofía, sus amigos inseparables desde la facultad de a...

Traición en la Dulzura del Embarazo

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  Era una mañana de finales de primavera en Buenos Aires, con el sol filtrándose perezoso por las cortinas de la casa en Belgrano, una de esas residencias de dos pisos con jardín trasero y parrilla que Juan había comprado con el sudor de diez años en la constructora. Juan, un tipo de treinta y cinco años, fornido por el gimnasio matutino y con una barba incipiente que lo hacía parecer más rudo de lo que era, se ajustaba la corbata frente al espejo del dormitorio. Su esposa, Jazmín, yacía en la cama king-size, una diosa de curvas amplificadas por el embarazo de ocho meses. A los treinta y dos, su cuerpo era un templo de fertilidad: senos hinchados hasta la copa DD, venosos y pesados, que se desbordaban del camisón de algodón blanco; una panza redonda y tensa, marcada por estrías plateadas como rayas de tigre, que se elevaba como una colina suave bajo las sábanas; caderas anchas que prometían partos fáciles y noches salvajes, y un coño que, aunque él no lo había tocado en meses, palp...

La curacion de Laura

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El doctor Víctor Salazar era un hombre de cincuenta años que parecía tallado en sombras y secretos. Alto, delgado, con cabello gris peinado hacia atrás y ojos negros que absorbían la luz como pozos sin fondo, dirigía una clínica de psicología en el corazón de Buenos Aires, en un edificio antiguo de Recoleta donde las paredes susurraban confidencias olvidadas. Oficialmente, era un experto en trastornos de ansiedad; extraoficialmente, un maestro de la mente, un titiritero que tejía hilos invisibles en los pensamientos ajenos. Su don –o maldición, dependiendo de a quién le preguntaras– era el control mental: no con relojes pendulares ni cristales relucientes, sino con una voz grave que se colaba en las grietas del subconsciente, plantando semillas de obediencia que germinaban en deseo incontrolable. Su última paciente era Laura, una ejecutiva de treinta y dos años, con el cuerpo de una diosa griega moderna: curvas generosas que llenaban sus blusas de seda, senos D-cup que se mecían con ca...

La Iniciación de Marcos

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Chantaje a la mucama

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Viaje de Placer

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El sol de la tarde caía como un manto de oro líquido sobre el puerto de Buenos Aires, donde el Río de la Plata se extendía como una serpiente perezosa, lamiendo los muelles con olas suaves y caprichosas. Era un día de diciembre de 2025, con el aire cargado de sal y promesas de vientos cálidos que llevarían lejos cualquier rastro de la ciudad ruidosa. En la dársena privada, reservada para los peces gordos que no se mezclaban con el vulgo, un yate reluciente de cincuenta metros de eslora aguardaba como un leviatán de lujo, sus cubiertas de teca pulida brillando bajo el sol, y sus velas plegadas listas para desplegarse como alas de un águila depredadora. Un Mercedes negro azabache se detuvo con un ronroneo discreto junto a la pasarela. De él descendieron cuatro mujeres que parecían haber sido esculpidas por un dios lascivo y caprichoso. Eran modelos, sí, pero no de las que posan en pasarelas con sonrisas etéreas; estas eran profesionales del placer, contratadas por tarifas que harían sonr...