Chantaje a la madura amiga de la familia
Tomás tenía veinte años, pero su cuerpo era el de un semental en potencia: alto y atlético por las tardes en el gym del barrio, con hombros anchos que tensaban las camisetas hasta romperlas en el calor del verano porteño, cabello negro revuelto que le caía sobre la frente sudada, y una polla que medía diecinueve centímetros cuando se ponía dura como una barra de hierro, venosa y gruesa con un glande morado que goteaba precum espeso como si rogara por un coño apretado. Vivía con su madre en un departamento modesto de Belgrano, Buenos Aires, un lugar donde el aire siempre olía a café quemado y a secretos familiares. Su madre, Laura, era una divorciada de cuarenta y cinco que trabajaba de secretaria en un estudio jurídico, y sus amigas eran un desfile de MILFs que lo dejaban pajeándose en el baño: tetas pesadas, culos maduros y coños que imaginaba chorreando experiencia. Entre ellas, Carla era la reina: cuarenta y dos años, amiga de Laura desde la secundaria, una contadora casada co...